miércoles, 20 de enero de 2010

Chile, entre sonrisas y cuchillos largos


Chile, entre sonrisas y cuchillos largos

.
por Nelson-Gustavo Specchia
.

.
En la segunda vuelta electoral en Chile, el domingo pasado se impuso Sebastián Piñera. Presidirá el país hasta 2014. Las elecciones fueron muy ajustadas, y la ventaja de Piñera sobre el candidato oficialista, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, fue de tres puntos, apenas 220.000 votos, de un padrón de más de ocho millones de electores (sólo los votos nulos duplicaron esta exigua diferencia).
.
La Concertación –la reunión de partidos de centro y centroizquierda que gobierna Chile desde el fin de la dictadura- deja el poder tras 20 años, y Piñera lo recupera para la derecha, por la vía electoral, después de 52 años; (por la vía autoritaria la derecha lo ejerció durante 17 años, desde 1973 a 1990, bajo el férreo comando del general Augusto Pinochet).
.
El proceso electoral fue sobrio, tranquilo y limpio. Para la medianoche del domingo todos los votos estaban escrutados y controlados. El candidato derrotado inmediatamente asumió los resultados y felicitó a su contrincante, que fue recibido por la presidenta Michele Bachelet al día siguiente en la Casa de la Moneda. Estas características, de las que tanto se han admirado algunos comentaristas políticos locales al contrastarlas con las actitudes argentinas frente a los mismos eventos, y el hecho de que la alternancia de las opciones políticas es algo deseable para la buena salud de un sistema democrático, pueden llevar a la conclusión de que los resultados del domingo constituyen un elemento positivo para la región, y que vienen a equilibrar un tanto las balanzas en los discursos y las posiciones ideológicas de América latina.
.
Yo no estoy de acuerdo con esa lectura, considero que es simplista, y que no tiene en cuenta algunas características que, aunque no formen parte de los titulares de la prensa, impactan fuertemente en la constitución del sujeto político chileno, y que marcan, ineludiblemente, su relación con el contexto regional latinoamericano.
.
En primer lugar, los buenos modales de los dirigentes y la eficacia administrativa no significan, necesariamente, altos grados de madurez democrática. Los largos años de la dictadura calaron muy hondo en el pueblo chileno, en su muy inequitativa distribución de la riqueza, y en ciertos rasgos fuertemente autocráticos en la concepción de la autoridad, presentes en la cultura política nacional. Esas características hacen que la derecha –que aunque se disfrace de modernidad y de cambio, es la continuidad real del modelo político que encarnó el general Pinochet- obtenga amplios apoyos en los sectores socioeconómicos más bajos. En los años de la dictadura, el periódico que ésta financiaba no se conseguía en los quioscos de los barrios altos, los canillitas del centro lo tenían aunque lo ocultaban un tanto, pero según se seguía bajando a las poblaciones humildes de los alrededores, estaba en todas las esquinas. En los barrios más pobres estaban los más entusiastas seguidores del dictador. Paradójicamente, los dos presidentes socialistas del período democrático –Ricardo Lagos y Michele Bachelet, ambos con altísimos índices de aprobación popular- han tenido a estos sectores humildes como los principales receptores de políticas de protección y asistencia, pero ello no ha movido sustantivamente la adhesión ideológica de estos colectivos, que siguen apoyando en altos porcentajes a las opciones de derecha.
.
La sonrisa y los buenos modales de Sebastián Piñera, además, no pueden ocultar que la gran base de su electorado no lo aporta su partido, Renovación Nacional, sino la otra agrupación que apoyó su candidatura, la UDI – Unión Democrática Independiente, que reúne a los herederos políticos directos del pinochetismo. Por eso había tantos bustos y fotografías del ex dictador en las manifestaciones de festejo.
.
Estos sectores tenían tanta fuerza al final del período autoritario, que los partidos opositores tuvieron que crear la Concertación para hacerles frente. Ricardo Lagos, Patricio Aylwin, los dos Frei –padre e hijo- y José Miguel Insulza fueron los artífices de ese frente de sectores democráticos aglutinados en torno, principalmente, a la Democracia Cristiana y al Partido Socialista. Pero veinte años es mucho tiempo cuando se tiene el poder en las manos. La Concertación terminó manifestando cierto hastío y desgaste, no realizó recambios generacionales (el candidato derrotado, Eduardo Frei hijo, además de pertenecer a una dinastía política antigua, ya fue presidente, y tiene casi 70 años), no permitió la emergencia de nuevos liderazgos (por eso Marco Henríquez-Ominami tuvo que ir por fuera), ni –después de la promesa de ruptura que significó la elección de Michele Bachelet, tampoco permitió recambios en cuanto al género: la política, en Chile, sigue siendo cosa de hombres, y de hombres grandes.
.
Los jóvenes –y las mujeres- de la Concertación han reaccionado contra las esclerosadas direcciones de sus partidos inmediatamente después de la elección del domingo, y es posible que logren introducir los cambios urgentes que el campo popular y democrático chileno necesita. Los cuchillos largos ocuparán este tiempo, junto a las sonrisas del triunfo.
.
Pero no hay que llamarse a engaño: un acaudalado empresario (Piñera ocupa el puesto 701 en la lista de millonarios de Forbes), dueño del club de fútbol Colo-Colo y de la aerolínea de bandera, supuestamente liberal pero rodeado de hombres enamorados del autoritarismo conservador de la derecha, no es una buena noticia para Chile. Como no lo ha sido para Italia. Y como tampoco sería una buena noticia, en algún momento, para la Argentina.
.
[ HOY DÍA CÓRDOBA, 21 / 01 / 2010 ]

.
.
.
nelson.specchia@gmail.com