miércoles, 11 de abril de 2012

Malvinas - "Una cuestión nacional" - revista CIUDAD EQUIS


UNA CUESTIÓN NACIONAL

por Nelson-Gustavo Specchia








Desde una lectura simplista, la “cuestión Malvinas” ha marcado una divisoria de aguas, como una de las reflexiones que integran el abanico temático propio de la derecha política, mientras que entre los pensadores socialdemócratas es soslayada, cuando no directamente considerada como un lastre distractivo que debería ser eliminado de la agenda.

En esta división se ubican algunos elementos que se agregaron recientemente al debate, como una carta de 16 intelectuales (sólo 16, ya que no han trascendido mayores adhesiones) a la Presidenta de la República. Sin llegar al extremo gritón de Silvina Walger pidiendo desde su columna del diario La Nación que “dejemos en paz a esos isleños”, también un escritor convertido en vocero de la oposición “por izquierda” al gobierno vuelve sobre aquella antinomia, al preguntarse cuán mal estarán las cosas para que la administración de Cristina Kirchner se haya abocado a Malvinas; un tema al que el peronismo, según Martín Caparrós, suele apelar como uno de los últimos recursos para llenar el vacío de atención mediática y populista, cuando todo lo demás se ha acabado.

Yo no adhiero a estas posiciones, precisamente porque pienso que aquella divisoria de aguas ha terminado siendo maniquea y simplista.

Hace tiempo que Malvinas dejó de ser patrimonio reivindicativo de la derecha nacionalista, para convertirse en un tema que cruza diferentes sensibilidades, concepciones y maneras de entender la cosa pública. Malvinas, hoy, provoca en los argentinos un sentimiento generalizado de pertenencia.

Hay una línea transversal, que cruza diferencias geográficas, situacionales, económicas y hasta generacionales, y que vincula a distintos colectivos, con pocos puntos de contacto entre sí, con el problema de las Malvinas.

No estamos ya ante una reivindicación nacionalista, sino ante una cuestión nacional. Una diferencia tan sutil, como determinante.

Y puestos en este lugar, de las opciones para enfrentar el tema de la soberanía argentina sobre el archipiélago, la peor de todas sería soslayar la cuestión. Cajonear la carpeta en algún oscuro archivero, suponiendo que alguna vez las condiciones estructurales para una negociación bilateral serán mejores.

Pero es que esas condiciones serán, inexorablemente, cada vez más complejas, tanto desde la perspectiva económica de disposición de recursos naturales, como desde la comunicación y la defensa, e inclusive si se considera el largo plazo de la discusión sobre la proyección antártica y las reservas de agua dulce. Hay que afrontar esta agenda ahora, sin los pruritos de su carga ideológica y semántica, y aprovechando la actual sinergia en el liderazgo continental.

La dictadura declaró una guerra, que perdimos. Pero el gobierno democrático tiene toda la legitimidad para plantear el reclamo por la vía pacífica, apelando al derecho internacional público y haciendo uso de las instancias multilaterales.

Y está, además, obligado a hacerlo, porque Malvinas ya es una causa nacional.





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