Columna “En foco” - El Mundo - página 2 - Hoy Día Córdoba – martes 10 de abril de 2012
Estrellita coreana
por Pedro I. de Quesada
Aunque desde lejos la política de Corea del Norte aparezca teñida del simplismo de las dictaduras cerradas a cal y canto, esa imagen maniquea que proyecta, esconde el encarnizamiento de las luchas internas en la punta de la pirámide del poder.
Lejos de haber terminado, el período de afirmación del liderazgo del joven Kim Jong Un y su nuevo gobierno –tras la muerte de su padre, el autócrata Kim Jong Il- transita todavía un período experimental.
No solo la juventud del nuevo mandatario, sino su objetiva falta de experiencia en temas de gobierno y en prácticas militares, despiertan más suspicacias que adhesiones entre la vieja casta de generales, algunos de los cuales permanecen en la primera línea del gobierno de la parte Norte de la península desde que el primero de la dinastía, Kim Il Sung, fundara el país.
Y el poder, en Corea, está indisolublemente ligado a la capacidad de utilización la bomba atómica. El plan nuclear comenzado por el primer Kim, y tantas veces manipulado por su hijo en la eterna disputa con el país pro-occidental de la mitad Sur de la península (abandonó hace tres años las negociaciones multilaterales sobre el desmantelamiento de armamento atómico), vuelve a ser convocado ahora por el tercer Kim en su estrategia de consolidación.
Aunque el régimen de Pyongyang admitió en febrero pasado una moratoria nuclear y parar los lanzamientos de misiles de largo alcance, para recibir a cambio ayuda alimentaria, los servicios de inteligencia surcoreanos filtraron la versión de que el rechoncho Kim Jong Un se prepara a lanzar una nueva prueba balística nuclear, la tercera en esta historia de dimes, diretes y trascendidos entre las dos Coreas.
La versión de los espías del Sur es confiable: esta semana en el Norte comenzarán los festejos del centenario del nacimiento de Kim Il Sung, y su nieto necesita con urgencia una muestra de poderío ante el escenario interno de la gerontocracia militar.
Una muestra que también funcionaría para la opinión pública externa (siempre especialmente mirando a los vecinos de abajo del paralelo de cuarenta grados): una manera de mostrar que no habrá ni un paso atrás en la política bilateral.
La versión de los espías se apoya en el anuncio de Pyongyang del lanzamiento de un cohete, entre el 12 y el 16 de abril, que estaría destinado a poner en órbita un satélite de observación sobre bosques y recursos naturales, al que han dado el esperanzador nombre de Kwangmyongsong-3 (“Estrella Brillante”).
Los americanos amenazan con comenzar nuevamente con las sanciones; los japoneses han llenado el mar que los separa con misiles interceptores, otro anillo de cohetes Patriot alrededor del centro de Tokio, y el primer ministro Yoshihiko Noda ha dado la orden de derribarlo si cruza el territorio japonés.
Termine llevando una ojiva nuclear, o un inocuo satélite astronómico, los coreanos ya han logrado instalar su estrellita.
Twitter: @nspecchia
Estrellita coreana
por Pedro I. de Quesada
Aunque desde lejos la política de Corea del Norte aparezca teñida del simplismo de las dictaduras cerradas a cal y canto, esa imagen maniquea que proyecta, esconde el encarnizamiento de las luchas internas en la punta de la pirámide del poder.
Lejos de haber terminado, el período de afirmación del liderazgo del joven Kim Jong Un y su nuevo gobierno –tras la muerte de su padre, el autócrata Kim Jong Il- transita todavía un período experimental.
No solo la juventud del nuevo mandatario, sino su objetiva falta de experiencia en temas de gobierno y en prácticas militares, despiertan más suspicacias que adhesiones entre la vieja casta de generales, algunos de los cuales permanecen en la primera línea del gobierno de la parte Norte de la península desde que el primero de la dinastía, Kim Il Sung, fundara el país.
Y el poder, en Corea, está indisolublemente ligado a la capacidad de utilización la bomba atómica. El plan nuclear comenzado por el primer Kim, y tantas veces manipulado por su hijo en la eterna disputa con el país pro-occidental de la mitad Sur de la península (abandonó hace tres años las negociaciones multilaterales sobre el desmantelamiento de armamento atómico), vuelve a ser convocado ahora por el tercer Kim en su estrategia de consolidación.
Aunque el régimen de Pyongyang admitió en febrero pasado una moratoria nuclear y parar los lanzamientos de misiles de largo alcance, para recibir a cambio ayuda alimentaria, los servicios de inteligencia surcoreanos filtraron la versión de que el rechoncho Kim Jong Un se prepara a lanzar una nueva prueba balística nuclear, la tercera en esta historia de dimes, diretes y trascendidos entre las dos Coreas.
La versión de los espías del Sur es confiable: esta semana en el Norte comenzarán los festejos del centenario del nacimiento de Kim Il Sung, y su nieto necesita con urgencia una muestra de poderío ante el escenario interno de la gerontocracia militar.
Una muestra que también funcionaría para la opinión pública externa (siempre especialmente mirando a los vecinos de abajo del paralelo de cuarenta grados): una manera de mostrar que no habrá ni un paso atrás en la política bilateral.
La versión de los espías se apoya en el anuncio de Pyongyang del lanzamiento de un cohete, entre el 12 y el 16 de abril, que estaría destinado a poner en órbita un satélite de observación sobre bosques y recursos naturales, al que han dado el esperanzador nombre de Kwangmyongsong-3 (“Estrella Brillante”).
Los americanos amenazan con comenzar nuevamente con las sanciones; los japoneses han llenado el mar que los separa con misiles interceptores, otro anillo de cohetes Patriot alrededor del centro de Tokio, y el primer ministro Yoshihiko Noda ha dado la orden de derribarlo si cruza el territorio japonés.
Termine llevando una ojiva nuclear, o un inocuo satélite astronómico, los coreanos ya han logrado instalar su estrellita.
Twitter: @nspecchia