jueves, 11 de diciembre de 2008

Arde Grecia


ARDE GRECIA

por Nelson G. Specchia



Hace algunas semanas, cuando comenzamos a analizar aquí los efectos, los coletazos a nivel político y a nivel social que iban a empezar a aparecer en diversas latitudes, como frutos no esperados –pero sí seguramente relacionados- con la crisis económica global, decíamos que no eran los bancos, las grandes empresas, y los gobiernos, los que iban a tener que soportar la parte más dura, y más larga en el tiempo, de esta gran desestabilización económica, de este abandono de las reglas de juego por parte del gran capital usurario, de la patada al tablero de la convivencia económica fruto de la ausencia de toda regulación por parte de la entidad estatal, de la administración, del gobierno.

Ahora, en estos días que vivimos, esos coletazos inesperados han comenzado a hacer su aparición en el escenario político y social.

Y claro, no es casual que sean en los tramos más delgados de la soga, en aquellas sociedades que no han logrado hacer efectiva una solidez fuerte en sus estructuras, no es casual, decimos, que sea en estas sociedades donde se encienda la llama de la protesta.

Una llama que puede limitarse, contenerse dentro de unos límites geográficos, dentro de las fronteras de un país, dentro del marco de actuación de una administración gubernamental, pero que también puede saltar esas líneas imaginarias en que hemos dibujado el mundo, y extenderse rápida, velozmente, a otras realidades sociológica y económicamente similares.

En esta clave de lectura hay que entender las últimas jornadas vividas en Grecia. Ya cinco días seguidos –y cinco noches, que son los momentos en los que se organiza y se prepara la protesta del día siguiente- en que Grecia vive sumida en el caos.

La muerte de un adolescente de 15 años, Alexandro Grigoropulos, a manos del “gatillo fácil” de un agente policial, que le descerrajó un tiro en el pecho, encendió esa llama, y todo desde entonces ha ido de más a más. Ayer, el alto acatamiento de una huelga general (que estaba convocada desde hace tiempo, pero que en estos momentos adquiere una dimensión muy diferente a la llamada original) ha puesto entre las cuerdas al gobierno conservador del primer ministro Kostas Karamanlis, y veremos en las próximas horas si su administración logra finalmente contener la protesta juvenil; en caso contrario, el gobierno griego se habrá convertido en la primera víctima política de la crisis financiera mundial.

Porque lo que está en la base de la protesta es, efectivamente, los coletazos de la crisis. Para hacer frente a ella es que el gobierno de Karamanlis ha iniciado una reforma económica que tiende a limitar el gasto, afectando especialmente al sistema de pensiones y jubilaciones, entre otras prestaciones sociales.

Y a estas medidas, claramente antipopulares, debe sumársele la especial situación en la que vive la juventud griega, un colectivo relegado por las grandes políticas sociales, y especialmente afectado en los contextos de crisis.

Grecia ingresó a la Unión Europea en 1981, y adoptó el euro en 2002. Los esfuerzos estructurales para alinear las cuentas públicas a las del resto de Europa, en una economía poco desarrollada, provocaron desequilibrios. Grecia ha crecido en estos últimos años, pero aquellos desequilibrios se han mantenido, e incluso se ha acrecentado la brecha entre ricos y pobres.

Sumado a esto, el colectivo juvenil se ve particularmente afectado, especialmente por las altas tasas de desempleo, que alcanza un 23 por ciento de toda la población en esa franja etaria: el peor dato de los veintisiete países que conforman la organización continental, la Unión Europea.

Un porcentaje, además, que se ve aguijoneado por una educación superior que no termina de armonizar con el mercado de trabajo (por ejemplo, el gasto público de Grecia destinado al sistema universitario figura entre los más bajos de la OCDE, la organización que agrupa a treinta de los países más desarrollados del mundo), y que no despega de los bajos índices de calidad que la caracterizaron tradicionalmente.

Este conjunción de elementos ha terminado creando a la denominada “generación de los 700 euros”, que es la media de ingreso de un joven griego diplomado universitario que haya logrado saltear el paro y conseguir un trabajo. Un sueldo con el que no se va muy lejos, si se piensa que el alquiler mensual de un departamento en Europa, por ejemplo, está por encima de esa cifra.

Si a estos datos se le agregan, como dijimos, el achicamiento general de la economía mundial, y políticas restrictivas desde la administración del gobierno nacional para hacerle frente, podemos percibir cómo el estallido griego puede ser la punta de lanza, la primera llama, de un malestar social que puede extenderse a otras realidades semejantes.

En Barcelona, Berlín, Londres y Chipre, ya se han registrado algunos hechos aislados, de solidaridad –de momento- con los jóvenes alzados en Grecia.