viernes, 29 de agosto de 2008

Las uñas de Vladimir

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LAS UÑAS DE VLADIMIR


Por Nelson G. Specchia


No corren buenos tiempos para los optimistas del nuevo orden internacional y de la aldea global. Los peores pronósticos, luego del aventurero intento del presidente georgiano Mijaíl Saakashvili de someter por la fuerza a los rebeldes osetios, se vienen cumpliendo con rigurosa puntualidad. Y ello ante el asombro pasmado de quienes predecían para estos tiempos una larga “pax americana”, una estabilidad global con altos flujos de comercio y baja intensidad conflictiva bajo la tutela de los EE.UU.

Desde estas mismas páginas advertimos hace pocos días que la reacción rusa ante el ataque georgiano, teniendo tan fresco además el antecedente del reconocimiento de Kosovo por parte de norteamericanos y europeos en febrero pasado, no se limitaría al restablecimiento del statu quo en la región separatista, sino que podría avanzar hacia la creación de nuevas entidades políticas en el Cáucaso. A pesar de la escenificación de la firma de los acuerdos de paz que le llevaba el presidente francés –y de turno de la Unión Europea- Nicolás Sarkozy, el líder ruso Vladimir Putin ha decidido mostrar las uñas. Manteniendo aún sus tropas en Georgia, y en un gesto que va dirigido a múltiples frentes (principalmente a los EE.UU., pero también a los pequeños países de su periferia, a sus aliados musulmanes de Asia central, a sus ex satélites de Europa oriental y hoy tan pro-occidentales, a la OTAN, a la UE y –no en última instancia- a la emergente China) ha concluido la respuesta militar con una audaz muestra política de su intenciones –y de su poder real- reconociendo unilateralmente como nuevos estados a Osetia del Sur y Abjasia.

En un juego irónico de palabras, el “delfín” de Putin, Dimitri Medvédev ha usado las mismas expresiones de los líderes occidentales en oportunidad del reconocimiento de Kosovo para justificar la decisión rusa, e invitar a los demás miembros de la comunidad internacional a seguir la misma vía. Desde su residencia de verano de Sochi, el presidente de la Federación Rusa, afirma que el reconocimiento de estos dos nuevos estados no implica un precedente para casos similares, pero inmediatamente agrega: “Nos decían que Kosovo era un caso especial, pero todos los casos lo son: Kosovo, Osetia del sur, Abjasia…” Dicho más directamente, el principio de integridad territorial –uno de los elementos fundamentales en que se basa el estado moderno- acaba de ser puesto en cuestión, y será una realidad presente en las negociaciones y en las crisis internacionales a partir de ahora. De estos antecedentes no hay retorno.

Pero, además, hay dos elementos adicionales que no deben escapar al análisis, uno de índole interna regional, y otro externo, que hace a la estabilidad y previsibilidad global de las relaciones internacionales.

Respecto del primero, las reivindicaciones nacionalistas en el Cáucaso y en Asia central son numerosas y cada una esgrime un abanico diverso de razones, pero que confluyen en una aspiración compartida: la independencia. El Transdniéster, en Moldavia, y el Alto Karabaj –enclave armenio en el medio de Azerbaiján- son los dos principales conflictos que permanecen congelados y con sectores internos enfrentados, unos recibiendo el apoyo de Occidente, otros aliados a Moscú. La independencia de Osetia del Sur y Abjasia puede tener en estos dos enclaves su réplica más cercana, con lo que la balcanización sobre bases étnicas en el Cáucaso se vería profundizada.

Y en lo que hace a la estabilidad global, el zarpazo de Rusia muestra sus intenciones de recuperar protagonismo geopolítico, y deja claro que en su área de influencia no admitirá riesgos a su seguridad interna.

La independencia de Abjasia –y su muy probable incorporación a la Federación Rusa en un plazo cercano- le otorga a la estrategia internacional de Vladimir Putin un territorio costero de alta importancia estratégica. Hoy la flota rusa se estaciona en Sebastopol, en Crimea, pagando a Ucrania un alquiler anual de unos cien millones de dólares por el uso de los puertos, y teniendo que soportar los vaivenes de la política ucraniana. El litoral abjasio le otorgaría una extensa línea costera bajo su control total, desde donde patrullar el mar Negro.

Frente a las uñas afiladas de Vladimir Putin, Occidente no encuentra la manera de recuperar la iniciativa. EE.UU. se ha limitado a decir que Rusia debería rever su decisión, la OTAN no ha podido hacer otra cosa que suspender la colaboración con el ejército ruso, y los líderes europeos han llamado a una reunión de urgencia del Consejo de jefes de Estado y de gobierno de la UE, en Bruselas, para el próximo lunes 1 de septiembre, para ver qué hacen.

Todos dicen que no hay que volver a los escenarios de guerra fría, pero nadie deja de caminar en esa dirección.