Nuevo mando, algo gris, para Europa
.por Nelson Gustavo Specchia
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“Bipolares”, 26 de noviembre de 2009
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En un mundo donde los altos contrastes, lo blanco frente a lo negro, o lo negro frente a lo blanco, parecen ser las perspectivas que día a día aumentan de calado, de importancia, la introducción de mayores equilibrios, de mayores dosis de mesura, es una esperanza fuerte. El proceso de integración continental de la Unión Europea forma parte de esa esperanza.
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Luego de los fracasos del Tratado Constitucional, en 2005, Europa quedó en un compás de espera, en una fase de estancamiento, hasta la reciente firma del Tratado de Lisboa, que intenta recuperar la iniciativa.
En el Tratado de Lisboa, que entrará en vigor el próximo 1 de diciembre, se prevé la elección de un presidente permanente del Consejo Europeo, y de un Alto Representante de la Política Exterior, para que Europa hable con una sola voz en el concierto internacional.
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La elección de estos dos cargos se ha realizado esta semana que pasó, y, a pesar de las altas expectativas que habían creado, las designaciones han tenido la particularidad de dejar disconformes a todo el mundo.
Frente a un mundo cada vez más en blanco y negro, Europa no sale de los tímidos grises.
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Los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países miembros de la Unión Europea, han elegido al conservador democrata-cristiano belga Herman Van Rompuy como presidente, y a la laborista británica Catherine Ashton, como Alto Representante de Política Exterior y Seguridad (el cargo que desempeñó hasta ahora Javier Solana), y Vicepresidenta de la Comisión Europea.
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Van Rompuy, hasta ahora primer ministro belga, parece ser un hombre de consenso, especialmente frente a la complejísima crisis entre valones y flamencos en su país. Pero fuera de Bélgica no lo conoce prácticamente nadie, y ha dejado atrás a candidaturas de aspirantes como Tony Blair, del holandés Jan Peter Balkenende, o del ex presidente del gobierno español, el socialista Felipe González, todos políticos de fuertes personalidades y claros liderazgos.
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Y la señora Ashton llega a este cargo, básicamente, por una cuestión de equilibrios: es socialista, y es mujer. Las europarlamentarias ya habían dejado escuchar su voz de protesta –y de advertencia- de que no tolerarían que los nuevos altos cargos de la UE fueran todos para hombres.
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La política de equilibrios de Bruselas, además, conduce a que la cartera de Exteriores vaya a parar a un socialista, mientras que la presidencia queda en manos de un conservador, reflejando, de esta manera, la distribución política actual en los gobiernos de los países miembros de la Unión Europea.
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Catherine Ashton se pondrá al frente del mayor aparato diplomático del mundo, a partir de 1 de diciembre. Asumirá las atribuciones de presidir el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de todos los países de la UE, y la “cancillería” de la organización.
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Lady Ashton (es baronesa, título nobiliario entregado por Su Majestad, la Reina de Inglaterra) estará al frente de una red diplomática inmensa, con la mayor cantidad de embajadas repartidas por el mundo.
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Pero ninguno de estos dos nuevos altos cargos poseen una personalidad como la que se esperaba para estos tiempos. Son unos funcionarios de segunda línea, más grises de lo que podría haberse esperado.
Por eso estas escenas de cambio, que hemos presenciado esta semana, no pueden ocultar una transformación de fondo bastante pobre: Europa sigue sin encontrar un ímpetu avasallador que la ponga en ruta nuevamente con la fuerza de los inicios del proceso de integración, tras la segunda posguerra.
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Los nombramientos de Durão Barroso, para un mandato renovado como presidente de la Comisión, y de Von Rumpuy y Lady Ashton, en realidad, parecen haber sido puestos aquí porque molestarán poco a los grandes países y a los grandes líderes personalistas de Europa. Si así fuera, entonces son fruto de la ausencia de voluntad y de objetivos por parte de los grandes actores del proceso europeo.
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Todos esperamos que Europa vuelva a recuperar bríos y fuerzas, porque un protagonismo relevante del Viejo Continente equilibraría los tantos a nivel internacional. Pero, sin embargo, y a pesar de las tan altas expectativas que estos nombramientos en la Unión Europea habían significado, la política internacional sigue pasando por otros vectores: Estados Unidos, China, India, Rusia, Irán, Venezuela, y, claramente y cada día más, Brasil.
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La Europa gran protagonista sigue siendo una promesa.
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nelson.specchia@gmail.com
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