DISCUSIONES: EL LEGADO DE LARSSON
Los dólares de Millennium
por Esteban Maturin
La historia de Stieg Larsson, el novelista sueco que sorprendió al universo literario con sus tres libros de novela negra, parece seguir la senda de sus retorcidos personajes. La fugaz carrera literaria de Larsson, que murió a los 50 años en Estocolmo en 2004, se concentró en tres libros: “Los hombres que no amaban a las mujeres”; “La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina”; y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”; después de haberse dedicado, con un perfil siempre muy bajo, al periodismo experimental y al activismo en derechos humanos.
Stieg Larsson era un virtual desconocido, tanto como periodista como en su rol de urdidor de tramas de novelas policiales, hasta su muerte.
No llegó a ver publicada su obra, cuyo primer volumen apareció unas semanas después de su fallecimiento, y desde entonces la línea de crecimiento de ventas de los títulos de la trilogía Millennium se disparó, sin techo, hasta convertir a alguno de ellos en número 1 de ventas en el inmenso mercado estadounidense. Hasta fines del año pasado, la venta total de ejemplares de los tres títulos alcanzaba los 63 millones de ejemplares, más la industria construida en torno a docenas de páginas web, libros sobre la trilogía, series de televisión, y exitosas y taquilleras películas.
Además del fenómeno sociológico que ha implicado, y de la visión alternativa a la postal idílica de la vida en el país nórdico que proponen sus libros, el estallido de ventas de los Millenniun amasó en pocos meses una inmensa fortuna.
Y siguiendo la estela de sus tramas, la lluvia de dólares por los derechos de autor comenzó a escribir una novela al interior de su propia familia. Larsson nunca se casó formalmente con su pareja, la arquitecta y también escritora Eva Gabrielsson, aunque comenzaron a convivir cuando él tenía apenas 18 años, y siguieron juntos durante los siguientes 32 (en los cuales Stieg apenas tuvo contacto con su familia paterna), hasta su muerte. Ante la carencia del certificado legal de matrimonio, el padre y el hermano del escritor demandaron los derechos emergentes de los libros, como herederos directos, y se han apropiado de la fortuna, cerrando las puertas a la mujer.
Eva Gabrielsson ha comenzaron una batalla reclamando el “derecho moral” sobre Millennium. Una batalla entre legal y mediática: no sólo reclama parte del dinero, sino también administrar la obra para preservarla, según dice.
Además, Eva tiene en su poder (quedó en la casa que compartía con Stieg) la computadora donde está el cuarto libro inacabado de la serie Millennium: unas 200 páginas, que ya son famosas aunque nadie las haya visto, del volumen que llevaría por título “La venganza de Dios”.
Pero si el padre y el hermano de Larsson no le dan la administración –y parte de la herencia, estimo- Eva no soltará el archivo, y no habrá nuevo libro.
Nos podríamos quedar sin saber cómo la investigadora Lisbeth Salander, la protagonista de las tramas de Larsson, avanza en el caso. Pero, fundamentalmente, sin esa mordaz visión sobre la sociedad y la política nórdica, esa que –entre fascinado y malhumorado- llevó a decir a Mario Vargas Llosa que aparece como “una sucursal del infierno, donde los jueces prevarican, los psiquiatras torturan, los policías y espías delinquen, los políticos mienten, los empresarios estafan, y las instituciones en general parecen presa de una pandemia de corrupción”.
Una visión bien lejana del “paraíso sueco”.
Twitter: @nspecchia
Los dólares de Millennium
por Esteban Maturin
La historia de Stieg Larsson, el novelista sueco que sorprendió al universo literario con sus tres libros de novela negra, parece seguir la senda de sus retorcidos personajes. La fugaz carrera literaria de Larsson, que murió a los 50 años en Estocolmo en 2004, se concentró en tres libros: “Los hombres que no amaban a las mujeres”; “La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina”; y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”; después de haberse dedicado, con un perfil siempre muy bajo, al periodismo experimental y al activismo en derechos humanos.
Stieg Larsson era un virtual desconocido, tanto como periodista como en su rol de urdidor de tramas de novelas policiales, hasta su muerte.
No llegó a ver publicada su obra, cuyo primer volumen apareció unas semanas después de su fallecimiento, y desde entonces la línea de crecimiento de ventas de los títulos de la trilogía Millennium se disparó, sin techo, hasta convertir a alguno de ellos en número 1 de ventas en el inmenso mercado estadounidense. Hasta fines del año pasado, la venta total de ejemplares de los tres títulos alcanzaba los 63 millones de ejemplares, más la industria construida en torno a docenas de páginas web, libros sobre la trilogía, series de televisión, y exitosas y taquilleras películas.
Además del fenómeno sociológico que ha implicado, y de la visión alternativa a la postal idílica de la vida en el país nórdico que proponen sus libros, el estallido de ventas de los Millenniun amasó en pocos meses una inmensa fortuna.
Y siguiendo la estela de sus tramas, la lluvia de dólares por los derechos de autor comenzó a escribir una novela al interior de su propia familia. Larsson nunca se casó formalmente con su pareja, la arquitecta y también escritora Eva Gabrielsson, aunque comenzaron a convivir cuando él tenía apenas 18 años, y siguieron juntos durante los siguientes 32 (en los cuales Stieg apenas tuvo contacto con su familia paterna), hasta su muerte. Ante la carencia del certificado legal de matrimonio, el padre y el hermano del escritor demandaron los derechos emergentes de los libros, como herederos directos, y se han apropiado de la fortuna, cerrando las puertas a la mujer.
Eva Gabrielsson ha comenzaron una batalla reclamando el “derecho moral” sobre Millennium. Una batalla entre legal y mediática: no sólo reclama parte del dinero, sino también administrar la obra para preservarla, según dice.
Además, Eva tiene en su poder (quedó en la casa que compartía con Stieg) la computadora donde está el cuarto libro inacabado de la serie Millennium: unas 200 páginas, que ya son famosas aunque nadie las haya visto, del volumen que llevaría por título “La venganza de Dios”.
Pero si el padre y el hermano de Larsson no le dan la administración –y parte de la herencia, estimo- Eva no soltará el archivo, y no habrá nuevo libro.
Nos podríamos quedar sin saber cómo la investigadora Lisbeth Salander, la protagonista de las tramas de Larsson, avanza en el caso. Pero, fundamentalmente, sin esa mordaz visión sobre la sociedad y la política nórdica, esa que –entre fascinado y malhumorado- llevó a decir a Mario Vargas Llosa que aparece como “una sucursal del infierno, donde los jueces prevarican, los psiquiatras torturan, los policías y espías delinquen, los políticos mienten, los empresarios estafan, y las instituciones en general parecen presa de una pandemia de corrupción”.
Una visión bien lejana del “paraíso sueco”.
Twitter: @nspecchia