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Honduras sin rumbo
.por Nelson-Gustavo Specchia
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Como era de esperarse, el Congreso de Honduras votó ayer en contra de la restitución en el poder del depuesto presidente Manuel Zelaya, fuera del poder tras el golpe de Estado del pasado 28 de junio, y que ya lleva 74 días cercado por el ejército en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa.
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Las delegaciones representantes de Zelaya y del gobierno golpista de Roberto Micheletti habían acordado en octubre, en Costa Rica, que sería el Congreso quien habría de decidir sobre el regreso de Zelaya a la presidencia hasta el 27 de enero, fecha en que teóricamente culminaría su mandato constitucional.
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Zelaya, viendo cómo venía la mano, dio por concluido el acuerdo de Costa Rica el 8 de noviembre, pero Micheletti se aferró a él, y tras las elecciones presidenciales del domingo pasado, en las que ganó Porfirio “Pepe” Lobo, el Congreso le daba el carpetazo final a la vuelta de Zelaya.
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Honduras, así, sigue estirando la cuerda, tanto al interior del país como a nivel internacional. Como se vio en la Cumbre Iberoamericana de Estoril, en Portugal, que acaba de concluir, los países latinoamericanos están polarizados, y las posiciones no tienen visos de acercarse. Todos esperaban una declaración de consenso en Portugal, pero los esfuerzos no dieron ningún fruto, y apenas se emitió una declaración en la que se condena el golpe de Estado y se vuelva apoyar la restitución del depuesto presidente constitucional, sin entrar a considerar el resultado de las elecciones, y el reconocimiento –o no- del nuevo gobierno surgido de ellas.
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Además de los Estados Unidos del presidente Obama, en América latina Colombia, Costa Rica, Panamá y Perú defienden la legitimidad de las elecciones, mientras que Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Ecuador, Guatemala, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela las consideran ilegítimas, porque vendrían a avalar una interrupción autoritaria de un proceso democrático. (Zelaya, por cierto, fue el único presidente ausente en la Cumbre Iberoamericana, por haber sido víctima de un golpe de Estado; fue representado por la canciller de su gobierno destituido, Patricia Rodas). Fuera de América latina, España –y la Unión Europea- hasta ahora no han reconocido el proceso eleccionario ni los candidatos triunfadores.
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Zelaya ha declarado nulas las elecciones, con el apoyo –además de Chávez y los líderes del ALBA- de Lula de Silva, y aquí viene el nuevo elemento de atención: la cuña entre la posición de Brasil y la de los Estados Unidos.
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La brecha entre Brasil y Estados Unidos no puede agrandarse más, y Honduras será el pato de la boda.
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Brasil no ha resuelto una postura definitiva sobre el tema de las bases colombianas para el uso del ejército norteamericano, y recibió con bombos y platillos la visita en Brasilia del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, precisamente cuando crece las tensiones entre los norteamericanos y los iraníes porque estos últimos se niegan a poner bajo supervisión internacional (o sea, de Occidente) sus desarrollos nucleares. No puede, por eso, jugarse la relación con Obama por Honduras.
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La pequeña Honduras, sin rumbo en su errático destino, en las simpatías y rechazos que ha despertado pone en evidencia el desencuentro internacional de toda la región latinoamericana, un desorden que tuvo su máxima expresión en Portugal, donde ni haciendo equilibrios con las palabras pudo redactarse un comunicado conjunto.
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Honduras ha destapado el tablero real de la política internacional latinoamericana, pero el realismo político terminará jugándole en contra, porque, realizadas las elecciones y habiendo votado el Congreso la no restitución de Zelaya, tras la aceptación del gobierno norteamericano de esta manera de resolver la crisis, la oposición a Micheletti tiene los días contados, como también las posibilidades reales de recomposición de la administración de Zelaya.
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Más temprano que tarde, se acabará aceptando la situación, Honduras tendrá un nuevo gobierno conservador que perpetuará el statu quo, y la democracia latinoamericana habrá perdido una batalla. Cuán importante habrá sido esta batalla perdida para la salud política del futuro de la región, nadie puedo decirlo en estos momentos.
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nelson.specchia@gmail.com
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