Llora, "pagliaccio"
La derecha italiana comienza a separarse del mediático ex primer ministro, lo que aumenta las posibilidades de continuidad del “gobierno técnico” de Mario Monti.
por Nelson Gustavo Specchia *
Inmediatamente después de dejar el poder en noviembre, Silvio Berlusconi comenzó a repartir señales de que ese alejamiento era temporario, un paréntesis impuesto por la crisis europea. Una vez superado este escollo volvería él, naturalmente, a atar y desatar los nudos de la política italiana, tal como lo ha hecho en las últimas dos décadas y en las tres oportunidades que ejerció el gobierno (1994-1995, 2001-2006 y 2008-2011).
El padrino.
El arco de partidos de la derecha italiana avaló aquellas señales de “ il Cavaliere ”. Después de todo, si se obvian las manifestaciones escandalosas de su exuberante sexualidad, Berlusconi ha aplicado ajustadamente la agenda conservadora, tanto en el achicamiento del Estado como en la desregulación económica.
Se esperaba, por eso, que el eterno candidato –quien a los 76 años dice estar fresco y sano como para seguir gobernando– hiciera pública su sexta candidatura a la presidencia en las próximas elecciones.
Sin embargo, un fallo judicial adverso lo pone en el sitio del que siempre se ocupó de escapar: entre rejas. Y siguiendo la sentencia, en los últimos días se ha visto cómo los antiguos compañeros de ruta lo abandonan a pasos acelerados.
La anunciada vuelta se ha tornado, de pronto, en una despedida que tiene visos de permanente.
Trajes a medida.
Además de su abultado patrimonio (calculado en unos nueve mil millones de euros), Silvio Berlusconi siempre tuvo presente cuáles eran las otras dos condiciones de posibilidad del eterno retorno al centro del poder: tener en sus manos las palancas que mueven la opinión pública, y armar un entramado legal ad hoc que le garantizara –junto con la inmunidad inherente al ejercicio de los cargos ejecutivos– no terminar en la cárcel.
Y ese esquema funcionó de manera eficaz durante períodos enteros.
Respecto a la opinión pública, su propiedad directa sobre los canales de televisión, sobre algunos de los diarios de mayor tirada de Italia, sobre revistas (como el muy leído semanario Chi ), e inclusive sobre grupos editoriales enteros (como Mondadori), le garantizaron siempre la presencia en pantalla, la “comprensión” de editorialistas y columnistas, y un “respetuoso silencio” sobre los ribetes más escandalosos de su administración.
Para completar el paquete, el control de otros medios supuestamente competidores de los suyos a través de familiares –como su hermano Paolo– y de sociedades participadas, preservó la imagen de libertad de expresión y de pluralidad informativa.
Y en cuanto a la arquitectura legal de protección, Berlusconi ha utilizado las mayorías parlamentarias para ir adecuando las leyes y los códigos de procedimiento a su talle, como un traje confeccionado a medida.Las investigaciones y los sumarios se entorpecen a través de un sistema judicial infinitamente lento, que tiene, además, una especial mirada de indulgencia hacia los poderosos.
Uno de los elementos más notorios del sistema es la previsión de que una condena no quede firme –y por lo tanto no sea de cumplimiento obligatorio– hasta que no sea confirmada en tercera instancia.Llegar a esa tercera instancia demanda tantos años, que por lo general antes llega la prescripción.
Aun así, ese andamiaje no lo ha librado de acusaciones y juicios, y los medios italianos calculan que lleva gastados unos 200 millones de euros en honorarios pagados a los más famosos abogados de la península, que de forma sistemática han ido encontrando los vericuetos para mantenerlo fuera de la cárcel.
En las últimas dos décadas, Silvio Berlusconi ha sido acusado, se le han sustanciado juicios, y ha sido declarado reo, por delitos tales como corrupción, financiamiento mafioso de partidos políticos, sobornos a agentes de la judicatura y falsedad contable en sus empresas.Sin embargo, aquellos hábiles bufetes romanos y milaneses han apelado una y otra vez, alargando los plazos hasta que los delitos han prescripto.Al día de hoy, el ex premier mantiene abiertos otros 33 juicios en su contra.
Por unos impuestos.
En tamaña lista de crímenes, como a su coterráneo Al Capote, a Berlusconi finalmente lo han agarrado por una minucia: no pagar sus impuestos. Un tribunal de Milán lo condenó la semana pasada a cuatro años de prisión, a cinco de inhabilitación para ejercer cargos públicos, y a una multa de 10 millones de euros por fraude fiscal.
Lo atraparon por el denominado “caso Mediaset”, donde el magnate evadió unos 12 millones de impuestos de su conglomerado de medios de comunicación.Para mayor humillación, el tribunal milanés deja asentado que don Silvio Berlusconi tiene una propensión a cometer delitos. Así, literalmente.
Puede ser, pero nadie le negará astucia y previsión: una amnistía aprobada por él en 2006 reduce las penas, en razón de que hay sobrepoblación carcelaria.
Entre abogados caros y amnistías a medida, Berlusconi quizá logre evitar la cárcel también esta vez.Pero la sentencia le ha cortado el camino de vuelta al gobierno.Y como dice Umberto Eco, aunque no esté Berlusconi Italia tardará largos años en sacudirse del todo las rémoras del berlusconismo, instaladas en el trapicheo de cargos por votos, de subsidios por apoyos, de prebendas por silencios.
Al profesor Mario Monti quizá le corresponda, luego de haber puesto orden con su “gobierno técnico”, ocuparse también de recuperar en Italia la política, esa construcción común del bienestar ciudadano.
