MÉXICO, ni PRI ni narco
. por Nelson Gustavo Specchia
.
.
.
.
México, el gigante latinoamericano que vive en tierras del Norte, transita un tiempo de definiciones. “Demasiado lejos de Dios, y demasiado cerca de los Estados Unidos”, ubican –con un dejo de cínico derrotismo- los mexicanos a su tierra. El presidente Felipe Calderón, que inició su período gubernamental con denuncias de fraude y manipulación de la voluntad popular, para legitimarse concibió una vía arriesgada: la guerra abierta a ese narcotráfico que permea la política, las policías y hasta el ejército y la magistratura. Le declaró la guerra, claro, confiando en que la ganaría, pero a poco andar descubrió que el enemigo era aún más complicado y grande de lo que había calculado y que la guerra podía perderse.
.
El narco, por su parte, que hasta la declaración abierta y mediática de las hostilidades conformaba una red subterránea de alianzas mafiosas, atacado de frente salió a defenderse matando a diestra y siniestra, matando a los sicarios rivales, matando a los que transgredían la ley del silencio, matando a los policías y militares (a sueldo suyo desde hacía años) que quisieran salirse de las nóminas ahora, matando indiscriminadamente para dejar sentado quién manda en las pequeñas poblaciones alejadas del poder central.
.
Y, en definitiva, matando a aquellos candidatos que no se avinieran a reconocerlos como actores en el complejísimo entramado político. El narco ya no se contenta con apoyar o financiar algunos candidatos, sino que parece decidido a sacar de carrera a aquellos que hayan manifestado hacerles frente. El asesinato a plena luz del día del candidato a gobernador del estado de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, y de toda su comitiva de ocho hombres armados, cuando el proceso electoral estaba ya tan avanzado que hasta los votos estaban impresos con su nombre y no había posibilidad de rectificar las papeletas, parece decir claro y quedamente: “si vamos a un norcoestado, a los candidatos los ponemos nosotros; esta es nuestra manera de votar.”
.
Y para que la cuadratura del círculo crítico estuviera completa, el presidente Calderón debió hacer frente, en esta curva descendente de su popularidad y de su mandato, al brutal empellón del PRI, el viejo Partido Revolucionario Institucional, que gobernó hegemónicamente México desde la normalización institucional posterior a la revolución zapatista, en 1929, hasta el año 2000.
.
Con el nuevo siglo, el PRI entró en una crisis de desgranamiento y perdió el gobierno a manos de Vicente Fox. Pero se ha recompuesto durante estos años, ocupando la inédita postura de la oposición en el gobierno federal y en un buen número de estados, y en las elecciones de esta semana lanzó una fuerte andanada para recuperar alcaldías y gobernaciones, con miras de quedar en la línea del frente y volver al Palacio de la plaza del Zócalo en las próximas presidenciales de 2012.
.
Pero la sociedad mexicana, la culta, hospitalaria y dúctil población de “Nueva España” acaba de dar una muestra más de su desarrollo democrático y de la seriedad con que enfrenta el conflicto interno que desangra al país. Los comicios del domingo pasado, 4 de julio, han logrado decir, simultáneamente, que no a las pretensiones del narcotráfico de secuestrar y controlar la política nacional, y que no a las nuevas intenciones hegemónicas del PRI reconstruido. Diversidad y participación democrática, ese parece haber sido el principal mensaje de los votantes mexicanos.
.
NI TANTO NI TAN POCO
.
Después de la sorpresa que significó dejar la residencia presidencial de Los Pinos, el Partido Revolucionario Institucional se enfrentó a su propia historia, y comenzó a planificar algunos intentos de renovación. Pero en la década que lleva fuera del gobierno, tres escenarios hicieron que el PRI calculara su vuelta triunfal en estas elecciones regionales, y desde ellas ya se viera irrumpiendo nuevamente en el poder central en 2012. En primer lugar, el recambio generacional de la vieja guardia dirigente terminó colocando en la cabeza del PRI a una mujer, Beatriz Paredes, que parece sintetizar en su persona los capítulos más importantes de la trayectoria política del viejo partido –la activa participación del Estado en la regulación de la vida política- y las imprescindibles tendencias de actualización contemporánea –una mujer comandando la primera fuerza legislativa de una sociedad caracterizada por su acendrado patriarcalismo-. La señora Paredes, con su peinado a lo Frida Kahlo y sus amplias túnicas de colores vivos y motivos indígenas, es una imagen rara y distinta en la política mexicana, tan habituada a machos, charros, pistolas y botas tejanas.
.
