Compás de espera para Bolivia
.por Nelson Gustavo Specchia
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La carrera de victorias electorales que viene protagonizando el líder aymara Evo Morales en Bolivia ha vivido un hecho inédito este domingo, con la celebración de los comicios regionales que, para todos los pronósticos, le vendrían a otorgar la ratificación mayoritaria en todas las instancias. Y desde esta posición de poder hegemónico, el presidente boliviano encararía la ejecución de uno de los núcleos de su proyecto revolucionario, la descentralización regional y las autonomías indígenas, un conjunto normativo que implicaría la más profunda reordenación de política territorial desde el nacimiento de Bolivia a la vida independiente.
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Sin embargo, las elecciones no dejan un resultado tajante. Soportan lecturas múltiples, y según sea la fuente a la que uno se remita, pueden presentarse como una victoria más –pero relativa- del gobierno, o como la primera y seria derrota en la carrera hasta ahora invicta de Evo hacia el poder. La prensa boliviana –que casi sin excepciones mantiene un nivel de confrontación con el gobierno- insiste en la perspectiva de la derrota de fondo, aunque los números finales (que recién se conocerán el próximo 29 de abril) sean favorables al Movimiento al Socialismo (MAS), la amalgama de partidos y organizaciones sociales que se aglutinan en torno a la figura de Evo Morales. Desde el Palacio del Quemado, por el contrario, el presidente y los voceros de su entorno afirman que el evento electoral del domingo afianza al Ejecutivo, amplía la base territorial de apoyo, y permite el avance en la aprobación de leyes claves para la reordenación del Estado Plurinacional, la gran novedad fundada por Evo sobre el “viejo país liberal”.
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En realidad, nos parece que las hay de cal y las hay de arena, y se impone un análisis mesurado acerca de los resultados numéricos de la elección, pero también de los modos políticos y personales de la conducción de Morales al frente del MAS; de las estrategias que han sostenido la campaña del gobierno en estas elecciones; de las diversas llegadas del discurso transformador de Evo según los destinatarios sean pobladores de las zonas rurales –altiplánicas e indígenas-, criollos del oriente rico, o capas medias urbanas; y de los tiempos y velocidades en que el programa reformador del líder aymara puede ser asumido por esta diversidad de colectivos sociales.
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Una sucesión de victorias urgentes
La sorpresa y la radical novedad de la figura de Evo arranca en las elecciones presidenciales de diciembre de 2005, cuando obtiene un impensado 53 por ciento del voto nacional, y se ha replicado –a razón de una victoria por año- en cinco oportunidades más. Sobresalen en esta veloz carrera la aceptación popular, con un 60 por ciento, de la nueva Constitución, que refunda el Estado sobre la base del reconocimiento a las diversas naciones indígenas presentes en su suelo, en enero de 2008; y en base a ella, la elección de Evo como primer mandatario de esa nueva formación política –con un récord histórico del 64,2 por ciento- en diciembre de 2009.
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El 21 de enero de este año, en el Tiahuanaco, rodeado de sacerdotes aymaras, Evo Morales se visitó con una túnica blanca de pelo de llama; los amautas elevaron oraciones a los dioses Viracocha y Pachamama, se sacrificaron animales, se realizaron predicciones astronómicas, y se le entregaron al líder dos bastones (un masculino cóndor y un puma femenino) que lo convierten en protector espiritual y guía de los indígenas. La ceremonia escenificó una continuidad ancestral: Evo es el indio en el poder que sucede a Atahualpa, la estirpe incaica se reinstala Y al mismo tiempo implican la mayor ruptura: las reformas de Evo son una revolución implantada respetando los principios y las formas democráticas.
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Pero para que tamaña reforma sea factible en un entorno democrático, el líder debe contar con unas mayorías holgadas en todas las instancias: los cuerpos colegiados del legislativo nacional, las gobernaciones regionales, y el control de las grandes ciudades. Ese era el objetivo de Evo para este domingo, tras aquel récord del 64,2 %, propuso ganar las elecciones llegando al 70 por ciento. Pero los bolivianos no lo han acompañado en este salto, y le impondrán un compás de espera en esta carrera casi meteórica.
