Columna “En foco” - El Mundo - página 2 - Hoy Día Córdoba – martes 24 de abril de 2012
Purgantes chinos
por Pedro I. de Quesada
En los dos gigantes políticos del globo se viven tiempos preelectorales, pero mientras en los Estados Unidos se desconoce quién será el vencedor y sí se sabe cuáles serán los pasos de los comicios, en China sucede exactamente lo contrario: Ya está definido y anunciado quién reemplazará al presidente Hu Jintao (será Xi Jinping), pero nadie sabe cuáles han sido los pasos que se siguieron para llegar a esa definición.
China, en los papeles una República Popular gobernada por un partido único, pelea a nivel internacional por su reconocimiento como Estado de derecho pleno (especialmente en los ámbitos económicos y en la Organización Mundial de Comercio – OMC); pero, al mismo tiempo, mantiene una ambigua oscuridad sobre los métodos internos del Partido Comunista Chino y las luchas por el gobierno entre líneas y dirigentes.
Y cuando el vaso del secreto se desborda y rebalsan hechos imposibles de negar públicamente, el sistema impone un apagón informativo gigantesco (o sea, bloquea la web y las redes sociales por internet), que sólo es posible por las férreas condiciones de control policial que mantiene el régimen de Pekín.
Pero amén de esa muralla china de censuras y silencios, algunas chispas saltan hacia el otro lado, y permiten inferir la naturaleza real del conflicto político al interior del sistema.
La defenestración pública al dirigente Bo Xilai, apenas unas horas antes de que llegase a sentarse en el exclusivísimo círculo de los poderosos de China, ha sido la más grande de esas chispas que no pudieron ser detenidas por ninguna frontera geográfica ni informática.
Hijo del “inmortal” Bo Yabo (uno de los generales fundadores de la República junto a Mao Tsé Tung), Bo Xilai ha sido una estrella ascendente de la política durante treinta años. Se hizo fuerte desde el gobierno de la región china de Chongking (una “provincia” con una población similar a todo nuestro país), preparando su asalto al poder.
Y a punto estuvo de ocupar una de las nueve sillas del Comité Permanente del Politburó –la cúspide de la pirámide del poder- cuando se hizo público el asesinato del inversor británico Niel Heywood.
El inglés, vinculado al servicio secreto londinense MI-6, era un buen amigo de los Bo, con quienes hizo negocios durante años. Pero parece que dejaron de entenderse, y la esposa del líder chino, Gu Kailai, decidió cortar por lo sano: le agregó arsénico al té del amigo británico.
Lectora quizás de los métodos de la argentina Yiya Murano, la señora de Bo terminó provocando un cataclismo: habilitó una nueva purga en el Partido Comunista y en el gobierno central, y los enemigos políticos de su marido hicieron rodar su cabeza (de momento sólo metafóricamente, pero habrá que ver el fin del proceso judicial en un país con pena de muerte).
Los analistas de China dicen que con la purga ganan los reformistas, pero cómo saberlo.
Deberían purgar también esa muralla alguna vez.
En Twitter: @nspecchia
.
Purgantes chinos
por Pedro I. de Quesada
En los dos gigantes políticos del globo se viven tiempos preelectorales, pero mientras en los Estados Unidos se desconoce quién será el vencedor y sí se sabe cuáles serán los pasos de los comicios, en China sucede exactamente lo contrario: Ya está definido y anunciado quién reemplazará al presidente Hu Jintao (será Xi Jinping), pero nadie sabe cuáles han sido los pasos que se siguieron para llegar a esa definición.
China, en los papeles una República Popular gobernada por un partido único, pelea a nivel internacional por su reconocimiento como Estado de derecho pleno (especialmente en los ámbitos económicos y en la Organización Mundial de Comercio – OMC); pero, al mismo tiempo, mantiene una ambigua oscuridad sobre los métodos internos del Partido Comunista Chino y las luchas por el gobierno entre líneas y dirigentes.
Y cuando el vaso del secreto se desborda y rebalsan hechos imposibles de negar públicamente, el sistema impone un apagón informativo gigantesco (o sea, bloquea la web y las redes sociales por internet), que sólo es posible por las férreas condiciones de control policial que mantiene el régimen de Pekín.
Pero amén de esa muralla china de censuras y silencios, algunas chispas saltan hacia el otro lado, y permiten inferir la naturaleza real del conflicto político al interior del sistema.
La defenestración pública al dirigente Bo Xilai, apenas unas horas antes de que llegase a sentarse en el exclusivísimo círculo de los poderosos de China, ha sido la más grande de esas chispas que no pudieron ser detenidas por ninguna frontera geográfica ni informática.
Hijo del “inmortal” Bo Yabo (uno de los generales fundadores de la República junto a Mao Tsé Tung), Bo Xilai ha sido una estrella ascendente de la política durante treinta años. Se hizo fuerte desde el gobierno de la región china de Chongking (una “provincia” con una población similar a todo nuestro país), preparando su asalto al poder.
Y a punto estuvo de ocupar una de las nueve sillas del Comité Permanente del Politburó –la cúspide de la pirámide del poder- cuando se hizo público el asesinato del inversor británico Niel Heywood.
El inglés, vinculado al servicio secreto londinense MI-6, era un buen amigo de los Bo, con quienes hizo negocios durante años. Pero parece que dejaron de entenderse, y la esposa del líder chino, Gu Kailai, decidió cortar por lo sano: le agregó arsénico al té del amigo británico.
Lectora quizás de los métodos de la argentina Yiya Murano, la señora de Bo terminó provocando un cataclismo: habilitó una nueva purga en el Partido Comunista y en el gobierno central, y los enemigos políticos de su marido hicieron rodar su cabeza (de momento sólo metafóricamente, pero habrá que ver el fin del proceso judicial en un país con pena de muerte).
Los analistas de China dicen que con la purga ganan los reformistas, pero cómo saberlo.
Deberían purgar también esa muralla alguna vez.
En Twitter: @nspecchia
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