El segundo elemento que dio alas al PRI fue la constatación que las fuerzas políticas que habían logrado expulsarlo del Zócalo eran, andando el tiempo, gigantes con pies de barro. El PRI sabe cómo se hace política y cómo se la mantiene, no en vano construyó poder desde el poder durante más de setenta años. El derechista Partido Acción Nacional (PAN) que vino a sustituirlo, en cambio, agotó su novedad en el sexenio del presidente Vicente Fox (uno de esos charros de sombreros grandes y botas altas), y llegó sin fuerzas al período de Felipe Calderón. Cuando al actual presidente le quedan aún dos años y medio, su gobierno está vacío de ideas y de nombres, y muchos (como el ex canciller de Fox, Jorge Castañeda) sostienen que tuvo que “inventar” la guerra abierta contra el narcotráfico para llenar de sentido su gestión presidencial.
.
Y el tercer elemento que llevó a que el PRI cantara victoria segura en los doce estados que ponían en juego sus gobernaciones fue la constatación que la izquierda, siguiendo una de sus tradiciones más ancestrales, seguía dividida. El ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador no ha podido salir aún de la zozobra en que cayó tras las elecciones de 2006. Su agrupación, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), siempre dijo que había ganado esas elecciones, e inclusive Andrés Manuel “juró” el cargo de presidente en la plaza del Zócalo. Pero la justicia electoral dictaminó que había perdido, por menos de un uno por ciento, a manos del oficialista Felipe Calderón. La izquierda nunca había estado tan cerca del poder en México, y desde entonces busca una nueva alternativa, pero al mismo tiempo se divide en fracciones que pujan por ocupar el lugar de Andrés Manuel.
.
Con la derecha agotada y la izquierda dividida, el viejo PRI comandado por Beatriz Paredes vio su oportunidad y a los cuatro vientos aseguró que volvía a por todas. De las 12 gobernaciones en juego aseguró que ganaría en las 12. Pero no ganó. Al contrario: el PRI perdió en tres estados en los que gobernaba desde hacía ochenta años (Sinaloa, Puebla y Oaxaca). Y los perdió de una manera ejemplarmente democrática: los dos partidos minoritarios se presentaron aliados, y juntos quebraron la hegemonía priísta. El camino a las elecciones de 2012, por ello, permanece abierto, y nadie tiene el futuro comprado.
.
CONTRA EL MIEDO
.
Por otras vías y con otros objetivos, también los grandes capos del narcotráfico querían que su presencia como actores –atípicos pero reales- de la mecánica política mexicana estuviera presente en las elecciones del domingo. La campaña de amedrentamiento a la población civil no ha conocido pausa ni retroceso en las últimas semanas, y se selló con el asesinato del candidato preferido por todas las encuestas preelectorales para convertirse en gobernador del estado de Tamaulipas.
.
Rodolfo Torre Cantú era un típico dirigente del PRI del México profundo, su territorio es una larga provincia costera bañada por las azules (y en estos tiempos enpetroladas) aguas del Golfo, y vecino de los estados de Nueva León, Chihuahua y Durango, donde el narco campea a sus anchas. En sus largos años de dominio, siempre el PRI estuvo sospechado de recurrir al asesinato político cuando las papas quemaban; ahora el narco le devuelve la moneda, y quita del camino a un candidato que había manifestado que apoyaría la embestida gubernamental contra la mafia de las drogas desde su gobernación.
.
Además de la clara advertencia a todo el arco político, el asesinato de Rodolfo Torre Cantú la semana anterior a la convocatoria a las urnas era un mensaje mafioso al propio electorado: cuidado a quien votas, o –aún mejor- no votes. Sin embargo, el sistema democrático reaccionó al miedo con sus propios anticuerpos. El PRI encontró en el hermano del candidato asesinado un reemplazo de emergencia, y Egidio Torre Cantú se hizo cargo del lugar del fallecido, se colocó un chaleco antibalas, y fue a votar rodeado de guardaespaldas. Ganó la gobernación con cerca del 70 por ciento de los votos.
.
SOSTENER EL SISTEMA
.
Y la población, en general, no se dejó amedrentar por los sicarios del narco. Sin chalecos antibalas ni tantos guardaespaldas los mexicanos concurrieron en masa, el nivel de participación no sufrió merma. Mientras los electores sostengan la participación en los comicios, el narcotráfico no podrá secuestrar el proceso democrático.
.
A Felipe Calderón le quedan dos años en el gobierno. Mediocre y desgastado, pero enteramente dentro de la competencia multipartidista y representativa. En un tiempo de definiciones, México, el gigante latinoamericano que vive en las tierras del Norte, tiene abiertas múltiples alternativas. Pero, a juzgar por los resultados del domingo, los mexicanos parecen haber comprendido que el juego republicano requiere de la diversidad y de la legitimidad que otorgan las formas democráticas: no están dispuestos a dejarle campo libre al narco, ni a que un partido único se quede exclusivamente con las palancas del poder.
La idea y los métodos del partido-Estado, hegemónico y excluyente, son parte de la historia. Ojalá.
.
