HOY DÍA CÓRDOBA – columna “Periscopio” – viernes 23 de marzo de 2012.
Kony y los niños-soldado de África
Por Nelson Gustavo Specchia
De golpe, África ha saltado al centro. Habituada a dormitar en los márgenes de la ignorancia internacional, en los últimos días ha llegado simultáneamente desde varias esquinas del escenario.
El primer asalto vino de los “Invisible Children” y su veloz reproducción por las redes sociales, que puso al “señor de la guerra” cristiano ugandés Joseph Kony en el conocimiento de millones. En la misma semana, el 14 de marzo, la Corte Penal Internacional de La Haya emitió el primer fallo desde su fundación, hace diez años: declaró culpable al “señor de la guerra” Thomas Luganba, por reclutar niños-soldado y utilizarlos en limpiezas étnicas en el Congo. Sólo unas horas después, el actor George Clooney era arrestado –y su foto con las esposas puestas recorría el mundo- al denunciar en Washington que el gobierno islamista de Sudán sigue asesinando civiles, continuando los horrores de Darfur. Y sin dar respiro, antes que terminara la semana, Jason Russell, el autor de aquel video visto por más de 60 millones, era arrestado desnudo y por masturbarse en público.
El bombardeo mediático y su manipulación, la tragedia de los niños-soldado, y las campañas masivas sobre la sociedad civil mediante Internet, ameritan una reflexión más pausada.
EL HÉROE BLANCO
La campaña lanzada por “Invisible Children” ofrece una pauta de cómo las organizaciones podrán intervenir en cuestiones externas, en paralelo a sus gobiernos y a las instituciones multilaterales. La ONG fue creada en 2003 en California, por Jason Russell, Bobby Bailey y Laren Poole. Chicos universitarios de clase media, con inquietudes sociales, que viajaron a África “a ver en qué podían ayudar”. Así tomaron contacto con el tema de los niños-soldado, y de vuelta en los Estados Unidos fundaron la asociación para aportar a aquel drama.
La ONG ha estrenado 11 películas y realiza giras de sensibilización, en el ambiente universitario y en escuelas secundarias. En los últimos tiempos ha encontrado en la web el principal aliado de su accionar.
Así, lanzó esta semana el video “Kony2012”, y según las estadísticas de los servidores de Internet su difusión ha marcado un nuevo record histórico: el “hashtag” #StopKony fue utilizado por más de 10 millones de mensajes de Twitter sólo en las primeras horas.
Las cifras de emisiones del documental son más apabullantes: el sábado 3 de marzo lo habían visto 4 personas, el lunes la audiencia alcanzaba 58.000 visitas, y dos días después ya eran 8,2 millones. Para el fin de esa semana, más de 50 millones de personas de todo el mundo habían visto la película. El arresto de Jason Russell en circunstancias extrañas (la policía de San Diego afirma que estaba borracho y drogado, pero la ONG sostiene que fue hospitalizado por “agotamiento y deshidratación”, un ataque de estrés después del éxito de su video) ha llevado a más reproducciones del documental.
Básicamente, la organización californiana se ha propuesto un objetivo de política internacional motorizado desde la sociedad civil. Pretenden que Joseph Kony, a quien se persigue desde hace más de 20 años, sea realmente detenido antes de que termine 2012.
Sostienen que la movilización de la opinión pública mundial obligará a “los políticos” (entiéndase: a los políticos norteamericanos, o sea, a Barack Obama y su gobierno) a tomar cartas en el asunto (entiéndase: a que Washington intervenga en la guerra civil africana y arreste a Kony).
EL NEGRO MALO
Independientemente de la discusión sobre si un “lobby” mundial es la vía para reposicionar a África en los mapas reales del globo, y dejando de lado las notas inexactas y hollywoodenses de los treinta minutos del video de Russell, la mayor falsedad de la campaña “Kony2012” reside en soslayar el hecho de que el ejército norteamericano ya está, efectivamente, operando en Uganda.
