HILLARY Y BOMBAY
por Nelson-Gustavo Specchia
Y aunque era un secreto a voces, la importancia de la designación formal, el lunes de esta semana, de la señora Hillary Clinton al frente del futuro Departamento de Estado norteamericano, bajo la administración Obama, ha calado hondo.
Con esta designación se completa el equipo de seguridad y de exteriores de la futura Administración, que, junto al equipo económico confirmado la semana pasada, presenta el esquema de gobierno de Obama al completo, y a 50 días de hacerse cargo de la Presidencia. Lo que cumple la promesa de campaña del nuevo presidente electo, de hacerse visible, con decisiones concretas, sin pérdida de tiempo, desde un primer momento, como respuesta a la situación de crisis global.
No solamente por la propia personalidad y figura de la señora Clinton, sino porque ha pasado demasiado poco tiempo desde ese furor de la campaña interna demócrata, donde la oposición y el enfrentamiento entre estos dos personajes alcanzó cumbre muy altas.
Aún así, hay que decir que Hillary es una moderada dentro del Partido Demócrata, ha sido una de las críticas más acérrimas a la agenda exterior del Presidente George W. Bush.
Su apuesta principal es por el retorno de los Estados Unidos al multilateralismo, completamente olvidado en esta últimas dos administraciones. Por cierto, la figura que la señora Clinton tiene en mente, como lo expresó al anunciar su aceptación al cargo, es la del Presidente John Fitzgerald Kennedy.
Hillary es una figura muy conocida, con entidad propia, con mucha fuerza, y con mucha experiencia. De hecho, ha sido la primera dama más involucrada políticamente de las que han pasado por la Casa Blanca últimamente, además de su escaño actual en el Senado, desde el cual participa también en el Comité de Servicios Armados.
Le pregunta, aquí, es que si entre estos dos personajes, entre el Presidente electo y su nueva Jefa de la Diplomacia, hay los suficientes puntos de coincidencia, ya que no ha sido así en el pasado inmediato.
Y estas diferencias entre ambos se han expresado, precisamente, en temas que cubrirán los primeros planos de las agendas internacionales de la nueva administración: además del control de los programas nucleares en Irán y en Corea del Norte, el Departamento de Estado tendrá que tomar de inmediato la papa caliente de la guerra contra el terrorismo, la retirada de Irak (que Obama quiere hacer en 16 meses), y la necesaria, imprescindible, victoria en Afganistán.
Y respecto de esta última, las noticias lamentables y sangrientas de esta semana, con los ataquen en Bombay, no aportan precisamente una cuota de tranquilidad.
Si la cuerda entre India y Pakistán se tensa, la frontera de Pakistán con Afganistán se debilitará, ya que parte de la fuerza armada deberá cambiar de objetivos.
Respecto de la tragedia en India, en Bombay, la capital económica y financiera de este extenso, inmenso país-continente, hay que decir que la violencia forma parte de su vida política cotidiana, está –lamentablemente- entretejida en la propia estructura hindú.
Pensemos, por ejemplo, que la India independiente nace con el atentado al Mahatma Gandhi, el apóstol de la paz y de la no-violencia, asesinado por los propios radicales nacionalistas hindúes.
Y hoy, como media, se registran en India unos 100 actos terroristas al mes. Y el mosaico de grupos terroristas es grande y extenso, y no se limita solamente a los radicales islámicos: hay maoístas, separatistas cachemiros, yihadistas, hinduístas de nacionalismo extremo, que no aceptan la convivencia con otras nacionalidades y religiones. Muchos de estos grupos tienen, a su vez, conexiones externas, con Pakistán especialmente, pero también con Bangladesh, por ejemplo. Y dentro de la red un tanto amorfa de pequeñas agrupaciones con cierta autonomía en la nueva estructura del terrorismo mundial, muchas de estas células –o incluso combinaciones diferentes de estos grupos- se encuentran asociándose a esa red que es Al Qaeda.
Respecto de esta cotideaneidad violenta, hay dos novedades introducidas por los terroristas en los tres días que duró el asalto a Bombay: el uso de armas de fuego en lugar de artefactos explosivos; y el tener a extranjeros por objetivo. Además, lo que podríamos llamar el “efecto CNN”: el enfrentamiento prolongado en tiempo en un espacio urbano abierto, que ha permitido que los medios de comunicación lo sigan casi en directo, y lo retrasmitan a todo el mundo.
Hasta donde sabemos, los asaltantes, entre 15 y 20 (el único terrorista sobreviviente sólo admite que eran 10, pero hay fuertes indicios de que serían prácticamente el doble), se dividieron en dos grupos. Unos estaban registrados en los hoteles 5 estrellas de la capital financiera con identidades falsas, y otros llegaron en un barco pesquero procedentes de territorio pakistaní.
La estrategia que siguieron fue sembrar el caos: primero en las atestadas estaciones ferroviarias, como la multitudinaria de Chhatrapati Shivaji, en restaurantes frecuentados por turistas, como el Café Leopold, e inclusive en hospitales y taxis. Y una vez finalizada esta primera fase, cuando la policía indú estaba completamente desorientada, buscaron los tres edificios emblemáticos de la ciudad, los hoteles Taj Mahal y Trident Obedoi, y el Centro Judío que se sitúa entre ellos.
Al parecer, la estrategia era tomar rehenes y negociar con las autoridades indias, probablemente la liberación de los presos musulmanes de la organización Muyahidines Indios. Esto se deduce del equipamiento de los asaltantes y de la vestimenta: chalecos y pantalones donde guardaban abundante munición e incluso comida, lo que indica que su idea era resistir mucho tiempo en los hoteles. Sin embargo, los acontecimientos se desarrollaron contra una posibilidad de permanencia larga, no se dio espacio a ninguna negociación, y la batalla que siguió se saldó arrojó un balance aproximado de 200 muertos, entre los que habría 20 miembros de las fuerzas de seguridad y 30 civiles extranjeros de 13 nacionalidades distintas.
Hasta ahora, los indicios parecen señalar a la organización Lashkar-e-Taiba quienes parecen haber llevado a cabo el atentado apoyándose en los Muyahidines indios, que podrían haber recibido entrenamiento y apoyo por parte de Lashkar-e-Taiba en Pakistán aprovechando su experiencia en este tipo de asaltos, por ejemplo, cuando en 2001 se realizó un ataque al parlamento indú, con hombres armados.
Todo parece indicar que el propósito del atentado era llamar la atención sobre la situación que los musulmanes viven en aquellos lugares en los que son minoría. Por eso lo más importante de esta acción ha sido su espectacularidad, la visibilidad internacional. Los radicales islámicos son el campo fértil de los desesperados, que conciben que la única opción que tenían los musulmanes en la India era la jihad o la emigración, como afirman los comunicados de Lashkar-e-Taiba.
El objetivo de los terroristas era exacerbar los ánimos de pakistaníes e hindúes, boicoteando los esfuerzos y las iniciativas de paz en la zona. El atentado debe ser leído, hacia dentro de la vida política hindú, como un intento de radicalización del nacionalismo, y en clave internacional como otra advertencia a los occidentales, haciéndoles saber que no están seguros ni en aquellos lugares que se les asigna especialmente, como los hoteles de alto standing, donde supuestamente los controles y la seguridad son mayores que para los nacionales, especialmente en los países con conflictos internos y problemas de desarrollo. Esta estrategia ya comenzó en septiembre en Islamabad, con el ataque al hotel Marriot, y ahora parece extenderse a la India.