jueves, 6 de septiembre de 2012

Síntomas holandeses, enfermedad europea (07 09 12)

HOY DÍA CÓRDOBA – columna “Periscopio” – viernes 07 de septiembre de 2012.



Síntomas holandeses, enfermedad europea

por Nelson Gustavo Specchia 




 







La próxima semana, los holandeses –uno de los seis países fundadores de la actual Unión Europea- tendrán su cita con las urnas; pero estas elecciones, como ya comienza a ser una constante en los países del viejo continente, traspasan los límites estatales y se meten de lleno en la cuestión regional.

Los votos holandeses tienden a dirimir la principal puja que hoy tironea a Europa, entre los partidarios de salir del atolladero de la crisis por la vía del ahorro, el ajuste y la austeridad (el “discurso único” que ha conseguido imponer la canciller alemana Ángela Merkel entre sus pares conservadores), y aquellos que sostienen que la crisis obliga a recuperar las fórmulas keynesianas de expansión del gasto público como aliciente del consumo y, por ello, de la recuperación productiva. Pero esa tensión continental trasladada al plano interno de los Estados miembros de la Unión Europea ha comenzado a expresarse de una manera extrema: los grandes perdedores de las elecciones comienzan a ser los partidos moderados tradicionales, tanto los de centroderecha como los socialdemócratas, mientras que las opciones de los extremos del arco político –a un costado como al otro- no dejan de crecer de manera sostenida.

Algo de esto ya había podido avizorarse en Grecia, con el repentino salto de la izquierda radical y la inusitada buena recaudación de votos de la derecha fascista (que inclusive consiguió representación parlamentaria); pero las elecciones holandesas de la semana que viene fijarán más fuertemente esa pauta: mientras la vieja socialdemocracia del Partido Laborista holandés ve adelgazarse su padrón de adherentes, que le critican una posición demasiado tibia respecto de las imposiciones liberales de las instituciones europeas de Bruselas, crecen las adhesiones al Partido Socialista –izquierda radical- que propone quitarse de encima la presión de los mercados y las imposiciones de austeridad y de reducción del déficit fiscal del Banco Central Europeo.

Desde la otra esquina del espectro, los conservadores holandeses se ven desplazados por el crecimiento del euroxenófobo Partido de la Libertad, de Geert Wilders, el rubio dirigente filofascista que, junto a sus proclamas anti-inmigración, anti-árabes, anti-islámicas y otras muchas antinomias más, incluye el abandono pleno del proceso de integración. Abandonar el barco de la Unión Europea –y “las cadenas” de la moneda común- ha sido el discurso que ha impulsado a Wilders y a los suyos desde los márgenes del sistema político a los primeros lugares en las preferencias de un electorado culto, pacífico y tradicionalmente moderado. Pero hay que tener cuidado al evaluar estos nuevos rumbos de los electorados nacionales, porque Holanda hoy, como Grecia ayer, son sólo síntomas: la verdadera enfermedad está en Europa.

EUROESCÉPTICOS DEL MUNDO, ¡UNÍOS!

Holanda fue responsable de algunos de los impulsos más importantes del proceso de integración europeo, en los originales pasos, tras la posguerra. Formó, con sus vecinos comerciales del Benelux (Bélgica y Luxemburgo), la alianza junto a los dos grandes antagonistas del espacio continental, Francia y Alemania, la primitiva CECA (Comunidad Europa del Carbón y del Acero) apenas terminada la segunda Guerra Mundial. Y en los primeros años cincuenta, después de las terribles experiencias atómicas de Hiroshima y Nagasaki y los desarrollos pacíficos posteriores orientados a la generación energética, de la Euratom. Esas dos asociaciones estratégicas impulsaron la Comunidad Económica Europa, que sería el germen de la actual asociación continental que ya suma veintisiete Estados miembros, con nueve más en las gateras esperando que le habiliten la entrada.

En todo ese proceso, los gobiernos holandeses fueron de los más proactivos en el apoyo al crecimiento y desarrollo de la integración. Un apoyo que mantuvieron inclusive cuando las mayorías electorales optaron por ponerle un freno a la profundización política e institucional, como fue la propuesta de un Tratado por el que se establecía una Constitución para Europa, que fue rechazada en 2005 por los holandeses en consulta plebiscitaria vinculante, donde participó el 63 por ciento del padrón electoral.  

Pero esa actitud de solidaridad y de apuesta fuerte por la cooperación como vía para el mantenimiento de la paz a nivel continental –que durante medio siglo han compartido los socialdemócratas con los democristianos; los liberales con los calvinistas moderados- comenzó a fracturarse con la llegada de la crisis económica, y no sólo por la incidencia creciente de la derecha nacionalista, sino también por el trasvase de votos desde la socialdemocracia hacia una izquierda más radicalizada. Los nuevos socialistas sostienes que aquella apuesta europea primigenia, que alentó el desarrollo del Estado de bienestar tras los desastres criminales de las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX, ha terminado cooptada por los sectores neoliberales y por los banqueros.

Al nuevo socialismo en Holanda lo encarna Emile Roemer. Con antecedentes de simpatías y militancias en el leninismo y el maoísmo, Roemer dirige hoy el Partido Socialista, una agrupación joven y dinámica, que crece en la misma medida en que la crisis se profundiza (en una economía históricamente estable, se espera un déficit del 4,6 por ciento para 2013). En 2004, antes del plebiscito por la Constitución –donde empujaron para que sea rechazado- llegó a tener 25 escaños en el Parlamento nederlandés, de 150 sillas. Y las encuestas para las elecciones del 12 de septiembre anticipan que podría alcanzar unos 40 escaños, con los cuales el Partido Socialista se convertiría en la primera fuerza de Holanda y, posiblemente, Emile Roemer en el primer ministro euroescéptico del país fundador de la Unión Europea.

Dada la estructura parlamentaria holandesa, la constitución de un nuevo gobierno necesariamente deberá implicar la formación de una coalición (ya que se requiere un piso de 76 escaños para que la reina Beatriz de los Países Bajos convoque a un grupo a formar Ejecutivo). Pero, puestos a oponerse a Europa, los socialistas de Roemer hasta pueden contar con el apoyo de la derecha de Geert Wilders.

Wilders no afloja con su frontal discurso antieuropeo, y hasta ha desplazado los ataques a los inmigrantes y a los musulmanes, que lo han hecho conocido a nivel internacional por su beligerancia fascista, para centrarse ahora en la economía. Su grupo ultranacionalista propugna la retirada de la contribución de Holanda al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial; muy activo también en el apoyo al NO a la Constitución en 2005, ahora sostiene que las elecciones del 12 de septiembre serán un referéndum sobre Europa y sobre el euro. Geert Wilders propone salir de la eurozona y crear una nueva moneda, a la que denomina “Neuro” (anteponiendo la N de Nederland a la que hoy es la moneda común).

Y si los filofascistas del Partido de la Libertad son un sapo demasiado intragable, Roemer también podría contar con los Liberales de Derecha, a quienes las encuestas otorgan el segundo lugar en las elecciones. En cualquier caso, todos son igualmente euroescépticos.














En Twitter:   @nspecchia