viernes, 24 de abril de 2009

Racismo, sionismo, y convivencia internacional


RACISMO, SIONISMO,

Y CONVIVENCIA INTERNACIONAL


por Nelson Gustavo Specchia



La comunidad internacional ha logrado reunirse, con los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas, en una conferencia mundial abocada al tratamiento del racismo y de la xenofobia, el odio al otro, al diferente, que no deja de crecer como fenómeno social en todas las latitudes, cuando el mundo, la “casa común”, no deja de achicarse y acercarse, merced a las comunicaciones y a la globalización.

La preparación de esta reunión es de larga data, la ONU viene intentando una postura concertada entre sus Estados miembros desde hace prácticamente una década, cuando las teorías de la confrontación bélica por motivos raciales y religiosos comenzaron a popularizarse. El caso más notorio fue el libro del politólogo norteamericano Samuel Huntington, “El choque de civilizaciones”, que postula que las fronteras del futuro estarán marcadas por las líneas que dividen a las grandes civilizaciones, y que, entre ellas, uno de los conflictos esperables es el que habría de enfrentar al occidente cristiano con el mundo árabe musulmán. A pesar de que estar teorías fueron fuertemente contestadas desde la propia academia, llegaron a socializarse, en versiones simplificadas, y arraigar en ciertos discursos políticos. También algunos indicadores de conflicto, especialmente en el medio oriente, en el vértice del enfrentamiento entre el Estado de Israel y el pueblo palestino, parecían abonar desde los hechos este tipo de reflexiones.

La ONU, entonces, inició un primer acercamiento, con una reunión en Durban, Sudáfrica, en 2001, y un primer documento donde se intentaba establecer bases para proteger las diferencias, tanto como compromisos propios de la política interna de los países miembros (el caso de cualquier tipo de minoría al interior de los Estados), como de respeto en el trato intergubernamental, a nivel de sociedad mundial organizada.

El documento de Durban significó, ciertamente, un avance. Pero los países árabes lograron introducir en el texto final una referencia al conflicto palestino, y se equiparó el sionismo como una práctica racista. Eso desató el “lobby” israelí, que censuró el documento de Durban y ha hecho todo lo posible por boicotear los posteriores intentos de la ONU. Por los resultados que estamos viendo de la reunión de esta semana en Ginebra, parece haber tenido éxito, ya que ningún calificativo, sino el de “fracaso”, puede describir los resultados de la presente reunión. Y ya al final de la primer década del siglo XXI, la sociedad internacional sigue mirando con ojos impotentes como el racismo y la intolerancia sigue creciendo en todos los rincones, sin que las organizaciones multilaterales se revelen capaces de hacerle frente.

Es cierto que, además del “lobby” judío, que ha implicado básicamente a la postura de los Estados Unidos de América, de Alemania (y, con ella, la República Checa, que ejerce la presidencia pro-tempore de la Unión Europea), y a un conjunto de países muy afines al Estado de Israel (Australia, Italia, Canadá, Nueva Zelanda, Polonia y Holanda), al boicot de la conferencia ha contribuido sustancialmente el discurso del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, que en un tono completamente confrontativo para una reunión de estas características, calificó de “racista” al Estado de Israel, con palabras y términos muy duros, lo que llevó a que los representantes de treinta países abandonaran inmediatamente la sala del plenario, en repudio a sus expresiones.

Los borradores del documento de Ginebra circularon entre las Cancillerías durante los últimos meses, y se negoció con mucha pasión durante la semana pasada, tratando de establecer algunos puntos mínimos para que la Conferencia no quedara en aguas de borraja. Así, los países musulmanes fueron cedieron en sus exigencias, y la delegación palestina decidió finalmente eliminar la mención a la reciente guerra contra Gaza; permitiendo, además, que el texto incluye una referencia al Holocausto judío a manos de los nazis, la “shoa”.

Pero finalmente el texto de Ginebra –muy lavado y aprobado entre gallos y medianoche- se limita a “reafirmar” el borrador redactado en Durban en 2001, y fue adoptado rápidamente, sin una sesión de debate público, con el temor de que si extendían el tiempo, ni siquiera sería posible consensuar este mínimo, ya que en este enrarecido clima seguramente habrá nuevas deserciones, lo que implicaría un fracaso aún más rotundo, si eso fuera posible. Aún así, Israel y sus aliados rechazaron el borrador final, porque mantiene la comparación entre sionismo y racismo.

Una nueva oportunidad que se diluye, en un tema que no dejará de aumentar su peso cualitativo en una política internacional orientada a la paz.