martes, 18 de junio de 2013

La irresistible atracción de París (07 06 13)

Primavera Árabe - El Mundo - página 2 - Hoy Día Córdoba – viernes 7 de junio de 2013 


La irresistible atracción de París

por Jean-Baptiste Noël





La relación poscolonial de Francia hacia sus ex dependencias africanas forma parte de la agenda dura del Quai d´Orsay, el espejado ministerio de Asuntos Exteriores.
Cualquiera sea el color político del gobierno, la protección hacia los regímenes africanos ha sido una constante en la política internacional de la ex metrópoli. Los palacetes de las familias de la elite política norafricana en los más exclusivos barrios parisinos así lo atestiguan.
Aunque las acciones comunicacionales de la Presidencia de la República las traten con una discreción cercana al hermetismo, las buenas relaciones tejidas entre la Cancillería francesa y los gobiernos árabes del Norte y del centro de África han forjado toda una tradición durante el siglo XX.
Esa tradición, como tantos elementos que se presumían sólidos en la política europea, se está transformando desde el estallido de la “primavera árabe”. Ese cambio se da porque los lazos (la “liaison”, dicen en el Quai d´Orsay) se habían anudado entre la potencia europea y los sectores a quienes las fuerzas emergentes del cambio social en África responsabilizan del atraso y el subdesarrollo de sus países.
Además, el laicismo republicano de París no casa fácilmente con la re-islamización que impulsan los nuevos gobiernos surgidos de la “primavera árabe”, especialmente en Túnez y los Hermanos Musulmanes en Egipto.
Más allá de este sentimiento popular, sin embargo, para las elites africanas la atracción de París sigue siendo irresistible. Por estos días, tres jefes de Estado de los países del Magreb llevan semanas afincados en la capital francesa, en sus casonas y palacetes de los barrios de lujo: el rey de Marruecos, Mohammed VI; el presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika; y el presidente de Mauritania, el general Mohammed Uld Abdelaziz.
Todos argumentan “visitas privadas” para estirar su permanencia allí, y dan, de esa manera, un mensaje claro de cercanía al gobierno de François Hollande.
Un mensaje que también puede leerle como una preferencia de París respecto de otros líderes del mundo árabe, como el premier turco Recep Tayyip Erdogan.
Erdogan ha manifestado su apoyo a las revueltas de la “primavera árabe” desde sus inicios, y esa postura le ha generado la antipatía del establishment en el Magreb y en Oriente Medio.
El premier turco llegó a Marruecos el mes pasado, junto a unos 300 empresarios, y el rey Mohammed VI no dejó su palacio francés de plaza Vendôme para ir a recibirlo a Rabat. Erdogán, molesto, adelantó su vuelta a Ankara.
Bouteflika está internado en el hospital militar parisino de Val-de-Grâce desde el 27 de abril, y no parece tener apuro por volver a Argel. Y el general Abdelaziz gobierna Mauritania desde sus cómodas habitaciones en la capital francesa.
No es extraño que los Estados donde la “primavera árabe” está tardando más en fructificar sean los que mantengan la “liaison” más fuerte con la ex metrópoli colonial.



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