Los talibanes cercan Paquistán
por Nelson G. Specchia

La visita de Asif Alí Zardari a Barack Obama, que se inició el 6 de mayo, la semana pasada, en Washington, ha dado unas vueltas de tuerca a la lucha contra el terrorismo en la región del Oriente medio.
Estados Unidos está presionando al presidente paquistaní para que actúe con mayor decisión ante el avance talibán, en especial desde que en abril, el mes pasado, estos sectores extremistas tomaran el distrito de Buner, que está a menos de cien kilómetros de Islamabad, la capital paquistaní.
Esta manifestación del poderío talibán puso en aprietos al gobierno en las vísperas del viaje del presidente Zardari (el viudo de la asesinada líder Benazir Bhutto), ya que evidenció la extrema debilidad del gobierno, el primer gobierno civil en una década, que además se encuentra inmerso en graves problemas sociales, económicos y de seguridad, ya que prácticamente está “tutelado” por unas fuerzas armadas que no renuncian del todo al ejercicio del poder. Que aprovechan, además, que el gobierno de Zardari no llega a conectar con la sociedad paquistaní, lo que debilita en extremo la legitimidad, y los apoyos que el ejecutivo requiere para dar la batalla social y educativa que permita despegar al país y poner freno a la creciente radicalización.
Además, la Administración Obama empuja al gobierno de Zardari para que la acción contra los talibanes tome un nuevo curso, más ejecutivo, ya que se sigue sosteniendo, en Occidente, que en las montañas del noroeste paquistaní, en el límite con Afganistán, se refugia la cúpula de Al Qaeda, y que desde este mismo lugar se alimentan las redes yihadistas internacionales.
Y el interés principal aquí no es sólo de los Estados Unidos, sino también de los europeos, porque si Paquistán no logra contener el avance talibán, y cae en alguna especie de guerra civil o de anarquía, la violencia que irradie esa inestabilidad llegará a Europa antes aún que a los Estados Unidos. De hecho, la violencia relacionada de alguna manera con la situación paquistaní ya ha causado más muertos en Europa que en Norteamérica.
Paquistán es un país muy complejo, de un tamaño geográfico similar a la Argentina, donde alberga prácticamente a 173 millones de habitantes. Esto lo convierte en el sexto país más poblado del planeta, y el segundo país del mundo con mayor población musulmana. Sus fuerzas armadas, tan poco dúctiles a someterse al poder civil, llegan al millón de efectivos, lo que hace de Paquistán en la séptima potencia militar del mundo. Y, además, esta potencia es nuclear.
Esta potencia atómica, desde este mes, tiene, a menos de 100 kilómetros de su capital, a las tribus musulmanas radicales del talibán. Los talibanes avanzan sin freno, y están decididos a derrocar al débil y desconcertado gobierno de Zardari, y desde el poder, imponer un régimen religioso, regido por la “sharia” (la aplicación literal de la letra del corán en la sociedad civil, según la interpretación de la casta sacerdotal), tal como lo hicieran en Afganistán. La principal diferencia con aquella experiencia es que en este caso los talibán –que conciben la guerra santa contra el infiel a escala internacional- serían una potencia nuclear.
Sólo recientemente y después de inmensas presiones de la Administración Obama, los militares paquistaníes decidieron abandonar su reticencia a enfrentarse a los talibanes. Pero no sabemos cuánta de esta decisión es real, y si efectivamente este gran ejército está capacitado para una guerra de guerrillas como la que plantea el talibán. La hipótesis de conflicto permanente de Paquistán ha sido la India –hermana, vecina, y eterna enemiga-, el ejército no está preparado para combatir en el medio de civiles insurrectos.
Por eso esta ofensiva de esta semana está produciendo cientos de miles de civiles desplazados, ya se habla de 350 mil pobladores que huyen despavoridos de la zona de enfrentamiento, una masa que, además se sumará al conflictivo escenario político de la oposición a Zardari, de los partidos religiosos, y de los propios militares, que lo acusan de responsable del caos reinante.
Las dos agendas más candentes de Obama en Oriente Medio, se funde, de esta manera: la resolución de la continuidad de la guerra en Afganistán estará ligada directamente a cómo la Administración norteamericana enfrente el avance talibán en Pakistán.