
FISURAS EN LA “CONCERTACIÓN” CHILENA
por Nelson Gustavo Specchia
(desde Santiago de Chile)
El sistema de partidos políticos, base del modelo republicano, se encuentra jaqueado en América latina. En una nueva vuelta de rosca histórica, el clásico partido político, concebido por la modernidad occidental como la herramienta para canalizar la representación de la voluntad ciudadana, se enfrenta a combinaciones con nuevas formas de participación y organización política, y convive con formas híbridas de representación popular. Alteraciones sustantivas, en suma, que pueden recalificar la funcionalidad del partido político clásico a nivel continental.
Este nuevo momento crítico sucede al que los partidos –junto con el conjunto de la sociedad latinoamericana- tuvieron que soportar en la década de los ’70 del siglo pasado, cuando el avance del autoritarismo y la instalación de dictaduras militares sumergió la dinámica partidaria, hasta prácticamente hacerla desaparecer de la faz pública durante largos años.
Como en aquella oportunidad, la coyuntura crítica que atraviesan hoy los partidos políticos toma muy diversas formas, según sean las características y el momento institucional específico de cada país latinoamericano. El surgimiento de organizaciones políticas asociadas a movimientos sociales, la transversalidad horizontal de liderazgos, la emergencia de representaciones vinculadas con colectivos tradicionalmente oprimidos (como los indígenas), y las coaliciones programáticas, parecen ser las principales variantes que se ofrecen como alternativas a los partidos.
Chile encontró en esta última modalidad, la coalición interpartidaria, la vía con que enfrentó la transición desde la dictadura pinochetista, y la herramienta con que ha disputado el espacio político a la derecha en los gobiernos democráticos. La “Concertación” –alianza entre la Democracia Cristiana (DC), el Partido Socialista (PS), y el Partido por la Democracia (PPD)-, ha logrado retener el poder desde la transición hasta la actualidad. Pero este esquema de concentración de poder, y de distribución de cargos ejecutivos entre los socios de la coalición, parece haberse desgastado, y ciertas fisuras preocupantes comienzan a hacerse evidentes.
La Concertación logró ubicar en la Presidencia de la República a dos demócrata cristianos: Patricio Aylwin, que capitaneó la transición desde la dictadura, y Eduardo Frei, que le sucedió; a don Ricardo Lagos, fundador del PPD y uno de los gestores del “No” en el plebiscito convocado por Pinochet para intentar perpetuarse en el poder; y la actual mandataria, la socialista Michelle Bachelet. A la Presidenta le queda aún un tercio de mandato, pero los reacomodamientos al interior de la coalición comienzan a expresar cierta fatiga del modelo, luego de sucesivas administraciones. Una tendencia similar disparó la crisis del Partido de la Revolución Institucional (PRI) en México, luego de una extensa permanencia en el Ejecutivo, y terminó desplazándolo del poder.
En Chile, los síntomas de fatiga han aflorado en el socio mayoritario de la Concertación, la DC. A pesar de su mayoría relativa en la alianza interpartidaria, no ha logrado imponer sus candidatos a Presidente en las dos últimas elecciones; sumadas a este elemento, las poco aceitadas vías de promoción de las segundas y terceras líneas de dirigentes, y el permanente estado de negociación entre los socios –tanto para llevar adelante los programas de gobierno, como para definir las listas de candidatos a los cargos electivos-, han encendido la luz amarilla.
La semana pasada, la presidenta de la Democracia Cristiana, Soledad Alvear, ha solicitado la expulsión de la DC del histórico dirigente Adolfo Zaldívar: esta movida en el tablero podría llevar al quiebre de la propia DC, y, eventualmente, podría poner en riesgo la continuidad de la Concertación en el gobierno de Chile tras las próximas elecciones.
La Presidenta Bachelet, que soporta duras críticas por su supuesta prescindencia y lejanía de la vida política chilena, parece resignada a ocupar un papel secundario, a pesar de que las disputas sobre el liderazgo afecten directamente a su administración: la iniciativa de expulsión de Adolfo Zaldívar de la DC se asienta en su alianza, en el Senado, con la oposición de derecha para oponerse a la solicitud de fondos de la Presidenta, con destino al sistema público de transportes, “Transantiago”.
La señora Alvear, varias veces ministra del Ejecutivo en gestiones anteriores, líder de una corriente importante dentro de la DC, y hoy senadora de la República, quiere ser candidata a Presidenta, y suceder a Michelle Bachelet. El señor Zaldívar, también senador, también ex presidente de la DC, también líder de un sector importante dentro de la Concertación, quiere lo mismo. El ex Presidente Eduardo Frei, quien cree que puede presentarse como una figura de consenso, quiere lo mismo. Y lo mismo quiere el ex Presidente Ricardo Lagos.
Todos quieren llegar a La Moneda con su propio esfuerzo y por su propia figura. El partido, como herramienta de participación política, se va relegando a un segundo plano.