Columna “En foco” - El Mundo - página 2 - Hoy Día Córdoba – martes 17 de julio de 2012
Barro milenario de Tombuctú
por Pedro I. de Quesada
Los hombres les hemos hecho decir a los dioses demasiadas tropelías a lo largo de la historia. Y hemos creído que interpretábamos sus intenciones cuando, en el fondo, utilizámos ese argumento de autoridad para saciar los instintos de supremacía y los egoísmos de clase contra todo lo diferente, contra todo lo que –desde su radical otredad- cuestiona nuestras débiles seguridades. Pensaba en un nuevo capítulo de esa vieja historia al leer las destrucciones con que la furia salafista está arrasando Tombuctú.
Los musulmanes radicales dicen, como tantos otros en el pasado y otros más en estos mismos días, obedecer el mandato divino mientras destruyen sistemáticamente la legendaria ciudad del desierto africano. Los analistas de política internacional europeos vienen advirtiendo desde hace tiempo que una avanzada de Al Qaeda está apareciendo en el Sahel, la larga franja de territorio del centro de África, al sur del Magreb y de las arenas del Sahara.
Una tierra de enormes extensiones, pero fraccionada en Estados débiles, donde la autoridad política permanece atomizada entre el caciquismo tribal y los mulás religiosos. Una región, por estas condiciones, fértil para el establecimiento de avanzadas fundamentalistas.
Las alertas europeas sobre la posibilidad de que Al Qaeda ya dispusiese inclusive de misiles para derribar aviones en el Sahel adquirieron estos días una nueva dimensión, desde el plano simbólico, cuando aparecieron en las redes sociales videos y fotografías de la destrucción sistemática de la milenaria Tombuctú, en el norte de Mali.
La furia iconoclasta del salafismo islámico ya mostró hace poco hasta dónde puede llegar, cuando en 2001 los talibanes dinamitaron los budas gigantes de Bamiyan, que habían permanecido en sus huecos monumentales de la montaña desde los remotos tiempos del predominio budista en Afganistán. Ahora, la ciudad de barro levantada en el desierto paga con su destrucción la interpretación de las “órdenes de dios” realizadas por el salafismo, esa rama ortodoxa y rigorista del Islam wahabista sunita.
Tombuctú y sus ruinas de barro son frágiles, y la Unesco la considera un patrimonio de la humanidad por haber albergado, en aquellos remotos desiertos, los cruces de tradiciones sufíes, cristianas, bereberes, animistas y musulmanas durante siglos.
La avanzada wahabista vinculada a Al Qaeda, sin embargo, los tiene por heréticos, y como a los budas de Bamiyán, los somete a la piqueta.
Ante la debilidad del gobierno de Mali, una coalición de independentistas tuareg intentó separar el norte del país y fundar un nuevo Estado, Azawad, en el territorio de confluencia del Sahara y el río Níger.
Pero los rebeldes tuareg fueron rápidamente desplazados por los salafistas de Ansar al Din, que también pretenden fundar un nuevo Estado, pero regido por la estricta observancia del Corán y por la aplicación de la sharia.
En la puja interétnica y los debates políticos, los barros milenarios de Tombuctú vuelven violentamente al polvo.
Twitter: @nspecchia
.
Barro milenario de Tombuctú
por Pedro I. de Quesada
Los hombres les hemos hecho decir a los dioses demasiadas tropelías a lo largo de la historia. Y hemos creído que interpretábamos sus intenciones cuando, en el fondo, utilizámos ese argumento de autoridad para saciar los instintos de supremacía y los egoísmos de clase contra todo lo diferente, contra todo lo que –desde su radical otredad- cuestiona nuestras débiles seguridades. Pensaba en un nuevo capítulo de esa vieja historia al leer las destrucciones con que la furia salafista está arrasando Tombuctú.
Los musulmanes radicales dicen, como tantos otros en el pasado y otros más en estos mismos días, obedecer el mandato divino mientras destruyen sistemáticamente la legendaria ciudad del desierto africano. Los analistas de política internacional europeos vienen advirtiendo desde hace tiempo que una avanzada de Al Qaeda está apareciendo en el Sahel, la larga franja de territorio del centro de África, al sur del Magreb y de las arenas del Sahara.
Una tierra de enormes extensiones, pero fraccionada en Estados débiles, donde la autoridad política permanece atomizada entre el caciquismo tribal y los mulás religiosos. Una región, por estas condiciones, fértil para el establecimiento de avanzadas fundamentalistas.
Las alertas europeas sobre la posibilidad de que Al Qaeda ya dispusiese inclusive de misiles para derribar aviones en el Sahel adquirieron estos días una nueva dimensión, desde el plano simbólico, cuando aparecieron en las redes sociales videos y fotografías de la destrucción sistemática de la milenaria Tombuctú, en el norte de Mali.
La furia iconoclasta del salafismo islámico ya mostró hace poco hasta dónde puede llegar, cuando en 2001 los talibanes dinamitaron los budas gigantes de Bamiyan, que habían permanecido en sus huecos monumentales de la montaña desde los remotos tiempos del predominio budista en Afganistán. Ahora, la ciudad de barro levantada en el desierto paga con su destrucción la interpretación de las “órdenes de dios” realizadas por el salafismo, esa rama ortodoxa y rigorista del Islam wahabista sunita.
Tombuctú y sus ruinas de barro son frágiles, y la Unesco la considera un patrimonio de la humanidad por haber albergado, en aquellos remotos desiertos, los cruces de tradiciones sufíes, cristianas, bereberes, animistas y musulmanas durante siglos.
La avanzada wahabista vinculada a Al Qaeda, sin embargo, los tiene por heréticos, y como a los budas de Bamiyán, los somete a la piqueta.
Ante la debilidad del gobierno de Mali, una coalición de independentistas tuareg intentó separar el norte del país y fundar un nuevo Estado, Azawad, en el territorio de confluencia del Sahara y el río Níger.
Pero los rebeldes tuareg fueron rápidamente desplazados por los salafistas de Ansar al Din, que también pretenden fundar un nuevo Estado, pero regido por la estricta observancia del Corán y por la aplicación de la sharia.
En la puja interétnica y los debates políticos, los barros milenarios de Tombuctú vuelven violentamente al polvo.
Twitter: @nspecchia
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