martes, 7 de mayo de 2013

Belcebú en el cielo o el infierno (07 05 13)

Columna En Foco – HOY DÍA CÓRDOBA – Página 2 – martes 7 de mayo de 2013 

Belcebú en el cielo o el infierno

por Pedro I. de Quesada







Giulio Andreotti ha muerto. A los 94 años. Y con él –y con los secretos que prometió que se llevaría a la tumba- se va una parte importante de la Italia contemporánea: la que sobrevivió a la monarquía, al fascismo y a la convivencia con el papa de Roma (que será el pontífice de todos los católicos, pero que hasta hace poco era la otra cara de la moneda del poder italiano).

Giulio Andreotti ha muerto. ¿Qué cosas oscuras e ingratas hay que hacer en la vida para que a uno le cuelguen el mote de “Belcebú”, que es uno de los tantos nombres del diablo? Muchas, sin duda.
Y Andreotti las hizo, en las siete oportunidades en que ocupó el sillón de Primer Ministro (también fue ocho veces ministro de Defensa; Canciller en cinco gobiernos; y ocupó otros ministerios, como los de Interior, Finanzas, Hacienda, Industria o Presupuestos, hasta ser designado Senador Vitalicio en 1991).

Un ejercicio, el del poder, que había aprendido a la vera de uno de los fundadores de la Italia moderna en el seno de una Europa integrada: Alcide de Gasperi. Junto con el alemán Konrad Adenauer y los franceses Charles de Gaulle y Robert Schuman (que seguían el guión escrito por Jean Monnet), De Gasperi se sumó al proceso de unidad de Europa tras la segunda posguerra, y su herramienta en la península italiana fue la confluencia de iglesia, papado y la derecha política tradicional: el resultado fue la Democracia Cristiana.

Y allí, a la vera del maestro De Gasperi, el pequeño Giulio Andreotti –había nacido en 1919- inició esa larga carrera política contra la que no pudo nadie: ni los avatares del siglo XX, ni el hecho de que el papa dejara de ser exclusivamente un jefe político italiano, ni sus probados vínculos con la mafia. Sólo pudo terminar con ella la tumba.

El alias de “Belcebú” le vino por su personalidad oscura (“tenebrosa”, según sus enemigos) y los vínculos non sanctos con el Banco del Vaticano (que acaba de empujar la renuncia de un papa, Benedicto XVI, y que parece querer reformar otro, el argentino Francisco); con la mafia de Propaganda Due (P2) de Licio Gelli; y la mafia de la Cosa Nostra de Totó Riina.

Tampoco sus correligionarios tenían muy buena opinión de él: Aldo Moro, el gran político democristiano asesinado por las Brigadas Rojas, le criticaba a Belcebú “su falta de bondad, de sabiduría, de flexibilidad, de limpieza…”

Respecto de la Cosa Nostra, el máximo tribunal de justicia italiano dio por probado sus lazos y su relación “auténtica, estable y amigable”. Llegó a condenarlo a 24 años de prisión por esos vínculos, pero las amistades poderosas amasadas durante una vida tan larga pudieron más, y fue finalmente sobreseído.

Los demócratas cristianos italianos, aunque ya no gocen de la hegemonía del poder que tuvieron durante la segunda mitad del siglo XX, prefieren recordarlo con otro mote: El Divo. “Los secretos de Estado me los llevaré al paraíso”, dijo El Divo Andreotti en una de sus últimas entrevistas.

O al infierno, dirían sus enemigos, que –como Belcebú- son legión.





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