martes, 7 de agosto de 2012

El caldero de los cuenteros (07 08 12)

Columna “En foco” - El Mundo - página 2 - Hoy Día Córdoba – martes 07 de agosto 2012


El caldero de los cuenteros

por Pedro I. de Quesada




Hace algunos años, regenteábamos con unos amigos un pub en Nueva Córdoba, “Brujas”, en un antiguo caserón con cristaleras de colores sobre Rodríguez Peña, que terminó demolido como tantos. En ese local nuestro se reunía, los miércoles, un variopinto conjunto de amantes de la literatura, “El caldero de los cuenteros”, coordinado por Susana Chas. Eran unas reuniones románticas, que intentaban poner la diversidad al servicio de la creación literaria.

Por asociaciones libres, he recordado aquel caldero al analizar las imágenes, cada vez más agresivas, cada día más inquietantes, de la tensión racial en los Estados Unidos de Norteamérica.

La diversidad puede derivar en creación y en convivencia, como aquel grupo de personajes tan disímiles que la amiga Chas agrupaba en torno suyo. Pero, mal manejada, también puede derivar en un magma de tensiones que se cocine a fuego lento y que termine haciendo saltar la tapa del caldero en cualquier momento.

Esa es la imagen que se impone cuando se analizan las derivas de esta semana, en un ambiente racial y socialmente tan pluralista como el de la Costa Oeste estadounidense.

California, a diferencia del Medio Oeste o de Texas y las zonas sureñas lindantes con México, se ha caracterizado por ser la avanzada de la tolerancia norteamericana, y en los picos de tensión (cuando se han intentado aprobar leyes xenófobas contra la inmigración latina, o cuando personajes como el “sheriff” Joe Arpaio han puesto la cuestión de los “espaldas mojadas” en el tapete), California ha conseguido atemperar los ánimos y reequilibrar la balanza sobre la política étnica.

Sin embargo, la reciente muerte de dos hispanos a manos de la policía en una de las localidades acomodadas cercana a Los Ángeles ha desatado una ola de violencia que no tiene precedentes en California.

Dos jóvenes, de alrededor de 20 años, han muerto por tiros policiales, sin haber estado armados ni actuando en situaciones confusas; sus muertes no han podido adjudicarse sino a fusilamientos extrajudiciales. Un tercer tiroteo en la misma semana terminó prendiendo la mecha de las protestas, éstas llevaron a movilizaciones de la comunidad hispana, y éstas, a su vez, a enfrentamiento entre latinos y policías, vandalismo, cientos de locales destrozados.

Y la promesa de que esto sólo es el principio, de que los próximos días verán aumentar progresivamente la temperatura del caldero. En el amplísimo cinturón urbano de Los Ángeles, ya la población hispana supera el 50 por ciento del total (de los que, a su vez, una quinta parte tiene menos de 20 años) y el “spanglish” –ese castellano mechado con algunas palabras en inglés- es la lengua franca.

Pero, a diferencia de lo que muestran las series policiales de la televisión norteamericana, no hay casi policías hispanos, y de los blancos casi ninguno habla español. Unos ingredientes propicios para calentar cada vez más ese temible caldero.

Y este, por desgracia, no tiene nada que ver con la creación literaria.





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