Y al no presentar ninguna variable de las muchísimas que complejizan la política africana, el relato de la campaña queda reducido a unos niños buenos y blancos, que desde la comodidad de sus domicilios en el primer mundo van a salvar a los pobres africanitos de la voracidad sanguinaria del negro malo.
La historia de Joseph Kony, más allá de las buenas intenciones, no terminará en 2012, de la misma manera que no comenzó cuando Russell y sus amigos descubrieron el drama de los niños-soldado de Uganda.
Kony, que fue monaguillo católico en su infancia, es el jefe del LRA – Lord’s Resistance Army (Ejército de Resistencia del Señor), una secta y guerrilla cristiana ugandesa que se nutre del secuestro de niños (más de 50.000 durante los últimos 20 años, según UNICEF), para que los chicos sirvan como soldados y las chicas como esclavas sexuales. Con una delirante combinación de fundamentalismo religioso, mutilaciones (especialmente en el rostro, para que los niños se avergüencen de sí mismos y de volver a sus tribus, así evita la deserción), esclavitud sexual y armas provistas por gobiernos amigos (especialmente por el régimen islamista sudanés de Omar al Bashir), Joseph Kony aspira a establecer una república teocrática en Uganda, basada en los diez mandamientos y en la interpretación literal de la biblia cristiana.
Quienes lo han visto (hasta esta semana era casi imposible encontrar una foto de su rostro) y han tratado con él, lo describen como una persona sanguinaria, violenta e imprevisible, que toma las decisiones después de hablar con los espíritus y entrar en trance; que genera auténtico pavor entre los niños-soldado, sobre los cuales tiene dominio absoluto, físico y psíquico (tiene docenas de esposas, y es el primero en abusar sexualmente de las niñas que captura el LRA).
Este “señor de la guerra” ocupa el primer lugar en la lista de criminales reclamados por la Corte Penal Internacional de La Haya, y el reciente fallo sobre Thomas Luganba, esta misma semana, puede sentar un precedente para su enjuiciamiento. Si es que alguna vez logran agarrarlo.
El LRA viene operando desde 1986, cuando Yoweri Museveni tomó el poder en Uganda tras desplazar a las dictaduras de Idi Amín y de Milton Obote, y en vez de una apertura democrática, rompió con las guerrillas del Norte del país y estableció otra dictadura dirigida por él mismo. Kony empezó una nueva guerra, ahora contra Museveni, y el sudanés Omar al Bashir le dio armas y recursos para balancear, porque Museveni (y con él los Estados Unidos) apoyaban a los independentistas de Sudán del Sur en su lucha contra Al Bashir. En un cuarto de siglo, el fanatismo cristiano de Kony ha causado 200.000 muertos y ha desplazado de sus casas a un millón y medio de personas.
Pero las tropas regulares de Uganda también usan niños-soldado, y Yoweri Museveni es también un dictador despiadado y un católico fanático: su última guerra es contra la homosexualidad, y ser gay acarrea pena de muerte en Uganda. La campaña bienintencionada de los chicos californianos, sin embargo, no menciona a Museveni –aliado de Washington- en ningún momento.
Uganda (junto a República Democrática del Congo, República Centroafricana, Sudán del Sur, Costa de Marfil, Nigeria, Kenia y Ruanda) ha sido tierra de saqueo y de sangre. Allí no hay buenos y malos claramente diferenciados, y todos son víctimas de traficantes de armas, oro, diamantes, coltan y cobalto.
Antes de la colonización europea, en África existían más de 10.000 unidades políticas. Fueron los occidentales quienes barajaron, dieron de nuevo, y abandonaron el continente dejando unos cincuenta Estados ficticios. Ese fue el origen de los “señores de la guerra”, y ese terrible agujero no se emparcha con una campaña por la web, por muy bien intencionada que sea.