.
nelson.specchia@gmail.com
.
.
.
.
.
México, el gigante latinoamericano que vive en tierras del Norte, transita un tiempo de definiciones. “Demasiado lejos de Dios, y demasiado cerca de los Estados Unidos”, ubican –con un dejo de cínico derrotismo- los mexicanos a su tierra. El presidente Felipe Calderón, que inició su período gubernamental con denuncias de fraude y manipulación de la voluntad popular, para legitimarse concibió una vía arriesgada: la guerra abierta a ese narcotráfico que permea la política, las policías y hasta el ejército y la magistratura. Le declaró la guerra, claro, confiando en que la ganaría, pero a poco andar descubrió que el enemigo era aún más complicado y grande de lo que había calculado y que la guerra podía perderse.
.
El narco, por su parte, que hasta la declaración abierta y mediática de las hostilidades conformaba una red subterránea de alianzas mafiosas, atacado de frente salió a defenderse matando a diestra y siniestra, matando a los sicarios rivales, matando a los que transgredían la ley del silencio, matando a los policías y militares (a sueldo suyo desde hacía años) que quisieran salirse de las nóminas ahora, matando indiscriminadamente para dejar sentado quién manda en las pequeñas poblaciones alejadas del poder central.
.
Y, en definitiva, matando a aquellos candidatos que no se avinieran a reconocerlos como actores en el complejísimo entramado político. El narco ya no se contenta con apoyar o financiar algunos candidatos, sino que parece decidido a sacar de carrera a aquellos que hayan manifestado hacerles frente. El asesinato a plena luz del día del candidato a gobernador del estado de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, y de toda su comitiva de ocho hombres armados, cuando el proceso electoral estaba ya tan avanzado que hasta los votos estaban impresos con su nombre y no había posibilidad de rectificar las papeletas, parece decir claro y quedamente: “si vamos a un norcoestado, a los candidatos los ponemos nosotros; esta es nuestra manera de votar.”
.
Y para que la cuadratura del círculo crítico estuviera completa, el presidente Calderón debió hacer frente, en esta curva descendente de su popularidad y de su mandato, al brutal empellón del PRI, el viejo Partido Revolucionario Institucional, que gobernó hegemónicamente México desde la normalización institucional posterior a la revolución zapatista, en 1929, hasta el año 2000.
.
Con el nuevo siglo, el PRI entró en una crisis de desgranamiento y perdió el gobierno a manos de Vicente Fox. Pero se ha recompuesto durante estos años, ocupando la inédita postura de la oposición en el gobierno federal y en un buen número de estados, y en las elecciones de esta semana lanzó una fuerte andanada para recuperar alcaldías y gobernaciones, con miras de quedar en la línea del frente y volver al Palacio de la plaza del Zócalo en las próximas presidenciales de 2012.
.
Pero la sociedad mexicana, la culta, hospitalaria y dúctil población de “Nueva España” acaba de dar una muestra más de su desarrollo democrático y de la seriedad con que enfrenta el conflicto interno que desangra al país. Los comicios del domingo pasado, 4 de julio, han logrado decir, simultáneamente, que no a las pretensiones del narcotráfico de secuestrar y controlar la política nacional, y que no a las nuevas intenciones hegemónicas del PRI reconstruido. Diversidad y participación democrática, ese parece haber sido el principal mensaje de los votantes mexicanos.
.
NI TANTO NI TAN POCO
.
Después de la sorpresa que significó dejar la residencia presidencial de Los Pinos, el Partido Revolucionario Institucional se enfrentó a su propia historia, y comenzó a planificar algunos intentos de renovación. Pero en la década que lleva fuera del gobierno, tres escenarios hicieron que el PRI calculara su vuelta triunfal en estas elecciones regionales, y desde ellas ya se viera irrumpiendo nuevamente en el poder central en 2012. En primer lugar, el recambio generacional de la vieja guardia dirigente terminó colocando en la cabeza del PRI a una mujer, Beatriz Paredes, que parece sintetizar en su persona los capítulos más importantes de la trayectoria política del viejo partido –la activa participación del Estado en la regulación de la vida política- y las imprescindibles tendencias de actualización contemporánea –una mujer comandando la primera fuerza legislativa de una sociedad caracterizada por su acendrado patriarcalismo-. La señora Paredes, con su peinado a lo Frida Kahlo y sus amplias túnicas de colores vivos y motivos indígenas, es una imagen rara y distinta en la política mexicana, tan habituada a machos, charros, pistolas y botas tejanas.
.
