miércoles, 12 de diciembre de 2012

Un manotazo duro, un golpe helado (11 12 12)


Columna “En foco” - El Mundo - página 2 - Hoy Día Córdoba – martes 11 de diciembre 2012  

Un manotazo duro, un golpe helado

por Pedro I. de Quesada 






Las viejas heridas sociales tardan generaciones enteras en cicatrizarse. Y a veces, incluso, más.

Se supone que las políticas públicas, durante ese arduo proceso de cicatrización, deben acompañar la recuperación social con discursos y acciones que tiendan a facilitar el restablecimiento de la paz. En ningún manual de ciencia política se encontrarán recomendaciones de tirar sal en las heridas, o volver a provocar las condiciones que terminaron por causar aquellos desgarros.

Intento a diario analizar las acciones de política pública impulsadas por el gobierno español de Mariano Rajoy, y a diario me doy con un muro cerrado.

Es comprensible que una administración conservadora intente revertir los períodos de gobiernos socialistas, principalmente en el plano económico: ese es el juego democrático y el mensaje de las mayorías habilita a un cambio de rumbo. Pero el encarnizamiento del gobierno del Partido Popular de recuperar algunas de las políticas más recalcitrantes de la derecha peninsular, constituye una estrategia ilógica (e innecesaria) de reapertura de las viejas heridas que causaron la Guerra Civil y la Dictadura, que están muy lejos aún de cicatrizarse.

La política madrileña de avance sobre los derechos y las libertades autonómicas y sobre la autopercepción nacional, quizá sea el ejemplo más acabado de este despropósito.

Su primera espada, que se solaza del protagonismo que su batalla le ha dado, es el ministro de Educación del gobierno de Rajoy, José Ignacio Wert.

Wert ya se ha peleado con casi todo el ámbito artístico, con los rectores universitarios y con los encargados autonómicos de las carteras educativas. Les ha contestado a todos –subiendo la apuesta y la pelea- desde el escaño de las Cortes de Diputados.

Ahora se enfrenta a movilizaciones multitudinarias: ayer, una marea humana llenó la barcelonesa plaza de Sant Jaume, exigiendo que el ministro respete la “inmersión lingüística” (las clases, en catalán). Junto a Barcelona, más de 60 poblaciones del interior de Cataluña hicieron sus marchas de defensa de las escuelas y del modelo lingüístico.

El martillo tiene el inocuo título de Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (Lomce), pero Wert ya dijo que su objetivo es “españolizar” a los catalanes.

Y mientras echa sal, los que sienten las heridas aún abiertas apelan a las instancias internacionales: las víctimas del franquismo, aglutinados en la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica denunciaron al Reino de España ante la Unión Europea por el “desamparo jurídico” que sufren fronteras adentro, y exigieron una comisión que se encargue de buscar los 113.000 desaparecidos de la Dictadura.

Cuerpos que permanecen olvidados en las cunetas después que –como lo cantó, desgarrado, Miguel Hernández- un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal los hubiera derribado.




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