viernes, 4 de mayo de 2012

Síntomas de poschavismo (04 03 12)

Síntomas de poschavismo

por Nelson Gustavo Specchia






Las elecciones presidenciales en Venezuela se acercan a ritmo sostenido, y su clima político no deja de enrarecerse cada día. Las tertulias de los cafés de Caracas tienen un tema excluyente: la salud del presidente Hugo Chávez.

Todas las mediciones de intención de voto le dan un margen de ventaja cómoda al comandante Chávez para seguir dirigiendo la Revolución Bolivariana; pero esas mismas encuestan muestran la otra cara de la moneda: si no es el presidente en persona quien encabece las papeletas del 7 de octubre, ningún otro dirigente del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) tiene unos porcentajes de adhesión similares.

O sea, la victoria del joven y carismático dirigente opositor, Henrique Capriles, quedaría asegurada. Una alternativa de hierro.

“VIVA EL CÁNCER”

Aunque los números de las encuestas son coincidentes, la oposición ha tenido hasta ahora el buen tino de dejar el tema de la salud presidencial fuera de la campaña.

Líder de una experiencia inédita, como que toda la oposición se haya unido detrás de su figura mediante una elección en internas abiertas, Capriles ha jugado la sabia carta de la prudencia.

Los 39 años del gobernador del estado de Miranda son un ejemplo de la renovación generacional que ha vivido la clase política venezolana, tanto en las filas opositoras como en la propia nómina gubernamental. Los tres dirigentes más cercanos a Hugo Chávez tienen menos de 50 años: el vicepresidente Elías Jaua tiene 42; y Diosdado Cabello, el presidente del Congreso, y el canciller Nicolás Maduro, ambos 49.

A pesar de esta franja etaria, la concentración en torno a la figura presidencial ha sido tan alta que ninguno logra medir una intención de voto comparable a la de Chávez.

En la largada de campaña en Barquisimeto, en el Oeste venezolano, Henrique Capriles volvió a dejar de lado la cuestión del cáncer: "le deseo larga vida a mi contrincante", dijo. Pero los que no pueden seguir dejándola de lado son los propios chavistas, que tuvieron que lanzar la campaña sin la presencia de su principal candidato.

Las estancias en La Habana son cada vez más prolongadas, y además de haber afectado la dinámica de la toma de decisiones al interior de la administración, ahora también condicionará la campaña en la que Chávez se juega su eventual reelección para un tercer período presidencial consecutivo, tras 13 años en el ejercicio efectivo del poder.

GOBIERNO ELECTRÓNICO

Desde hace casi un año, cuando Chávez fue sometido a la primera de las intervenciones quirúrgicas en Cuba, la salud del presidente se ha convertido en un secreto de Estado del que solamente él está habilitado para hablar y dar detalles, inclusive a los círculos más altos del PSUV.

El comandante ha elegido con mucho cuidado la dosificación de esa información que va soltando, y los lugares dónde realizarla. Así, en febrero de este año, en unas declaraciones informales y casi de pasada, reveló que volvería a Cuba a tratarse de una nueva "lesión", ubicada en el mismo lugar de donde le habían extraído un tumor "grande como una pelota de béisbol" en junio de 2011.

El 4 de marzo, en un programa emitido por la televisión pública venezolana pero grabado el día anterior en Cuba, anunció que el segundo tumor extirpado era también canceroso. Esas fueron las últimas declaraciones oficiales sobre su estado de salud, todo lo demás han sido cálculos y especulaciones que se tejen a diario en las tertulias de los cafés caraqueños.

En todo caso, esas escuetas declaraciones y el manejo de la información oncológica permiten entrever algunas lecturas políticas.

Si se cuentan las veces que Hugo Chávez admitió haber sido operado en La Habana, hay tres intervenciones quirúrgicas; en dos de ellas se le extrajeron tumores malignos de la zona abdominal, aunque sin detalle del lugar preciso y de los órganos comprometidos. También, que las sesiones de radio y quimioterapia aplicadas después de la segunda operación no prosperaron, y obligaron a una tercera intervención.

El 17 de marzo regresó a Caracas, tras permanecer en la isla 21 días, pero el 25 de marzo volvió a volar a La Habana. No precisó cuánto tiempo estará ausente esta vez, pero dijo que los tratamientos de radioterapia se extenderán "por cuatro o cinco semanas".

Desde que comenzaron sus viajes al centro médico cubano, el jefe de Estado se ha negado sistemáticamente a cumplir con el mandato constitucional de delegación del poder en el vicepresidente en caso de ausencia, lo que implica, de hecho, el movimiento de todo el Ejecutivo y el ejercicio extraterritorial del gobierno.

Las redes sociales, los 140 caracteres de los mensajes de Twitter, y las videoconferencias con los ministros de su gabinete -que son retrasmitidas, a su vez, por los canales abiertos de televisión- se han convertido en las herramientas de la gestión política venezolana.

LOS CACHORROS DE LA REVOLUCIÓN

Más allá de la originalidad rupturista en los modos de ejercicio del poder por parte de Hugo Chávez, el entorno y el PSUV han comenzado a filtrar las dudas que despiertan las mediciones de intención de voto para las próximas elecciones.

Unas filtraciones que, a pesar de que todos cierren públicamente filas en torno a su figura, denotan los primeros síntomas del postchavismo: alguien se ha puesto a pensar en cómo retener el poder sin contar con la persona del comandante-presidente.

De la segunda línea de dirigentes, es el vicepresidente Elías Jaua quién recaba mayores simpatías, tanto en las altas esferas del grupo gobernante como a nivel de aceptación popular. Y detrás de él, el canciller Nicolás Maduro, un hombre de extracción sindical que conserva las buenas relaciones con los gremios.

Pero estos dirigentes enfrentan un doble desafío si los planes de generación de un escenario postchavista terminan cuajando (o imponiéndose: mientras escribo esta nota, el periodista Nelson Bocaranda, que mantiene el blog "Runrun.es" sobre la salud del presidente, informa que Chávez está casi postrado en La Habana, y utiliza una silla de ruedas acondicionada especialmente para él).

Tanto Jaua como Maduro necesitarían que sea Hugo Chávez en persona quién los convierta en candidatos; esa es la única alternativa para que a estas alturas, con la campaña electoral ya lanzada, tengan tiempo de apropiarse de los porcentajes de votos que el carisma del presidente mantiene adheridos a su cuerpo.

Y el segundo desafío son los militares. Los cachorros de la revolución son civiles, pero el Ejército ha sido la pieza clave de construcción del poder en Venezuela, especialmente después de haber logrado abortar el golpe de Estado del 11 de abril de 2002, organizado por sectores de las altas finanzas y por la cúpula de la Iglesia católica, con el beneplácito de George W. Bush y de su secretaria de Estado, Condoleezza Rice.

Desde entonces los militares han acaparado una cuota de poder político -y económico- que será difícil que resignen, salvo que el heredero del coronel de paracaidistas sea otro colega de armas.

Chávez, en todo caso, no admite sucesores, y sigue diciendo que gobernará hasta 2031 y más allá.

Para entonces los cachorros habrán crecido.




En Twitter:  @nspecchia