HOY DÍA CÓRDOBA - Columna Periscopio - viernes 6 de julio de 2012
Europa, vientos mediterráneos
por Nelson Gustavo Specchia
Unos inesperados vientos cálidos del Mediterráneo -italianos, franceses y españoles- comenzaron a soplar sobre la gélida postura alemana en la reciente Cumbre de Bruselas, los últimos días de junio. Después de cuatro años en que la canciller Ángela Merkel impuso su criterio sobre las vías para enfrentar la crisis que sigue hundiendo las depreciadas economías, el viernes 29 de junio en Bruselas el socialista François Hollande; el italiano Mario Monti; junto al español Mariano Rajoy; lograron finalmente doblarle el brazo a Merkel, la "Señora No".
La jefa del gobierno alemán, respaldada por el voto de todo el arco parlamentario de Berlín, ha impuesto una visión uniforme sobre las metodologías para subsanar el déficit público en la Eurozona. A pesar de las recomendaciones de los foros multilaterales -en especial los debates sostenidos en el Grupo de los Veinte- en el sentido de apoyar el crecimiento y el empleo con medidas de incentivo y de aumento del gasto, Alemania reiteró una y otra vez que sólo respaldaría medidas de restricción, hasta tanto los países endeudados "sanearan" las cuentas de los gobiernos. Un saneamiento que se tradujo, en todos los casos, en correcciones de ajuste sobre las partidas presupuestarias destinadas a la atención social y al financiamiento del Estado de Bienestar, el modelo de cohesión adoptado por la mayor parte de Europa desde la segunda posguerra hasta ahora. El énfasis con que Berlín defendió esta vía llevó inclusive al reemplazo de administraciones democráticamente elegidas, por "gobiernos técnicos" que se encargasen de aplicar los ajustes estructurales con la supervision externa del Banco Central Europeo y del Fondo Monetario Internacional.
CRÍA CUERVOS Y
TE COMERÁN LOS OJOS
La medida extrema de reemplazar ejecutivos elegidos por "gobiernos técnicos" -como los que se impusieron en Italia y en Grecia- fue posible merced a un entendimiento entre los altos mandos de las dos locomotoras económicas de Europa. O sea, cuando Merkel contaba con la asociación inequívoca de Nicolas Sarkozy. Pero aquel "Merkozy" se fisuró con el reemplazo de François Hollande en el Elíseo, a un punto que sólo la reunión de Bruselas permitió dimensionar.
Y en este mismo sentido, la segunda sorpresa la aportó Monti. El profesor italiano, una figura respetada en los ambientes académicos e intelectuales, fue elegido para reemplazar a Silvio Berlusconi y a la debacle del populismo de derechas, con la confianza de que obedecería al libreto de Merkel sin chistar demasiado. Y las medidas aplicadas por el "gobierno técnico" del profesor parecieron ratificar ese aserto.
Mario Monti ha aplicado un severo ajuste a la planta de empleados públicos, rebajado sueldos, alargado la edad jubilatoria y quitando asignaciones a diestra y siniestra. Los recortes -que ascienden a unos 7.000 millones de euros en la administración central del Estado- han implicado incluso que desaparezcan algunas provincias del mapa italiano, subsumiéndose o integrándose en otras. En cuatro meses, el "gobierno técnico" despidió a uno de cada 10 empleados públicos, y cerró toda posibilidad de ingreso a nuevos puestos en la planta de funcionarios hasta el año 2016. Y sin anestesia, aplicó la misma lógica a los demás sectores de atención estatal: según diversas estimaciones, los ajustes en el sector salud (un ahorro de 3.000 millones de euros anuales) implicarán el cierre de 216 clínicas -muchas en las ciudades medianas y pequeñas del interior- y la eliminación de más de 18.000 camas de internados en los hospitales.
