Columna “En foco” - El Mundo - página 2 - Hoy Día Córdoba – martes 14 de febrero de 2012
Matrimonio de conveniencia
por Pedro I. de Quesada
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Los franceses son apasionados, qué duda cabe. Y que Nicolás Sarkozy haya escenificado hasta los detalles su boda con la belleza de Carla Bruni y la luna de miel, remando con el torso desnudo (aunque luego le afinaran los “flotadores” con Photoshop), son elementos todos que evidencian la importancia que el líder conservador galo le otorga a su masculinidad, a la pasión y al romanticismo.
Causa sorpresa, eso sí, cómo hace coincidir esas fuerzas amorosas con el matrimonio de compromiso que refuerza a diario con Ángela Merkel, esa cerebral matrona crecida en la Alemania comunista, de puños cerrados y mirada fría. Porque no otra cosa que una alianza íntima es la que han anudado entre ambos, al punto que Merkel acaba de dar un paso inusitado para toda la tradición de la política exterior alemana: involucrarse personalmente en la campaña electoral para las presidenciales francesas de abril y mayo próximos.
Hasta los propios correligionarios demócrata-cristianos de la Canciller quedaron un tanto estupefactos, y qué decir de los socios liberales en el gobierno de Berlín; por su parte, la oposición social-demócrata y los verdes no se privaron de atacarla ácidamente desde todos los periódicos, incluyendo los titulares de un medio tan poco sensacionalista como Der Spiegel.
A pesar de las denuncias de intervención en la política interna de otro Estado, Merkel se llevó a medio gabinete de su Ejecutivo a París, y se metió de lleno en la campaña por la reelección de Sarkozy, hasta un punto tal, que el mítico diario fundado por Jean-Paul Sartre, Libération, la ha calificado de “jefa de prensa” del presidente francés.
Los intentos intervencionistas de Merkel en los rumbos de otros países, en su afán por tener en sus manos todas las riendas de la crisis europea, son bien conocidos. Por poco, la semana pasada estuvo a punto de plantear un pseudo-protectorado económico sobre Grecia, para asegurarse que el “gobierno técnico” de Atenas siga al pie de la letra las exigencias de disciplina fiscal y recortes sociales decididos en la cancillería berlinesa y canalizados a través del Banco Central Europeo.
Pero a pesar de esas tendencias de control y de la gravedad de la crisis en las cuentas públicas, haberse involucrado personalmente en la campaña proselitista francesa agrega una nota preocupante, nos parece.
La historia reciente de la potencia alemana digitando gobiernos y políticas nacionales en Europa no constituye un capítulo especialmente memorable. Por ello, la decisión de la Canciller de meterse de lleno no puede haberse tomado a las apuradas.
Y, con seguridad, el hecho de que el candidato presidencial socialista, François Hollande, aventaje a Sarkozy por más de diez puntos en las primeras encuestas, tendrá que ver con la decisión de Merkel.
Hollande, ya se sabe, no comulga con la disciplina fiscal a rajatabla, que se ha convertido en el pensamiento único de este matrimonio de conveniencia.
Matrimonio de conveniencia
por Pedro I. de Quesada
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Los franceses son apasionados, qué duda cabe. Y que Nicolás Sarkozy haya escenificado hasta los detalles su boda con la belleza de Carla Bruni y la luna de miel, remando con el torso desnudo (aunque luego le afinaran los “flotadores” con Photoshop), son elementos todos que evidencian la importancia que el líder conservador galo le otorga a su masculinidad, a la pasión y al romanticismo.
Causa sorpresa, eso sí, cómo hace coincidir esas fuerzas amorosas con el matrimonio de compromiso que refuerza a diario con Ángela Merkel, esa cerebral matrona crecida en la Alemania comunista, de puños cerrados y mirada fría. Porque no otra cosa que una alianza íntima es la que han anudado entre ambos, al punto que Merkel acaba de dar un paso inusitado para toda la tradición de la política exterior alemana: involucrarse personalmente en la campaña electoral para las presidenciales francesas de abril y mayo próximos.
Hasta los propios correligionarios demócrata-cristianos de la Canciller quedaron un tanto estupefactos, y qué decir de los socios liberales en el gobierno de Berlín; por su parte, la oposición social-demócrata y los verdes no se privaron de atacarla ácidamente desde todos los periódicos, incluyendo los titulares de un medio tan poco sensacionalista como Der Spiegel.
A pesar de las denuncias de intervención en la política interna de otro Estado, Merkel se llevó a medio gabinete de su Ejecutivo a París, y se metió de lleno en la campaña por la reelección de Sarkozy, hasta un punto tal, que el mítico diario fundado por Jean-Paul Sartre, Libération, la ha calificado de “jefa de prensa” del presidente francés.
Los intentos intervencionistas de Merkel en los rumbos de otros países, en su afán por tener en sus manos todas las riendas de la crisis europea, son bien conocidos. Por poco, la semana pasada estuvo a punto de plantear un pseudo-protectorado económico sobre Grecia, para asegurarse que el “gobierno técnico” de Atenas siga al pie de la letra las exigencias de disciplina fiscal y recortes sociales decididos en la cancillería berlinesa y canalizados a través del Banco Central Europeo.
Pero a pesar de esas tendencias de control y de la gravedad de la crisis en las cuentas públicas, haberse involucrado personalmente en la campaña proselitista francesa agrega una nota preocupante, nos parece.
La historia reciente de la potencia alemana digitando gobiernos y políticas nacionales en Europa no constituye un capítulo especialmente memorable. Por ello, la decisión de la Canciller de meterse de lleno no puede haberse tomado a las apuradas.
Y, con seguridad, el hecho de que el candidato presidencial socialista, François Hollande, aventaje a Sarkozy por más de diez puntos en las primeras encuestas, tendrá que ver con la decisión de Merkel.
Hollande, ya se sabe, no comulga con la disciplina fiscal a rajatabla, que se ha convertido en el pensamiento único de este matrimonio de conveniencia.