jueves, 12 de julio de 2012

¿Por qué se empecina Rajoy? (13 07 12)

HOY DÍA CÓRDOBA – columna “Periscopio” – viernes 13 de julio de 2012. 


¿Por qué se empecina Rajoy? 


 Nelson Gustavo Specchia 






La Presidenta argentina cuenta cómo en pleno desayuno, hojeando el diario El País, casi “se atraganta con la tostada” al ver, en la portada del diario más leído en idioma español, al “pelado” ministro de Economía del gobierno de Mariano Rajoy, cariacontecido debajo de un titular que informa que España se encuentra por completo sometida al control de la Unión Europea.

La sorpresa que tan gráficamente ilustró la jefa de Estado fue compartida en todas las latitudes, y sin distinciones de perspectivas ideológicas: desde la TeleSur venezolana del comandante Hugo Chávez, hasta La Nación, de Buenos Aires, que tituló “La UE avanza sobre España y le recorta soberanía”.

Una sensación de zozobra a ambos lados del Atlántico que no repunta: Antonio Caño, el corresponsal en Washington de El País, una de las autoridades del periodismo internacional, publicó ayer en su cuenta de Twitter (‏@antonio_cano_) una pregunta contundente: “¿Quedará algo de España cuando llegue la próxima semana?”

Hay otra pregunta que no deja de dar vueltas al revisar esa prensa que acabo de citar a vuelapluma: ¿qué pretende Rajoy?, ¿hasta qué extremo está dispuesto a insistir en una vía que se ha mostrado poco eficiente para detener la crisis económica, y que es evidente que vacía de contenido político su propia Administración?

DOS FOTOGRAFÍAS

También han circulado por las redes sociales, en las últimas horas, dos fotografías que ilustran, con mayor contundencia que muchos artículos de fondo, esas preguntas.

Por un lado, una instantánea doble que compara la actitud del gobierno italiano y del español: cuando Mario Monti hizo público su plan de austeridad, que debería llevar al ahorro de 30.000 millones de euros al presupuesto italiano, la encargada de anunciar las medidas de ajuste fue su ministra de Trabajo, Elsa Fornero. La funcionaria, tras informar las medidas concretas que impactarían sobre los trabajadores y los sectores sociales más deprimidos, se largó a llorar. De vergüenza, parecía. O quizá de impotencia.

A esa foto de la ministra secándose las lágrimas, en las redes sociales ha circulado su contraste español: la bancada legislativa del Partido Popular aplaudiendo, con las sonrisas pintadas en el rostro, los anuncios de recortes presupuestarios que el presidente del Gobierno anuncia viernes a viernes.

Los conservadores ibéricos, a diferencia del “gobierno técnico” del profesor Monti en Roma, disfrutan y aplauden la cirugía mayor en la economía, que recortará 65.000 millones de euros de jubilaciones, hospitales, escuelas y universidades.

Además de esa fotografía comparativa, una segunda instantánea muestra el reverso de la moneda: un minero asturiano con la cara ensangrentada por los golpes de la represión policial. Los mineros partieron en una larga “marcha negra”, desde el Principado de Asturias hacia Madrid, y a su paso se le han ido uniendo grupos sociales disímiles, desde amas de casa a los jóvenes “indignados” del 15-M, profesionales, jubilados, empleados de comercio.

Una movilización que inclusive ha encontrado con la guardia baja a las centrales sindicales españolas –UGT y Comisiones Obreras-, que recién en un segundo momento han salido a apoyar con acciones propias a la gran marcha minera, con anuncios de paros para el próximo 19 de julio.

La concentración masiva que ha despertado la “marcha negra” de los asturianos constituye, claramente, la mayor evidencia del rechazo social que generan las medidas que cada viernes se pergeñan en La Moncloa.

Pero no hay caso, Rajoy no cede. La perseverancia y el tesón, ya se sabe, pueden ser cualidades remarcables en la gestión política; la obcecación, en cambio, es siempre síntoma de pocas luces. Y de cobardía.

