jueves, 11 de agosto de 2011

Postrimerías de Al Assad (05 08 11)

Postrimerías de Al Assad
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por Nelson Gustavo Specchia

     


  El clan de los Assad no para de escenificar la triste y trágica comedia del tiburón moribundo, al que se le acaba el oxígeno pero en su final sigue tirando dentelladas. El ejército de la República Árabe Siria entró esta semana a sangre y fuego en la rebelde ciudad de Hama, con tanques disparando a los edificios y ametrallando a los grupos de civiles, en un nuevo intento de acallar la emergencia de protestas contra el régimen de Damasco, sin respetar ni siquiera los inicios del mes sagrado musulmán, el Ramadán.

        La seguidilla de censuras internacionales que vienen cercando a los Assad desde hace cuatro meses, cuando llegaron los primeros vientos de la “primavera árabe” a Siria, y comenzaron a tomar forma las acciones opositoras a una autocracia cerrada a cal y canto contra cualquier voz disonante, tuvo un nuevo giro en los últimos días, cuando las fotos de las víctimas de Hama ocuparon los titulares de los periódicos del mundo.

         Después de las múltiples sanciones verbales de la canciller norteamericana Hillary Clinton, y de las amenazas poco veladas de la Casa Blanca, cuando el conteo de víctimas mortales en la ciudad rebelde pasó el centenar, la Unión Europea se sumó a los Estados Unidos con nuevas sanciones contra altos funcionarios del régimen. A la lista que ya integra el propio jefe de Estado sirio, Bachar al Assad, junto a su familia y a colaboradores muy cercanos, los europeos sumaron esta semana al ministro de Defensa, general Alí Habib Mahmoud, y al jefe de la inteligencia militar del régimen en Hama, Mohamed Mufleh. La lista negra siria ya suma 35 jerarcas con prohibición de entrada a cualquiera de los 27 países de la organización continental; una medida que hace inviable la hipotética posibilidad de un futuro exilio dorado en el Viejo Continente, y –quizá más importante aún para los oscuros personajes de las elites autoritarias árabes- la congelación de sus bienes y de los activos en cuentas bancarias a su nombre, depositadas en entidades financieras europeas.

        El creciente rol de la sociedad civil occidental en manifestaciones contra la represión en Siria, se ha convertido en un lobby que presiona sobre los gobiernos. Y las marchas, que se vienen sucediendo en la mayor parte de las grandes ciudades europeas, junto a la decisión asumida por los órganos continentales en Bruselas, llevaron a la toma de posición de los Ejecutivos nacionales en el trato bilateral con Damasco. El ministro de Asuntos Exteriores de Italia, Franco Frattini, llamó a su embajador a Roma; y su colega británico, William Hague, exigió en nombre del gobierno de David Cameron a Bachar al Assad que detenga la violencia en Hama, o abandone su cargo. Y hasta los propios aliados regionales y musulmanes, como el presidente turco Abdullah Gull, admitieron que no podían permanecer callados y “aceptar esta sangrienta atmósfera, justo en el inicio del sagrado mes del Ramadán”.

LA TIBIA ONU

        La rebeldía de la ciudad de Hama es tristemente legendaria. En 1982 se sublevó contra Hafez al Assad, el fundador de la dinastía y padre del actual presidente. Hafez mandó a su hermano al frente de los tanques, y la represión se cobró entonces unos 30.000 muertos, según las cifras de las organizaciones humanitarias. Con semejante antecedente, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no podía permanecer como pasivo espectador, y estaba obligado a ir más allá de las meras censuras diplomáticas como las ensayadas por los europeos. Así venía impulsándolo la representación estadounidense, y esta semana terminaron por aceptarlo los responsables de la política internacional de Rusia y de China, las dos potencias que hasta ahora –junto con India y Brasil- habían bloqueado cualquier posibilidad de condena desde el máximo organismo del sistema multilateral. En la noche del miércoles, y tras duras negociaciones, los embajadores ante el Consejo emitieron finalmente una carta de condena.