* Politólogo, profesor de Política Internacional (UCC y UTN Córdoba)
http://www.lavoz.com.ar/opinion/llora-pagliaccio
Twitter: @nspecchia
La derecha italiana comienza a separarse del mediático ex primer ministro, lo que aumenta las posibilidades de continuidad del “gobierno técnico” de Mario Monti.
por Nelson Gustavo Specchia *
Inmediatamente después de dejar el poder en noviembre, Silvio Berlusconi comenzó a repartir señales de que ese alejamiento era temporario, un paréntesis impuesto por la crisis europea. Una vez superado este escollo volvería él, naturalmente, a atar y desatar los nudos de la política italiana, tal como lo ha hecho en las últimas dos décadas y en las tres oportunidades que ejerció el gobierno (1994-1995, 2001-2006 y 2008-2011).
El padrino.
El arco de partidos de la derecha italiana avaló aquellas señales de “ il Cavaliere ”. Después de todo, si se obvian las manifestaciones escandalosas de su exuberante sexualidad, Berlusconi ha aplicado ajustadamente la agenda conservadora, tanto en el achicamiento del Estado como en la desregulación económica.
Se esperaba, por eso, que el eterno candidato –quien a los 76 años dice estar fresco y sano como para seguir gobernando– hiciera pública su sexta candidatura a la presidencia en las próximas elecciones.
Sin embargo, un fallo judicial adverso lo pone en el sitio del que siempre se ocupó de escapar: entre rejas. Y siguiendo la sentencia, en los últimos días se ha visto cómo los antiguos compañeros de ruta lo abandonan a pasos acelerados.
La anunciada vuelta se ha tornado, de pronto, en una despedida que tiene visos de permanente.
Trajes a medida.
Además de su abultado patrimonio (calculado en unos nueve mil millones de euros), Silvio Berlusconi siempre tuvo presente cuáles eran las otras dos condiciones de posibilidad del eterno retorno al centro del poder: tener en sus manos las palancas que mueven la opinión pública, y armar un entramado legal ad hoc que le garantizara –junto con la inmunidad inherente al ejercicio de los cargos ejecutivos– no terminar en la cárcel.
Y ese esquema funcionó de manera eficaz durante períodos enteros.
Respecto a la opinión pública, su propiedad directa sobre los canales de televisión, sobre algunos de los diarios de mayor tirada de Italia, sobre revistas (como el muy leído semanario Chi ), e inclusive sobre grupos editoriales enteros (como Mondadori), le garantizaron siempre la presencia en pantalla, la “comprensión” de editorialistas y columnistas, y un “respetuoso silencio” sobre los ribetes más escandalosos de su administración.
Para completar el paquete, el control de otros medios supuestamente competidores de los suyos a través de familiares –como su hermano Paolo– y de sociedades participadas, preservó la imagen de libertad de expresión y de pluralidad informativa.
Y en cuanto a la arquitectura legal de protección, Berlusconi ha utilizado las mayorías parlamentarias para ir adecuando las leyes y los códigos de procedimiento a su talle, como un traje confeccionado a medida.Las investigaciones y los sumarios se entorpecen a través de un sistema judicial infinitamente lento, que tiene, además, una especial mirada de indulgencia hacia los poderosos.
Uno de los elementos más notorios del sistema es la previsión de que una condena no quede firme –y por lo tanto no sea de cumplimiento obligatorio– hasta que no sea confirmada en tercera instancia.Llegar a esa tercera instancia demanda tantos años, que por lo general antes llega la prescripción.
Aun así, ese andamiaje no lo ha librado de acusaciones y juicios, y los medios italianos calculan que lleva gastados unos 200 millones de euros en honorarios pagados a los más famosos abogados de la península, que de forma sistemática han ido encontrando los vericuetos para mantenerlo fuera de la cárcel.
En las últimas dos décadas, Silvio Berlusconi ha sido acusado, se le han sustanciado juicios, y ha sido declarado reo, por delitos tales como corrupción, financiamiento mafioso de partidos políticos, sobornos a agentes de la judicatura y falsedad contable en sus empresas.Sin embargo, aquellos hábiles bufetes romanos y milaneses han apelado una y otra vez, alargando los plazos hasta que los delitos han prescripto.Al día de hoy, el ex premier mantiene abiertos otros 33 juicios en su contra.
Por unos impuestos.
En tamaña lista de crímenes, como a su coterráneo Al Capote, a Berlusconi finalmente lo han agarrado por una minucia: no pagar sus impuestos. Un tribunal de Milán lo condenó la semana pasada a cuatro años de prisión, a cinco de inhabilitación para ejercer cargos públicos, y a una multa de 10 millones de euros por fraude fiscal.
Lo atraparon por el denominado “caso Mediaset”, donde el magnate evadió unos 12 millones de impuestos de su conglomerado de medios de comunicación.Para mayor humillación, el tribunal milanés deja asentado que don Silvio Berlusconi tiene una propensión a cometer delitos. Así, literalmente.
Puede ser, pero nadie le negará astucia y previsión: una amnistía aprobada por él en 2006 reduce las penas, en razón de que hay sobrepoblación carcelaria.
Entre abogados caros y amnistías a medida, Berlusconi quizá logre evitar la cárcel también esta vez.Pero la sentencia le ha cortado el camino de vuelta al gobierno.Y como dice Umberto Eco, aunque no esté Berlusconi Italia tardará largos años en sacudirse del todo las rémoras del berlusconismo, instaladas en el trapicheo de cargos por votos, de subsidios por apoyos, de prebendas por silencios.
Al profesor Mario Monti quizá le corresponda, luego de haber puesto orden con su “gobierno técnico”, ocuparse también de recuperar en Italia la política, esa construcción común del bienestar ciudadano.
* Politólogo, profesor de Política Internacional (UCC y UTN Córdoba)
http://www.lavoz.com.ar/opinion/llora-pagliaccio
Twitter: @nspecchia