miércoles, 26 de noviembre de 2008

Más Chávez y menos Chávez


MÁS CHÁVEZ Y MENOS CHÁVEZ


Por Nelson Gustavo Specchia


Estos últimos meses han estado fuertemente marcados por sorpresivas noticias electorales. Hace un par de semanas, el largo año de campaña electoral norteamericana terminaba con el triunfo del primer negro que arribará a la Casa Blanca; y este domingo 23 de noviembre el presidente venezolano Hugo Chávez se enfrentó a un plebiscito cuyos resultados deben ser leídos muy cuidadosamente en las restantes latitudes latinoamericanas.

En realidad, las elecciones del domingo no tenían una relación directa con la autoridad presidencial y el gobierno de la República de Venezuela, sino que se planteaba la renovación de gobernadores, intendentes y diputados regionales. En total se ponían a consideración 22 de las 23 gobernaciones en que está dividido el país, y las ciudades más importantes, como la capital, Caracas. Pero en los últimos meses Chávez decidió concentrar en su persona la disputa electoral, de forma tal de que las elecciones fueran en realidad un plebiscito sobre su gestión, sobre su persona, sobre su gobierno, y sobre su partido, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que el Presidente fundó hace dos años, en 2006. Los candidatos oficialistas a gobernadores y alcaldes ocuparon, durante toda la campaña, lugares muy secundarios. La campaña fue él, el propio Chávez, quien se mostró como la encarnación de un nuevo modelo político, marcado por la igualdad y la equidad social.

Enfrentando a su persona y a su estilo de gobierno, un muy amplio y variopinto arco opositor intentó estructurar un discurso más cercano a la socialdemocracia, con defensa de derechos –tanto humanos como económicos- y mayores grados de democracia liberal. Pero lo que verdaderamente une a esa oposición tan variada, tan disímil, vuelve a ser Chávez: es contra él, contra su personalismo, contra el supuesto autoritarismo y los deseos de perpetuación es que esa heterogénea oposición logra aglutinarse.

Y el domingo, ambos ganaron.

Y según cómo se miren los resultados de la elección, puede decirse que tenemos “más Chávez” en Venezuela, pero también puede afirmarse que desde el domingo hay “menos Chávez”.

Objetivamente, a números concretos, la diferencia entre ambos sectores es de 1,5 millones de votos, sobre los 28 millones de venezolanos (el padrón electoral es de 17 millones, y la participación fue muy alta para unas elecciones regionales: el 65 por ciento). Como resultado de las elecciones del domingo, entonces, prácticamente la mitad de la población estará gobernada por el chavismo; y la otra mitad, por la oposición.

Chávez logró el mayor número de gobernaciones (17 de los 22 gobiernos regionales en disputa), pero en los 5 que ganó la oposición se concentra la mitad de la población venezolana, las grandes ciudades, y el petróleo, y la industria, y la producción estratégica. Pero, por sobre todo, la oposición ha conquistado la Alcaldía Mayor de la capital, el Gran Caracas, donde ahora gobernará el furioso antichavista Antonio Ledezma.

Las 17 provincias oficialistas, en cambio, son parte del interior rural, con una base agropecuaria poco tecnificada, muy baja densidad poblacional, y un peso económico secundario en la estructura productiva nacional; características que abonan el tradicional caciquismo político y la captación clientelar de votos. El escritor venezolano Ibsen Martínez lo dice de una manera brutal: “Caracas es Caracas; lo demás es monte y culebra.”

Chávez se presentó ante la prensa en las primeras horas del lunes, y habló de “una gran victoria”, pero tanto sus palabras –siempre tan grandilocuentes- como sus gestos, parecían relativizar el impacto de ese supuesto gran triunfo. Porque después del referéndum del 2007 (donde el proyecto de reforma constitucional del Presidente fue derrotado, aunque nunca lleguemos a saber por qué porcentaje, con seguridad fue muy alto, mucho más del 51 por ciento oficialmente aceptado), después de aquel referéndum Chávez necesitaba de una victoria arrolladora, de una victoria clara y sin atenuantes, para seguir afirmando su proyecto político. Pero creo que éste no ha sido el caso.

En un contexto de crisis económica creciente, con fuertes caídas en los precios de petróleo –base del modelo redistribuidor del “socialismo del siglo XXI” venezolano-, y con las elecciones presidenciales de 2013 comenzando a rayar las canchas, los resultados del domingo dibujan un panorama complejo para el comandante Chávez.

Los gobiernos aliados de América latina, que han depositado en el presidente venezolano una porción sustantiva de sus estrategias de política exterior, deberían tener muy en cuenta los escenarios que plantean estos resultados.