lunes, 28 de mayo de 2012

El culpable, claro, es el mayordomo (29 05 12)

Columna “En foco” - El Mundo - página 2 - Hoy Día Córdoba – martes 29 de mayo de 2012




El culpable, claro, es el mayordomo


por Pedro I. de Quesada








Con el mar de fondo de la posible salida de Grecia de la Unión Europea o de los más de 500 puntos de riesgo-país con que España comenzó la semana, los tembladerales políticos de uno de los Estados más pequeños de Europa y del mundo –pero también uno de los más influyentes- se han abierto paso.

Y como en los novelones policiales a lo Agatha Christie, han comenzado acusando al mayordomo.

Pero nadie cree que un hombre solo, de la máxima confianza del papa Benedicto XVI, haya planificado el mayor escándalo político que empantana a la Iglesia católica y al Estado del Vaticano. Las razones, más allá de los condimentos policiales y de novela negra, hay que buscarlas en las relaciones de poder y en la política internacional.

Paolo Gabriele, el mayordomo, se encuentra en una celda custodiada por la Guardia Suiza después de que en su casa se encontraran cajas llenas de documentos secretos del Pontífice, pero “el cuervo” –como ya todos lo llaman en Italia- se ha negado a hacer ninguna declaración.

La policía, además, busca a una mujer joven, laica y del servicio privado del papa, y por primera vez ha admitido que también anda en la búsqueda de un cardenal.

Y allá arriba, en la cúpula del poder vaticano, es donde realmente está la punta del ovillo, habrá que ver hasta dónde están dispuestos a tirar.

Y es posible que esta vez tiren bastante: el Vaticano ha hecho uso y abuso de una manera de ejercicio del poder, tanto a nivel italiano y europeo como a escala mundial, donde el secreto ha sido llevado a la categoría de arte; pero esa manera de gestionar las relaciones políticas se queda sin espacio en la era de las comunicaciones y de la transparencia informativa en tiempo real. Los oscuros pasillos de la diplomacia pontificia se inundan de ojos y de oídos, y aquellas negociaciones de poder, que eran eficaces mientras permanecieran en secreto, ya no lo son tanto.

Además, el papa es un hombre anciano y enfermo, que acaba de cumplir los 85 años y ha admitido que abdicaría si entiende que no puede seguir haciendo su trabajo.

Esa coyuntura ha desatado las luchas de facciones intestinas del pequeño (apenas 40 hectáreas) pero poderosísimo y riquísimo Estado.

No es nada nuevo, los cardenales llevan haciéndolo por siglos. Pero ahora está internet, y se acabaron las sombras protectoras; por algo al escándalo de estos días lo han denominado “VatincanLeaks”, como aquella web de WikiLeaks que abrió la caja de Pandora de la diplomacia reservada.

En Roma la cuestión pasa por la sucesión: la fuerte curia italiana, el principal partido político vaticano, parece estar accionando para terminar con los extranjeros en el solio pontificio (con el polaco Wojtyla primero y con el alemán Ratzinger luego, hace 33 años que no hay papa italiano). El arzobispo de Milán, el cardenal Ángelo Scola, calienta motores, dicen.

En cualquier caso, en esta historia la culpa no tiene mucho que ver con el mayordomo.




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