Pero, a pesar de esta aplicación a rajatabla de las recetas de la señora Merkel, hasta el propio Monti dijo basta en la Cumbre de Bruselas, y se sumó a los reclamos de Hollande. Inclusive algún informante filtró a la prensa la amenaza del profesor de renunciar, si "Frau Nein" no se decidía finalmente a flexibilizar su postura. Y lo logró: Merkel admitió que se aprueben medidas de corto plazo, que potencien el crecimiento y que atemperen la destrucción de empleo. En lo inmediato, Hollande y Monti han conseguido que Alemania autorice al Banco Central Europeo a recapitalizar directamente a los bancos con problemas, con un fondo estructural de hasta 120.000 millones de euros.
El principal beneficiario de la recapitalización bancaria directa y de la posibilidad de un uso más flexible de los fondos europeos de rescate para la compra de deuda soberana, fue el sistema financiero español; de ahí que Mariano Rajoy se haya subido, interesada y rápidamente, a los nuevos vientos mediterráneos que despeinan a la Canciller. Apenas unas horas después de la Cumbre, la flexibilización de la ortodoxia alemana aliviaba los mercados: las primas de riesgo de España y de Italia descendían sensiblemente, y las bolsas de la Eurozona comenzaban a repuntar (en el caso de la Bolsa de Madrid, la primera suba importante desde hace dos años).
AUTONOMÍA GALA
La pregunta de fondo es si la Cumbre de Bruselas constituye un quiebre en la estrategia global europea para enfrentar la crisis, o es apenas la introducción de una cuña de coyuntura, de un parche en el discurso neoconservador dominante.
No es una cuestión simple, y hay señales en múltiples sentidos. Por un lado, la opinión pública recibió en muy buenos términos el cambio de dirección. La prensa inclusive llegó a presentarlo como una victoria frente a la ortodoxia del ajuste: el diario progresista alemán Sueddeutsche Zeitung tituló "Merkel cede: dinero para los bancos enfermos"; mientras que sus colegas del Bild ocupaban toda la portada anunciando "Italia y España tienen lo que querían. Por primera vez los Estados del euro no siguen las órdenes de Alemania". También en Francia: Liberation tituló "La noche en que el Sur hizo ceder a Merkel"; y el diario de centroderecha Le Figaro: "Merkel contra la pared". Y en Italia: La Repubblica publicó que, tras cuatro años duros en que Alemania impuso la música, tres de las cuatro economías principales de Europa se negaban a seguir bailando ese ritmo.
Pero, además de la reacción pública a la Cumbre de Bruselas, otro elemento abona la hipótesis de una alternativa a los métodos propugnados por la Canciller. Hollande, desde el relativo bajo perfil con que accedió a la presidencia francesa, parece decidido a llevar adelante una agenda de intervención estatal y de redistribución de cargas en la crisis.
Por la vía de Merkel, los costos de la salida de la crisis los soportan mayormente los asalariados y las clases medias, ya sea por el achicamiento de sueldos o por la reducción de beneficios sociales que antes cubría el Estado. Hollande, en cambio, insiste en que esa igualación en las respuestas, y los salvatajes exclusivamente dirigidos a las entidades bancarias, además de su radical injusticia no constituye una política sostenible en el mediano plazo.
Diciendo y haciendo, el francés sostuvo que no sería rehén de la austeridad y aprobó una reforma fiscal que sube impuestos a los que más tienen, por valor de 7.200 millones de euros. La batería de medidas, que rompe claramente con las impulsadas por Nicolas Sarkozy, apuntan a no tocar los ingresos de las clases populares y medias (anula la subida del IVA que estaba prevista para octubre), y a que el mayor esfuerzo lo hagan los contribuyentes más ricos (se les aplicará una contribución excepcional del 3 por ciento sobre el patrimonio) y las empresas que más facturan y más ganan (los dividendos abonados a los accionistas tributarán un 3 por ciento; las stock options y acciones gratuitas tendrán una contribución social del 40 por ciento; y las grandes empresas deberán abonar de forma anticipada un 5 por ciento excepcional sobre los beneficios).
Y no termina aquí. Hollande anunció que su gobierno impulsará, apenas pase el verano, un impuesto del 75 por ciento a las rentas que superen el millón de euros anuales. Más que vientitos aislados, parece una señora tormenta mediterránea.
Twitter: @nspecchia