Primavera
Árabe - El Mundo - página 2 - Hoy Día Córdoba – viernes 7 de junio de 2013
La irresistible
atracción de París
por Jean-Baptiste
Noël
La relación poscolonial de Francia hacia sus ex
dependencias africanas forma parte de la agenda dura del Quai d´Orsay, el
espejado ministerio de Asuntos Exteriores.
Cualquiera sea el color político del gobierno, la
protección hacia los regímenes africanos ha sido una constante en la política
internacional de la ex metrópoli. Los palacetes de las familias de la elite
política norafricana en los más exclusivos barrios parisinos así lo atestiguan.
Aunque las acciones comunicacionales de la
Presidencia de la República las traten con una discreción cercana al
hermetismo, las buenas relaciones tejidas entre la Cancillería francesa y los
gobiernos árabes del Norte y del centro de África han forjado toda una
tradición durante el siglo XX.
Esa tradición, como tantos elementos que se
presumían sólidos en la política europea, se está transformando desde el
estallido de la “primavera árabe”. Ese cambio se da porque los lazos (la
“liaison”, dicen en el Quai d´Orsay) se habían anudado entre la potencia
europea y los sectores a quienes las fuerzas emergentes del cambio social en
África responsabilizan del atraso y el subdesarrollo de sus países.
Además, el laicismo republicano de París no casa
fácilmente con la re-islamización que impulsan los nuevos gobiernos surgidos de
la “primavera árabe”, especialmente en Túnez y los Hermanos Musulmanes en
Egipto.
Más allá de este sentimiento popular, sin embargo,
para las elites africanas la atracción de París sigue siendo irresistible. Por
estos días, tres jefes de Estado de los países del Magreb llevan semanas
afincados en la capital francesa, en sus casonas y palacetes de los barrios de
lujo: el rey de Marruecos, Mohammed VI; el presidente de Argelia, Abdelaziz
Bouteflika; y el presidente de Mauritania, el general Mohammed Uld Abdelaziz.
Todos argumentan “visitas privadas” para estirar su
permanencia allí, y dan, de esa manera, un mensaje claro de cercanía al
gobierno de François Hollande.
Un mensaje que también puede leerle como una
preferencia de París respecto de otros líderes del mundo árabe, como el premier
turco Recep Tayyip Erdogan.
Erdogan ha manifestado su apoyo a las revueltas de
la “primavera árabe” desde sus inicios, y esa postura le ha generado la
antipatía del establishment en el Magreb y en Oriente Medio.
El premier turco llegó a Marruecos el mes pasado,
junto a unos 300 empresarios, y el rey Mohammed VI no dejó su palacio francés
de plaza Vendôme para ir a recibirlo a Rabat. Erdogán, molesto, adelantó su
vuelta a Ankara.
Bouteflika está internado en el hospital militar
parisino de Val-de-Grâce desde el 27 de abril, y no parece tener apuro por
volver a Argel. Y el general Abdelaziz gobierna Mauritania desde sus cómodas
habitaciones en la capital francesa.
No es extraño que los Estados donde la “primavera
árabe” está tardando más en fructificar sean los que mantengan la “liaison” más
fuerte con la ex metrópoli colonial.
Twitter: @nspecchia
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