jueves 13 de noviembre de 2008
Y LLEGÓ OBAMA
Y pasó lo que parecía imposible que pasara: luego de tan sólo 143 años de que la esclavitud negra fuera abolida, luego de tan sólo 43 años desde que los negros conquistaran el derecho a voto en los Estados Unidos, Barack Hussein Obama, de color negro, como aquellos esclavos, hijo de un inmigrante keniano, de 47 años, es el Presidente Electo de los Estados Unidos.
Han corrido ríos de tintas desde el martes de la semana pasada, en todo el mundo. Ríos de tinta analizando los múltiples significados de esta elección, y comentando esos ríos, también caudalosos, de apoyo al Presidente Electo, en las diversas partes del mundo.
Hay aquí un riesgo: que la enorme simpatía y que esta corriente tan grande de apoyos, termine generando unas expectativas irreales sobre las posibilidades, los límites de acción de Obama dentro del sistema político norteamericano, y sus propias limitaciones personales, partidarias, e institucionales, conjugadas con las de un entorno espacial y temporal muy complejo. Este conjunto de realidades –como digo: no solamente las objetivas, externas, como las que hacen al sistema político y a los juegos de alianza que lo han llevado al poder, sino también las propias de su partido, de su entorno, y las suyas personales- terminarán por dibujar un listado de temas de agenda que, si no se los pone en situación, en perspectiva, pueden llevar a una especie de frustración frente a las expectativas de tan gran tamaño que estas corrientes de apoyo a Obama están despertando.
En otras palabras, por ejemplo, si esperamos que el traspaso de poderes desde el presidente George W. Bush a Barack Obama el próximo mes de enero significan, automáticamente, que la crisis financiera ha comenzado a terminar, o que al día siguiente las tropas norteamericanas comenzarán la evacuación de Irak, o que el programa de enriquecimiento de uranio en Irán podrá seguir adelante, claramente estamos forzando las expectativas. Obama no tocará ni corregirá estos desfases de la agenda norteamericana en el corto plazo.
El hecho de que Barack Obama haya llegado a la Presidencia es revolucionario. Pero Obama no es un revolucionario.
Claro que tampoco todo es negativo, y sería incorrecto no esperar nada de los primeros momentos de ese recambio presidencial: seguramente respecto de la base de Guantánamo, por ejemplo, donde a diario se atropellan los derechos humanos y la legalidad internacional, sí podemos esperar alguna noticia en plazos más cortos.
La agenda del nuevo Presidente, entonces, estará caracterizada por la complejidad. Una buena señal es que Obama parece muy conciente de esta complejidad, y desde su discurso de la victoria, en el Parque Grant de Chicago pareció anunciarlo: “habrá contratiempos –dijo- y sabemos que el gobierno no puede resolver todos los problemas…”
Otra buena señal es que se plantea encarar esa complejidad desde la unidad: “no hay estados rojos y estados azules”, dijo también en ese primer discurso. O sea, trabajará con los republicanos, la otra mitad del país. En definitiva, y más allá de la alta diferencia de delegados que le dio la forma en que se reparte el colegio electoral, la diferencia de votos entre ambos partidos, en el conteo general, fue de un 6 por ciento solamente.
Aún así, el principal mensaje del Presidente Electo, durante el año largo de lo que fue una de las campañas más emocionantes que se tenga memoria en los Estados Unidos, fue el cambio. ¿De qué cambio, del cambio de qué? ahora que la fiesta ha pasado, llega el momento de revisar el programa del entonces candidato, para vislumbrar cuáles podrían ser esos primeros temas de agenda compleja que veremos en los primeros tiempos:
Yo diferenciaría dos frentes: el interno, y el externo.
- En primer lugar, afrontar de lleno la economía doméstica, y la economía internacional. En el frente interno, Barack Obama prometió bajar los impuestos en el orden del 95% de los asalariados estadounidenses, y gravar con mayores impuestos a los ingresos que sobrepasen los 250.000 dólares anuales. Propuso una reducción de 500 dólares por asalariado, y de 1.000 dólares por familia, al tiempo que quiere aumentar el impuesto sobre la renta de los capitales, llevándolo del 15 al 28 por ciento, y gravar los beneficios excepcionales de las compañías petroleras, para rebajar la factura energética de los contribuyentes. Y meterá 50.000 millones de dólares en infraestructura.
- En segundo lugar, en el frente externo, seguramente participará en la reunión del grupo ampliado de los 20, que se reunirán los próximos días en Washington.
Porque el Presidente Electo tendrá que hacerse cargo de la “agenda externa” desde antes de asumir, inclusive.
Pero cuidado: cualquiera sea la modificación en las formas, como decía al comienzo de esta columna, no creo que podamos esperar que haya modificaciones sustanciales en el fondo, en la defensa de los intereses estratégicos que han preocupado hasta hoy a los Estados Unidos en tanto potencia hegemónica.
Respecto de esta “agenda externa”, a mí me parece que estará integrada por los siguientes grandes capítulos:
- En primer lugar, la ONU. La Organización de las Naciones Unidas por uno de sus momentos más bajos y críticos, con la figura de su Secretario general, Ban Ki-moon, muy desdibujada. Es posible que Obama amplíe el multilateralismo, respecto del unilateralismo de Bush, pero eso no necesariamente indica que se aboque a la refundación de la ONU, quizá adopte una ampliación de las relaciones país a país;
- La OTAN. Seguirá siendo la pieza clave de la estructura de seguridad a nivel global. Es posible que se revisen los criterios de ampliación, para no desmejorar las relaciones con Rusia.
- Rusia, efectivamente, será el tercer capítulo de esta “agenda externa”. Rusia vive un momento de plena recuperación de la personalidad internacional, como potencia. Será muy interesante ver de qué manera maneja Obama este “renacimiento” ruso.
- La Unión Europea. Las relaciones Estados Unidos – UE, hoy por hoy, son pésimas. Obama las mejorará, seguramente, pero nuevamente aquí, creo que se estrategia será más país a país que a toda la UE como bloque, que, en el fondo, es un competidor a futuro.
- Afganistán. Obama ha señalado que esta es una de sus prioridades, y aquí sí la estrategia será claramente multilateral, o sea, habrá un llamado concreto a aliarse a los Estados Unidos para enfrentar a los talibanes, que también están viviendo una etapa de clara recuperación.
- Irak. Este es uno de los meollos de la política internacional de Estados Unidos. Obama ha prometido acelerar la retirada, aunque habrá que ver la estrategia de esa retirada.
- China: la consolidación del gigante asiático como actor internacional de primer orden será el principal reto estratégico global de Obama en su administración.
- Irán: que –con altas probabilidades- conseguirá tener el arma atómica durante los próximos cuatro años; y donde su papel en el equilibrio de toda la zona de Oriente Medio es vital.-
- Oriente Medio: Obama volverá sobre el conflicto Israel-Palestina, completamente abandonado por las administraciones de Bush, y posiblemente el ex Presidente Clinton, que estuvo a punto de conseguir una resolución definitiva de este diferendo entre ambos pueblos, pueda volver a la escena.
- América latina: y por último –aunque no fuera de la lista- nuestra región, con el papel fundamental de las relaciones de Brasil, como interlocutor privilegiado. América latina no está, claramente, entre las prioridades de política exterior de la administración norteamericana, pero al menos no estamos del todo fuera de la lista.
Estos son, a mi criterio, los temas que estarán en el centro de atención en estos primeros momentos, del gabinete de transición del primer presidente negro de los Estados Unidos.