Ni, esperemos, con más intervenciones militares de Occidente.
nelson.specchia@gmail.com
Kony y los niños-soldado de África
Por Nelson Gustavo Specchia
De golpe, África ha saltado al centro. Habituada a dormitar en los márgenes de la ignorancia internacional, en los últimos días ha llegado simultáneamente desde varias esquinas del escenario.
El primer asalto vino de los “Invisible Children” y su veloz reproducción por las redes sociales, que puso al “señor de la guerra” cristiano ugandés Joseph Kony en el conocimiento de millones. En la misma semana, el 14 de marzo, la Corte Penal Internacional de La Haya emitió el primer fallo desde su fundación, hace diez años: declaró culpable al “señor de la guerra” Thomas Luganba, por reclutar niños-soldado y utilizarlos en limpiezas étnicas en el Congo. Sólo unas horas después, el actor George Clooney era arrestado –y su foto con las esposas puestas recorría el mundo- al denunciar en Washington que el gobierno islamista de Sudán sigue asesinando civiles, continuando los horrores de Darfur. Y sin dar respiro, antes que terminara la semana, Jason Russell, el autor de aquel video visto por más de 60 millones, era arrestado desnudo y por masturbarse en público.
El bombardeo mediático y su manipulación, la tragedia de los niños-soldado, y las campañas masivas sobre la sociedad civil mediante Internet, ameritan una reflexión más pausada.
EL HÉROE BLANCO
La campaña lanzada por “Invisible Children” ofrece una pauta de cómo las organizaciones podrán intervenir en cuestiones externas, en paralelo a sus gobiernos y a las instituciones multilaterales. La ONG fue creada en 2003 en California, por Jason Russell, Bobby Bailey y Laren Poole. Chicos universitarios de clase media, con inquietudes sociales, que viajaron a África “a ver en qué podían ayudar”. Así tomaron contacto con el tema de los niños-soldado, y de vuelta en los Estados Unidos fundaron la asociación para aportar a aquel drama.
La ONG ha estrenado 11 películas y realiza giras de sensibilización, en el ambiente universitario y en escuelas secundarias. En los últimos tiempos ha encontrado en la web el principal aliado de su accionar.
Así, lanzó esta semana el video “Kony2012”, y según las estadísticas de los servidores de Internet su difusión ha marcado un nuevo record histórico: el “hashtag” #StopKony fue utilizado por más de 10 millones de mensajes de Twitter sólo en las primeras horas.
Las cifras de emisiones del documental son más apabullantes: el sábado 3 de marzo lo habían visto 4 personas, el lunes la audiencia alcanzaba 58.000 visitas, y dos días después ya eran 8,2 millones. Para el fin de esa semana, más de 50 millones de personas de todo el mundo habían visto la película. El arresto de Jason Russell en circunstancias extrañas (la policía de San Diego afirma que estaba borracho y drogado, pero la ONG sostiene que fue hospitalizado por “agotamiento y deshidratación”, un ataque de estrés después del éxito de su video) ha llevado a más reproducciones del documental.
Básicamente, la organización californiana se ha propuesto un objetivo de política internacional motorizado desde la sociedad civil. Pretenden que Joseph Kony, a quien se persigue desde hace más de 20 años, sea realmente detenido antes de que termine 2012.
Sostienen que la movilización de la opinión pública mundial obligará a “los políticos” (entiéndase: a los políticos norteamericanos, o sea, a Barack Obama y su gobierno) a tomar cartas en el asunto (entiéndase: a que Washington intervenga en la guerra civil africana y arreste a Kony).
EL NEGRO MALO
Independientemente de la discusión sobre si un “lobby” mundial es la vía para reposicionar a África en los mapas reales del globo, y dejando de lado las notas inexactas y hollywoodenses de los treinta minutos del video de Russell, la mayor falsedad de la campaña “Kony2012” reside en soslayar el hecho de que el ejército norteamericano ya está, efectivamente, operando en Uganda.