VAMOS MAL, PERO IREMOS PEOR

El “paquete” de los últimos anuncios, que ha generado aquella avalancha de titulares y de dirigentes sorprendidos, incluye nuevos recortes –de hasta 65.000 millones de euros en dos años-, el anuncio de que la recesión se mantendrá al menos durante los próximos tres trimestres, hundiendo el crecimiento también en el año 2013; y la perspectiva –desdibujada- de que semejante sacrificio provoque una devaluación fiscal (por la combinación entre la subida del IVA y las cotizaciones sociales) que debería llevar, a su vez, a que la economía de la península gane competitividad.

Esto es, conduciría a que bajen los costos del dinero, para que el país pueda volver a endeudarse a precios más razonables –hoy la calificación de sus bonos de deuda está en la categoría de “basura”-, y a que las exportaciones vuelvan a superar a las importaciones.

Esa sería la hipótesis de condiciones que devolverían la posibilidad de crecimiento, y en la que Rajoy y su gobierno han puesto todas las fichas.

Como si estuviera en el medio de una sangrienta batalla (como aquella donde sir Winston Churchill, bajo las bombas nazis, sólo podía prometer al pueblo británico “sangre, sudor y lágrimas”), Mariano Rajoy, con su cara más seria dice “los españoles no podemos elegir si hacer o no sacrificios. No tenemos esa libertad”.

Y después de advertir que no es libre (debe entenderse: ni él ni su gobierno) política ni económicamente, porque las riendas reales del Ejecutivo han pasado a ser manejadas por los funcionarios técnicos de la Unión Europea en los edificios de Bruselas, Rajoy asumió esta semana el mayor paquete de recortes de la historia española moderna.

Los memoriosos tienen que remontarse al franquista Plan de Estabilización, impuesto manu militari en 1959, para encontrar algo que se parezca a este conjunto de rebajas de sueldos de empleados públicos; reorganización estructural de la burocracia administrativa; reducción de la prestación de desempleo; achicamiento de jubilaciones; supresión de servicios públicos en las ciudades; eliminación lisa y llana de municipalidades “deficitarias”; y subida generalizada de impuestos (en especial el icónico Impuesto al Valor Agregado, la bestia negra de los liberales que el Partido Popular aseguró siempre que no tocaría). 


El conjunto de medidas constituye, en realidad, las condiciones elaboradas por los técnicos del Banco Central Europeo; lo que implica, en última instancia, las decisiones del equipo de liderazgo capitaneado por la canciller Ángela Merkel (“líder de la desolidarización europea”, Habermas dixit) y del Bundesbank, para girar los fondos que “rescatarán” a los bancos españoles de la quiebra. 


Todo ello a pesar de que la debacle del sector financiero y de las Cajas de Ahorro en las comunidades autónomas sea un horizonte que permanece cercano y activo: los suplementos económicos de la prensa madrileña aseguran que las planchas para imprimir pesetas están listas en la imprenta de la casa de la moneda. 


Por lo demás, los propios cálculos gubernamentales admiten que las medidas restrictivas, con directo impacto en el consumo, agravarán más todavía el proceso recesivo –la segunda ola de crecimiento negativo en los últimos dos años-, con una caída de la actividad económica cercana al 2 por ciento. 


El paquete es draconiano, y la hipótesis a la que el gobierno del Partido Popular ha jugado todas las fichas es de alto riesgo. 


En primer lugar, porque experiencias similares en otras latitudes no han funcionado. Segundo, debe tenerse en cuenta la seria posibilidad de un agravamiento del entorno económico europeos: de Portugal a Grecia, pero también en Gran Bretaña y en Francia, hasta ahora la única excepción sigue siendo la segura economía alemana. 


Y en tercer lugar, algo que los países “emergentes” vienen repitiendo sin demasiado éxito en los foros multilaterales: los despidos y las bajadas de sueldos reducirán aún más el consumo, y eso no solamente es un costo social alto, sino también un condicionante para que la hipótesis a la que se ha jugado el gobierno funcione. 


A la pregunta sobre el empecinamiento de Rajoy, y a aquella de Antonio Caño sobre qué quedará de España la semana que viene, pareció responder Rafael Poch en la catalana La Vanguardia: “Ya somos griegos”.










Twitter:   @nspecchia




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