LA VOZ DEL INTERIOR - miércoles 15 de enero de 2014 - Cultura
Juan Gelman, la estética del dolor
por Nelson Specchia
En el meridiano de un enero tórrido, y mientras se anuncian nuevas olas de calor, a la tarde del martes de pronto la cruza un hálito helado: ha muerto Juan Gelman. Cuando las voces tutelares de la cultura se callan de golpe, poco importan la previsibilidad o el cumplimiento de los calendarios biológicos: siempre constituyen un golpe sorpresivo en el imaginario social. Un golpe, en el caso de Juan Gelman, de tremendo impacto. Porque todos –sin distinciones aquí de opciones ideológicas o políticas- nos sentimos interpelados por nuestros poetas. Cuestionados y, al mismo tiempo, proyectados en sus palabras y en sus imágenes. Cuando se trata de los grandes entre los poetas, esa identificación y esa proyección también se magnifican. Y Gelman era uno de los más grandes que ha tenido este tiempo.
Juan Gelman, la estética del dolor
por Nelson Specchia
En el meridiano de un enero tórrido, y mientras se anuncian nuevas olas de calor, a la tarde del martes de pronto la cruza un hálito helado: ha muerto Juan Gelman. Cuando las voces tutelares de la cultura se callan de golpe, poco importan la previsibilidad o el cumplimiento de los calendarios biológicos: siempre constituyen un golpe sorpresivo en el imaginario social. Un golpe, en el caso de Juan Gelman, de tremendo impacto. Porque todos –sin distinciones aquí de opciones ideológicas o políticas- nos sentimos interpelados por nuestros poetas. Cuestionados y, al mismo tiempo, proyectados en sus palabras y en sus imágenes. Cuando se trata de los grandes entre los poetas, esa identificación y esa proyección también se magnifican. Y Gelman era uno de los más grandes que ha tenido este tiempo.
Un tamaño que puede mensurarse en
cantidad de libros, en cantidad de años, en cantidad de premios. Pero, más allá
de todos esos hitos con que se intenta describir la dimensión de una obra, la
grandeza de Gelman pasó por la reconciliación que sus versos nos propusieron, entre
el horror de la violencia de una época dura y la belleza de la vida compartida.
Entre los múltiples hallazgos formales de una poética que nunca abandonó la
capacidad de asombro y el tono experimental de los inicios, yo rescato esa
capacidad de encontrar la perla en el barro, y de mostrarla en un esplendor tan
genuino que no dejara otra alternativa que el goce estético.
De entre la humillación y la muerte,
desde la más absurda violencia ejercida por un poder terrorista, Gelman, el
poeta político, era capaz de sacar una rosa fresca. Del oscuro pozo de
desgarros, secuestros, violaciones, muertes y desapariciones, era capaz de rescatar
un verso que mostrase que lo humano se terminaría por abrir paso, que la
belleza permanecería, que el amor siempre será de dura derrota.
Sus experimentos formales, así como
esa permanente búsqueda de sentido, no fueron improvisados ni superficiales.
Como a los poetas clásicos, nada de lo humano le fue ajeno. Por eso su poesía
es, al mismo tiempo, expresión tan local y tan universal. Durante mucho tiempo esos
versos nos seguirán cuestionando y nombrando, sólo nos faltará la amargura
esperanzada de su voz ronca mientras los leía.
* Escritor, profesor de Política Internacional (UCC)