El segundo elemento que dio alas al PRI fue la constatación que las fuerzas políticas que habían logrado expulsarlo del Zócalo eran, andando el tiempo, gigantes con pies de barro. El PRI sabe cómo se hace política y cómo se la mantiene, no en vano construyó poder desde el poder durante más de setenta años. El derechista Partido Acción Nacional (PAN) que vino a sustituirlo, en cambio, agotó su novedad en el sexenio del presidente Vicente Fox (uno de esos charros de sombreros grandes y botas altas), y llegó sin fuerzas al período de Felipe Calderón. Cuando al actual presidente le quedan aún dos años y medio, su gobierno está vacío de ideas y de nombres, y muchos (como el ex canciller de Fox, Jorge Castañeda) sostienen que tuvo que “inventar” la guerra abierta contra el narcotráfico para llenar de sentido su gestión presidencial.
.
Y el tercer elemento que llevó a que el PRI cantara victoria segura en los doce estados que ponían en juego sus gobernaciones fue la constatación que la izquierda, siguiendo una de sus tradiciones más ancestrales, seguía dividida. El ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador no ha podido salir aún de la zozobra en que cayó tras las elecciones de 2006. Su agrupación, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), siempre dijo que había ganado esas elecciones, e inclusive Andrés Manuel “juró” el cargo de presidente en la plaza del Zócalo. Pero la justicia electoral dictaminó que había perdido, por menos de un uno por ciento, a manos del oficialista Felipe Calderón. La izquierda nunca había estado tan cerca del poder en México, y desde entonces busca una nueva alternativa, pero al mismo tiempo se divide en fracciones que pujan por ocupar el lugar de Andrés Manuel.
.
Con la derecha agotada y la izquierda dividida, el viejo PRI comandado por Beatriz Paredes vio su oportunidad y a los cuatro vientos aseguró que volvía a por todas. De las 12 gobernaciones en juego aseguró que ganaría en las 12. Pero no ganó. Al contrario: el PRI perdió en tres estados en los que gobernaba desde hacía ochenta años (Sinaloa, Puebla y Oaxaca). Y los perdió de una manera ejemplarmente democrática: los dos partidos minoritarios se presentaron aliados, y juntos quebraron la hegemonía priísta. El camino a las elecciones de 2012, por ello, permanece abierto, y nadie tiene el futuro comprado.
.
CONTRA EL MIEDO
.
Por otras vías y con otros objetivos, también los grandes capos del narcotráfico querían que su presencia como actores –atípicos pero reales- de la mecánica política mexicana estuviera presente en las elecciones del domingo. La campaña de amedrentamiento a la población civil no ha conocido pausa ni retroceso en las últimas semanas, y se selló con el asesinato del candidato preferido por todas las encuestas preelectorales para convertirse en gobernador del estado de Tamaulipas.
.
Rodolfo Torre Cantú era un típico dirigente del PRI del México profundo, su territorio es una larga provincia costera bañada por las azules (y en estos tiempos enpetroladas) aguas del Golfo, y vecino de los estados de Nueva León, Chihuahua y Durango, donde el narco campea a sus anchas. En sus largos años de dominio, siempre el PRI estuvo sospechado de recurrir al asesinato político cuando las papas quemaban; ahora el narco le devuelve la moneda, y quita del camino a un candidato que había manifestado que apoyaría la embestida gubernamental contra la mafia de las drogas desde su gobernación.
.
Además de la clara advertencia a todo el arco político, el asesinato de Rodolfo Torre Cantú la semana anterior a la convocatoria a las urnas era un mensaje mafioso al propio electorado: cuidado a quien votas, o –aún mejor- no votes. Sin embargo, el sistema democrático reaccionó al miedo con sus propios anticuerpos. El PRI encontró en el hermano del candidato asesinado un reemplazo de emergencia, y Egidio Torre Cantú se hizo cargo del lugar del fallecido, se colocó un chaleco antibalas, y fue a votar rodeado de guardaespaldas. Ganó la gobernación con cerca del 70 por ciento de los votos.
.
SOSTENER EL SISTEMA
.
Y la población, en general, no se dejó amedrentar por los sicarios del narco. Sin chalecos antibalas ni tantos guardaespaldas los mexicanos concurrieron en masa, el nivel de participación no sufrió merma. Mientras los electores sostengan la participación en los comicios, el narcotráfico no podrá secuestrar el proceso democrático.
.
A Felipe Calderón le quedan dos años en el gobierno. Mediocre y desgastado, pero enteramente dentro de la competencia multipartidista y representativa. En un tiempo de definiciones, México, el gigante latinoamericano que vive en las tierras del Norte, tiene abiertas múltiples alternativas. Pero, a juzgar por los resultados del domingo, los mexicanos parecen haber comprendido que el juego republicano requiere de la diversidad y de la legitimidad que otorgan las formas democráticas: no están dispuestos a dejarle campo libre al narco, ni a que un partido único se quede exclusivamente con las palancas del poder.
La idea y los métodos del partido-Estado, hegemónico y excluyente, son parte de la historia. Ojalá.
.
.
nelson.specchia@gmail.com
.