Y al no presentar ninguna variable de las muchísimas que complejizan la política africana, el relato de la campaña queda reducido a unos niños buenos y blancos, que desde la comodidad de sus domicilios en el primer mundo van a salvar a los pobres africanitos de la voracidad sanguinaria del negro malo.
La historia de Joseph Kony, más allá de las buenas intenciones, no terminará en 2012, de la misma manera que no comenzó cuando Russell y sus amigos descubrieron el drama de los niños-soldado de Uganda.
Kony, que fue monaguillo católico en su infancia, es el jefe del LRA – Lord’s Resistance Army (Ejército de Resistencia del Señor), una secta y guerrilla cristiana ugandesa que se nutre del secuestro de niños (más de 50.000 durante los últimos 20 años, según UNICEF), para que los chicos sirvan como soldados y las chicas como esclavas sexuales. Con una delirante combinación de fundamentalismo religioso, mutilaciones (especialmente en el rostro, para que los niños se avergüencen de sí mismos y de volver a sus tribus, así evita la deserción), esclavitud sexual y armas provistas por gobiernos amigos (especialmente por el régimen islamista sudanés de Omar al Bashir), Joseph Kony aspira a establecer una república teocrática en Uganda, basada en los diez mandamientos y en la interpretación literal de la biblia cristiana.
Quienes lo han visto (hasta esta semana era casi imposible encontrar una foto de su rostro) y han tratado con él, lo describen como una persona sanguinaria, violenta e imprevisible, que toma las decisiones después de hablar con los espíritus y entrar en trance; que genera auténtico pavor entre los niños-soldado, sobre los cuales tiene dominio absoluto, físico y psíquico (tiene docenas de esposas, y es el primero en abusar sexualmente de las niñas que captura el LRA).
Este “señor de la guerra” ocupa el primer lugar en la lista de criminales reclamados por la Corte Penal Internacional de La Haya, y el reciente fallo sobre Thomas Luganba, esta misma semana, puede sentar un precedente para su enjuiciamiento. Si es que alguna vez logran agarrarlo.
El LRA viene operando desde 1986, cuando Yoweri Museveni tomó el poder en Uganda tras desplazar a las dictaduras de Idi Amín y de Milton Obote, y en vez de una apertura democrática, rompió con las guerrillas del Norte del país y estableció otra dictadura dirigida por él mismo. Kony empezó una nueva guerra, ahora contra Museveni, y el sudanés Omar al Bashir le dio armas y recursos para balancear, porque Museveni (y con él los Estados Unidos) apoyaban a los independentistas de Sudán del Sur en su lucha contra Al Bashir. En un cuarto de siglo, el fanatismo cristiano de Kony ha causado 200.000 muertos y ha desplazado de sus casas a un millón y medio de personas.
Pero las tropas regulares de Uganda también usan niños-soldado, y Yoweri Museveni es también un dictador despiadado y un católico fanático: su última guerra es contra la homosexualidad, y ser gay acarrea pena de muerte en Uganda. La campaña bienintencionada de los chicos californianos, sin embargo, no menciona a Museveni –aliado de Washington- en ningún momento.
Uganda (junto a República Democrática del Congo, República Centroafricana, Sudán del Sur, Costa de Marfil, Nigeria, Kenia y Ruanda) ha sido tierra de saqueo y de sangre. Allí no hay buenos y malos claramente diferenciados, y todos son víctimas de traficantes de armas, oro, diamantes, coltan y cobalto.
Antes de la colonización europea, en África existían más de 10.000 unidades políticas. Fueron los occidentales quienes barajaron, dieron de nuevo, y abandonaron el continente dejando unos cincuenta Estados ficticios. Ese fue el origen de los “señores de la guerra”, y ese terrible agujero no se emparcha con una campaña por la web, por muy bien intencionada que sea.
Ni, esperemos, con más intervenciones militares de Occidente.
nelson.specchia@gmail.com