lunes, 31 de diciembre de 2012

Obama y el abismo (29 12 12)

La Voz del Interior – Opinión – sábado 29 de diciembre, 2012
  

Obama y el abismo
por Nelson Gustavo Specchia

Politólogo. Profesor de Política Internacional (UCC y UTN Córdoba), Twitter: @nspecchia








El presidente Barack Obama no ha disfrutado de esos primeros cien días que Nicolás Maquiavelo  consideraba el período dulce del Príncipe, en el que tiene las manos libres para introducir los cambios que va a necesitar luego. Ha tenido que interrumpir sus vacaciones de Navidad en Hawai para volver apresuradamente a Washington e intentar salvar, in extremis, la negociación parlamentaria que evite la caída de la primera economía mundial en recesión.

El poder del Logos

La politología norteamericana tiene la virtud de encontrar designaciones precisas para fenómenos complejos. Como este “fiscal cliff” (“abismo fiscal”) que designa de una manera compacta el brete en que se han metido.

El “abismo fiscal” que Obama intentará sortear en las próximas 48 horas es el resultado de un conjunto de decisiones que confluyen en el año nuevo. El 1 de enero comenzarán los recortes al gasto público aprobados por el Congreso, y en esa misma fecha expiran los recortes de impuestos establecidos por Bush (hijo) en 2001.

La confluencia de ambas medidas en el primer día de 2013 conduciría a una entrada automática en recesión, con la consecuente caída de la economía norteamericana y, por extensión, de un arrastre de los principales indicadores económicos mundiales detrás de ella.

Tipos duros

En el fondo de la cuestión hay dos elementos que pueden explicar este brete: la rigidez de las dos grandes filosofías políticas estadounidenses, y los límites sistémicos de la capacidad negociadora del Presidente.

El evangelio de los Demócratas es la defensa (y la expansión) del gasto social, mientras que para los Republicanos la disminución (y en la hipótesis de máxima, la misma extinción) de los impuestos es la palabra sagrada. Entre esta dicotomía de blanco y negro, el espacio de los grises –que sería la capacidad negociadora de la figura presidencial- es mínima, aunque ello constituya una paradoja en el principal sistema presidencialista del mundo.

Las últimas elecciones le dieron a Obama cuatro años más en la Casa Blanca, un lapso que debería posibilitar la concreción de su programa. Pero también sentaron en el Capitolio a dos bancadas muy simétricas entre oficialismo y oposición, por lo que no es esperable la constitución de mayorías automáticas, sino que cada medida de aquel programa deberá ser consensuada al detalle. Y los negociadores son tipos duros, que no sólo se juegan la posibilidad del poder en próximas administraciones, sino su propia continuidad en el escaño.

Sólo para millonarios

A la cancha la rayan el propio Obama y uno de los más duros entre los Republicanos, John Boehner, el jefe de la oposición y presidente de la Cámara de Representantes.

Barack Obama sostiene que el “abismo fiscal” se sorteará si los más ricos comienzan a pagar impuestos medianamente progresivos, y propuso colocar la valla desde un ingreso de 250 mil dólares al año. Cuando Boehner le hizo saber que ni siquiera considerarían esa “ridiculez”, el Presidente subió la apuesta del mínimo no imponible a la franja de 400 mil. Pero tampoco.

Con el precipicio a sólo unas horas, los Republicanos han abierto una pequeña rendija en su ortodoxia anti-impuestos, y admitirían la posibilidad de aumentar la presión fiscal sobre los más ricos, pero con porcentajes leves y sólo a partir del millón de dólares.

Para la Casa Blanca es casi una humorada cruel, porque condiciona el programa para los próximos cuatro años, al debilitar los ingresos sobre los que se asienta la estrategia de ampliación del gasto social.

Otras grietas

Pero, a pesar de la alarma mediática, el “abismo fiscal” comparte la urgencia con una agenda exterior no menos preocupante.

Oriente Medio vuelve a ser la piedra externa en el zapato del Presidente. El reconocimiento internacional de Palestina como Estado en la última Asamblea General de la ONU ha incentivado, como no lo hacía en años, al lobby conservador judío del AIPAC (American-Israeli Public Affairs Committee).

Las elecciones en Israel, de enero de 2013, volverán a poner a Irán –que también celebra elecciones en junio- en el centro de la agenda externa, junto al nunca abandonado proyecto israelí de ataque preventivo contra las instalaciones nucleares persas.

Y otro abismo insoslayable es el que se abre con la guerra civil en Siria. La OTAN instaló misiles en la frontera turca, pero en Washington ya se asume que Damasco no será Trípoli ni los Al Assad tan simples de reemplazar como Khaddafi.

El conflicto sirio experimenta una creciente participación de nuevos actores regionales, y cada vez se parece más a un ensayo de guerra entre los musulmanes sunnitas liderados por Arabia Saudita y los núcleos chiítas iraníes y del Hezbollah libanés. Un ensayo de guerra donde tienen roles cada vez más críticos las petromonarquías del Golfo Pérsico; la experiencia laica de islamismo moderado de Turquía; y la deriva confesional de los Hermanos Musulmanes desde el gobierno de Egipto.

Una puja por el dominio regional que obligará a Barack Obama a involucrarse personalmente y a su Administración, y para lo cual requerirá la anuencia de la oposición republicana.

Frente a ello, y por aquellos límites que el propio sistema político le impone, es probable que Obama acepte el amargo ofrecimiento de los Republicanos. La alternativa, en todo caso, es peor. Las grietas de los abismos pueden tragarse más cosas que la sola política fiscal.





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