        Aunque, después de la experiencia de Libia (donde una resolución del Consejo habilitó el bombardeo contra las fuerzas regulares de Muhammar el Khaddafi, desatando la acción de guerra internacional que se mantiene hasta hoy) el órgano de máximo poder de la ONU no emitió ahora una resolución similar, con fuerza jurídica, sino una declaración de su presidencia rotatoria –que ejerce actualmente el hindú Hardeep Singh Puri- y que por lo tanto no es vinculante. Aún así, la carta condena al gobierno sirio por la violenta represión contra la población civil, y exige un cese inmediato de la violencia. Se queja de que los compromisos de reforma tantas veces anunciados por las autoridades nunca llegan a implementarse, y pide formalmente a la República Árabe Siria que cumpla con las promesas realizadas desde que empezaron las movilizaciones de protesta, cuando llegaron los primeros vientos de los alzamientos populares provenientes del Norte de África. 

        Una acción más tibia de lo que muchos esperaban, pero el primer paso formal de las Naciones Unidas contra los Assad. Y con acuerdo de rusos y de chinos, lo que permite deducir que el horizonte de una posible intervención internacional ha comenzado a discutirse.

        Y la primera que tomó nota de este cambio en la situación global fue la familia gobernante. El clan Al Assad no esperó apenas unas horas tras la carta de sanción de la ONU, y el presidente declaró ayer en Damasco que el régimen político sirio se abre a la competencia multipartidaria y democrática.

MANOTAZOS DE AHOGADO

        Pero la combinación entre mordiscos de tiburón y concesiones ya no es creíble como estrategia de perpetuación. La mezcla de despotismo; corrupción; desarrollo económico inequitativo; amplias brechas sociales; nulas garantías de derechos humanos y políticos; y una represión sin miramientos ni contemplaciones contra cualquier conato de disenso, no podrán eliminarse tan tardíamente y con un decreto que promete –vuelve a prometer, como tantas otras veces- una normalización institucional y una democratización de la vida política comandada por la misma elite que retiene todas las palancas del poder desde hace medio siglo.

        Una estrategia como esta quizás hubiera podido parar el levantamiento sirio en marzo, cuando las protestas árabes provenientes de Egipto, Túnez y Libia llegaron a la sureña ciudad de Deraa. Sin embargo entonces los Al Assad echaron mano de la herramienta tradicional, y enviaron al Ejército a disparar a mansalva sobre cientos de manifestantes. Después de ese mordisco, que terminó con 37 víctimas fatales, Bachar al Assad prometió subir el sueldo de los empleados públicos: Golpe y concesión.

        O aún un tiempo después: La apertura al multipartidismo y a la democratización quizás podría haber sido efectiva en abril, cuando los “Viernes de la Dignidad” ya habían empezado a calar hondo en la protesta semanal. Pero entonces escogieron acorralar a Deraa, con otros sesenta fallecidos, y con la tortura y muerte del niño de 13 años, Hamza al Jatib, a manos de oficiales de las fuerzas armadas. La foto del joven torturado, en las tapas de los diarios, fue prendiendo mechas por todo el territorio sirio. Para mayo ya ardían las revueltas en Banias y en Homs. En junio comenzó el éxodo de aterrada población civil hacia la frontera turca: los Assad ordenaron a la policía que disparase contra los civiles que intentaban cruzar la alambrada del límite internacional con el país vecino, y ante la negativa de algunos agentes, 80 policías fueron fusilados en Jisr al Shughur.

        Ya casi no había margen, pero quizás todavía podría haber colado como estrategia aperturista antes del 10 de julio. Ese día los embajadores de Estados Unidos y de Francia visitaron la rebelde ciudad de Hama, y como respuesta el régimen mandó a sus fuerzas de choque a que asaltasen ambas embajadas en Damasco. Al día siguiente, Hillary Clinton declaraba que Bachar al Assad había perdido su legitimidad (¿cómo es que aún la conservaba?), y que Estados Unidos no consideraba que su continuidad fuera “indispensable” para asegurar la paz en la región. Para muchos, sonó a texto de certificado de defunción política. 

        Así que ahora ya no hay más margen para ordenar la democratización por decreto. Los Al Assad viven los tiempos de sus postrimerías, sobre los 3.000 desaparecidos y los 1.583 cadáveres de civiles que acumulan desde marzo.
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