Columna “En foco” - El Mundo - página 2 - Hoy Día Córdoba – martes 22 de mayo de 2012
Cosas de grandes
por Pedro I. de Quesada
Recién estrenando mandato, François Hollande cruzó el Atlántico para ver si con Barack Obama le iba un poco mejor que con doña Ángela Merkel.
La deferencia para con la canciller había sido grande: voló de inmediato a verla, y tuvo que soportar hasta un rayo en el avión. Y nada, ni siquiera esos gestos enternecieron a la teutona, y Hollande tuvo que volver a París con la cabeza gacha y sabiendo que deberá adoptar el pacto de disciplina fiscal.
Pero en Camp David tuvo un respiro: Obama ató el interés de la primera economía mundial a que la Unión Europea salga de la crisis, fortalecida y con Grecia dentro de ella.
Eso implicará tres cosas: que Merkel deberá aceptar algunos incentivos al crecimiento, aunque logre mantener el grueso del tratado de ajuste y ahorro en las cuentas públicas de los países miembros; que la salida de Atenas de la eurozona (una hipótesis en la que ya estaba trabajando el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) queda debilitada; y, quizá lo más importante, que Hollande ha encontrado en Obama un inesperado socio internacional, con quien puede esquivar la relativa soledad con que se mueve en el Viejo Continente, rodeado de gobiernos de derecha.
Para que el francés tuviera una alegría completa, los grandes del mundo hicieron una pausa para ver la final de la Champions League, donde el marfileño Drogba convirtió el quinto penal y el Chelsea le arrebató la copa al Bayern de Múnich, y la cara de la canciller Merkel se puso todavía un poquito más seria.
Pero, más allá de las anécdotas futboleras, ¿es factible esperar una alianza entre Washington y París, inclusive a distancia de Berlín? Yo no lo creo.
Hasta hace una semana, “Merkozy” era, a todas luces, un arreglo de conveniencia entre dos líderes conservadores, pero también expresaba una realidad insoslayable del proceso de integración: el avance de Europa requiere tanto de la economía alemana como de la francesa, en coordinación.
Sería muy difícil que esa necesidad recíproca pueda ser reemplazada por un puente transatlántico.
Además, la historia (desde las desavenencias de De Gaulle con los estadounidenses, al plantón de Chirac a Bush Junior por la invasión a Irak) no muestra precisamente una línea clara de entendimiento entre ambas naciones.
Y el propio Hollande acaba de distanciarse de Obama en la otra reunión de los grandes, en la cumbre de la OTAN en Chicago: aseguró que Francia retirará sus soldados de Afganistán el año que viene, aunque la Alianza Atlántica decida quedarse.
Aunque, en este cruce de caminos cada uno tiene sus prioridades: Obama la reelección; Hollande una bancada afín en las próximas legislativas; Merkel que el fracaso electoral en Renania del Norte-Westfalia no llegue a Berlín.
Y la dificultad de los frentes internos bien que podría colaborar con un entendimiento coyuntural entre los tres. Al menos como para salvar el euro.
Gente grande... caramba.
Twitter: @nspecchia
Cosas de grandes
por Pedro I. de Quesada
Recién estrenando mandato, François Hollande cruzó el Atlántico para ver si con Barack Obama le iba un poco mejor que con doña Ángela Merkel.
La deferencia para con la canciller había sido grande: voló de inmediato a verla, y tuvo que soportar hasta un rayo en el avión. Y nada, ni siquiera esos gestos enternecieron a la teutona, y Hollande tuvo que volver a París con la cabeza gacha y sabiendo que deberá adoptar el pacto de disciplina fiscal.
Pero en Camp David tuvo un respiro: Obama ató el interés de la primera economía mundial a que la Unión Europea salga de la crisis, fortalecida y con Grecia dentro de ella.
Eso implicará tres cosas: que Merkel deberá aceptar algunos incentivos al crecimiento, aunque logre mantener el grueso del tratado de ajuste y ahorro en las cuentas públicas de los países miembros; que la salida de Atenas de la eurozona (una hipótesis en la que ya estaba trabajando el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) queda debilitada; y, quizá lo más importante, que Hollande ha encontrado en Obama un inesperado socio internacional, con quien puede esquivar la relativa soledad con que se mueve en el Viejo Continente, rodeado de gobiernos de derecha.
Para que el francés tuviera una alegría completa, los grandes del mundo hicieron una pausa para ver la final de la Champions League, donde el marfileño Drogba convirtió el quinto penal y el Chelsea le arrebató la copa al Bayern de Múnich, y la cara de la canciller Merkel se puso todavía un poquito más seria.
Pero, más allá de las anécdotas futboleras, ¿es factible esperar una alianza entre Washington y París, inclusive a distancia de Berlín? Yo no lo creo.
Hasta hace una semana, “Merkozy” era, a todas luces, un arreglo de conveniencia entre dos líderes conservadores, pero también expresaba una realidad insoslayable del proceso de integración: el avance de Europa requiere tanto de la economía alemana como de la francesa, en coordinación.
Sería muy difícil que esa necesidad recíproca pueda ser reemplazada por un puente transatlántico.
Además, la historia (desde las desavenencias de De Gaulle con los estadounidenses, al plantón de Chirac a Bush Junior por la invasión a Irak) no muestra precisamente una línea clara de entendimiento entre ambas naciones.
Y el propio Hollande acaba de distanciarse de Obama en la otra reunión de los grandes, en la cumbre de la OTAN en Chicago: aseguró que Francia retirará sus soldados de Afganistán el año que viene, aunque la Alianza Atlántica decida quedarse.
Aunque, en este cruce de caminos cada uno tiene sus prioridades: Obama la reelección; Hollande una bancada afín en las próximas legislativas; Merkel que el fracaso electoral en Renania del Norte-Westfalia no llegue a Berlín.
Y la dificultad de los frentes internos bien que podría colaborar con un entendimiento coyuntural entre los tres. Al menos como para salvar el euro.
Gente grande... caramba.
Twitter: @nspecchia