sábado, 9 de febrero de 2013

Israel, cuestionario abierto (09 02 13)

La Voz del Interior – Opinión – sábado 9 de febrero, 2013  



Israel, cuestionario abierto

por Nelson Gustavo Specchia

Politólogo. Profesor de Política Internacional (UCC y UTN Córdoba)
Twitter:  @nspecchia




Las elecciones de fines de enero en Israel instalaron un debate: ¿muestran un punto de inflexión en el rumbo político?, o por el contrario, ¿se ha tratado de una pausa en el sostenido rumbo hacia la derecha de las últimas dos décadas? Esta segunda pregunta sospecha que una vez superada la pausa, y los nuevos actores alineados en las fuerzas emergentes, Israel seguirá marchando en la línea estratégica que potencia a conservadores, a religiosos y a militares: el trípode que da sustento hoy al ejecutivo de Benjamín “Bibi” Netanyahu.

Vientos primaverales.

Tengo, para mí, que esas lecturas saltan un dato crucial: las elecciones también pueden haber sido una respuesta al cambio del contexto regional.

La “primavera árabe” no ha dejado impasible a ningún actor en la larga lonja que va desde Gibraltar, cruza la orilla meridional del Mediterráneo y se interna en el Golfo, en Siria y en Turquía. Israel, una pequeña pero neurálgica bisagra en medio de ese inmenso mapa musulmán, no hubiera podido dejar pasar esos vientos de cambio sin acusar algún recibo. Y considero que las elecciones dejan entrever las ganas de aprovechar la oportunidad para ensayar una vía alternativa al aumento ad infinitum de la seguridad y la protección militar hacia el entorno árabe.
  
Hago hincapié en que la sorpresa de los resultados fue más un dato sociológico que de aritmética política, porque los sondeos no los habían percibido y pronosticaban, en cambio, una profundización en la tendencia securatista.

Halcones un tanto desplumados.

Bibi Netanyahu es un viejo reincidente que ha cimentado su permanencia a través de alianzas cada vez más duras con la derecha, que en la última legislatura se consumó en la asociación de su partido, Likud, con los ultranacionalistas radicales de Beitenu, de Avigdor Lieberman.

Las encuestas electorales preveían un nuevo triunfo aplastante de Likud-Beitenu, y auguraban que la extrema derecha emergente de Bayit Yehudi, de Naftali Bennett, ocuparía el segundo lugar.

Bennet irrumpió con fuerza: armó el Bayit Yehudi en un mes. Joven, empresario, multimillonario y ex soldado de élite, vino a disputarle a Netanyahu el mismo “target” en que éste se apoya: las clases populares y los colonos de los asentamientos judíos en terrenos palestinos. Bibi siempre ha sido el principal halcón de la derecha, y Naftali Bennett vino a decirle que se puede ser un halcón con plumas todavía más duras.

Los sondeos auguraban que, en el caso de que no le ganara a la alianza Likud-Beitenu, un seguro segundo puesto obligaría a Bibi a incluir a Bennett en un futuro gobierno.

Sin embargo, esos sondeos se equivocaron. La meteórica ascensión de la nueva derecha súper dura, que aboga por un Estado-fortaleza y se niega a ningún tipo de acuerdo –ni diálogo- con los palestinos, no fue ratificada por las urnas. Ni el primero ni el segundo lugar: Bennett tuvo que conformarse con un lejano cuarto puesto, y el caudal de votos que logró no le aseguran su incorporación al Ejecutivo.

Netanyahu, en todo caso, ha logrado permanecer al frente de las preferencias, pero perdiendo muchas de las plumas de halcón y buena parte de los apoyos con los que contaba: de los 120 escaños de la Knesset, la derecha retuvo 61 diputados; pero el resto suma 59.

Algo ha pasado que torció la curva de fortalecimiento del conservadurismo, que no paró de crecer durante los últimos 20 años. Y yo creo que lo que pasó fue la “primavera árabe”, en versión idish.

El infierno no son los otros.

En definitiva, Israel no tiene más alternativas que vivir junto a sus vecinos, en esa diminuta franja de tierra del extremo oriental del Mediterráneo. Y los vientos de cambio en el vecindario pueden ser la ocasión para hacer un nuevo intento de abrir una vía de convivencia racional. Ese parece ser el mensaje del partido que ha dado la mayor sorpresa en estas elecciones: Yesh Atid, que en hebreo significa “Hay futuro”. Y como decía el maestro Borges, en el nombre está la cosa, como todo el Nilo en la palabra Nilo.

Yesh Atid se propone como un partido de centro, tan alejado de los discursos securatistas de los halcones como distanciado de los ultraortodoxos, ya que hace del laicismo su bandera. Su líder, Yair Lapid, también es un joven recién llegado a la política, pero no un ex soldado como Bennett, sino un periodista. Lapid dice que su partido viene a terminar con la política del miedo, del odio y del radicalismo, para proponer en su lugar, una estrategia de diálogo con los vecinos y el fin de los privilegios para los sectores religiosos, vigentes desde la fundación del Estado de Israel.

Contra todos los pronósticos y las encuestas, el grupo de Yair Lapid, afirmando que sí, que efectivamente hay un futuro y que es posible construirlo desde la paz, superó a todos los partidos excepto al Likud, y quedó como la segunda fuerza más votada en Israel.

Su emergencia en el escenario político abre el cuestionario de las relaciones regionales y, por primera vez en muchos años, pone la pelota también en el otro campo.  













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