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Menos concentración, más equilibrio
Los resultados del domingo muestran cierta restauración del equilibrio, con una contestación a las pretensiones hegemónicas del MAS, no sólo en las tradicionales regiones opositoras del oriente, sino en territorios propios y en las grandes ciudades que concentran la población urbana. Más allá de las lecturas oficiales y del crecimiento territorial, el apoyo neto al partido del gobierno puede haber decrecido en un 20 por ciento respecto de 2009.
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El oficialismo finalmente controlará seis regiones (la gobernaciones de La Paz, Cochabamba, Chuquisaca, Oruro, Potosí y Pando) y tres grandes municipios urbanos (El Alto, Cobija y Cochabamba). Pero el MAS perdió el control de municipios considerados bastiones estratégicos, como la ciudad de La Paz y Oruro, y los municipios rurales de Achacachi y Llallagua.
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En diciembre pasado, la gobernación de La Paz apoyó al oficialismo con un 84%, y este domingo bajó al 47%, y perdió la ciudad que es sede del gobierno a manos de su ex aliado, Luis Revilla, del Movimiento sin Miedo (MSM), una agrupación de izquierda desgajada del MAS. En 2009 la ciudad había apoyado al presidente Morales con un 63 por ciento.
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En la gran concentración urbana de El Alto ganó el MAS, pero del 87% del año pasado cayó al 39% (y la oposición de Unidad Nacional quedó sólo a 9 puntos). En Oruro, el otro gran reducto electoral del MAS, el oficialismo ganó la gobernación, pero perdió la ciudad (desde el 71% que tuvo el año pasado, bajó al 34%, también se la arrebató el Movimiento sin Miedo).
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Finalmente, Evo no pudo quitarle a la oposición el control de las zonas de la media luna fértil del oriente boliviano, Santa Cruz, Tarija, y Beni seguirán en manos opositoras, aunque el partido del presidente sigue ampliando en estas zonas su base electoral. Para el reelecto gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, los resultados del domingo expresan un renacimiento de la media luna, y promete seguir dando batalla al proyecto de Evo, una mano extendida, dijo, no debe entenderse como una mano rendida.
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El presidente, en todo caso, propone otra lectura, la suya propia. Dice que no se puede comparar una elección municipal y regional, con una elección nacional (como las que él viene ganando hace cinco años) donde se definen políticas de Estado, estrategias globales y metas económicas. Evo dice que de tener 101 alcaldías (municipios), el MAS controla desde el domingo 220 alcaldías, que significan dos tercios del total, y también gobierna en dos tercios de las provincias, y tiene a su disposición dos tercios de la Asamblea Legislativa. Y está seguro que con estos porcentajes, la posibilidad de seguir adelante con su proyecto de reforma está asegurada.
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Bajar un cambio
Y puede que su lectura esté acertada, pensamos. Pero es indiscutible que las urnas, en un entorno democrático real, están encendiendo una luz de advertencia, posiblemente no en cuanto a la dirección de las reformas, pero sí en cuanto a la velocidad de su desarrollo y aplicación. No basta con refundar el Estado por ley, los cambios deben ser interiorizados por los diversos colectivos sociales. Y parece claro que el Movimiento al Socialismo, y la propia figura del presidente, siguen firmes en los sectores rurales indígenas, pero no han conseguido conquistar el apoyo de los sectores criollos, asentados en las grandes ciudades bolivianas. Siete de las diez principales ciudades serán gobernadas por la oposición, y entre ellas las emblemáticas Sucre –capital del país-, y La Paz –sede del gobierno nacional-.
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Las elecciones proponen ejecutar un compás de espera. El mapa electoral se mantiene casi como antes, y antes reflejaba un país peligrosamente dividido. Ese sigue siendo el mayor desafío de la experiencia política encabezada por Evo Morales. Y quizás para enfrentar ese desafío deba plantearse seguir creciendo, pero a otra velocidad.
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[ en Hoy Día Córdoba, suplemento Magazine, viernes 9 de abril de 2010 ]
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nelson.specchia@gmail.com
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