viernes, 14 de junio de 2013

Mujica y el porro (14 06 13)

Columna Periscopio - HOY DÍA CÓRDOBA - Magazine - viernes 14 de junio de 2013


Mujica y el porro

por Nelson G. Specchia




De una manera sorpresiva –y auténticamente “revolucionaria”- el gobierno de Uruguay avanza en los pasos legales para reglamentar el cultivo y el consumo privado de marihuana. 

La normativa, que obedece a una iniciativa política impulsada por el presidente José “Pepe” Mujica en persona, cambia el eje de debate y consideración tradicional que ha tenido el tema drogas en toda la región latinoamericana y en buena parte del resto del mundo.

Discusiones y plebiscitos
Siguiendo una metodología que ya comienza a ser una marca registrada, el presidente Mujica lanzó el tema y esperó las reacciones. Y éstas no se hicieron esperar: los colectivos sociales más comprometidos con la despenalización comenzaron a agitar los debates, tanto en las agrupaciones como en los medios de prensa, y ese nivel general de discusión fue subiendo hasta los partidos políticos.

Entre éstos –como es los demás ámbitos deliberativos- no hay posiciones unificadas, ni siquiera en el oficialismo del Frente Amplio uruguayo. Este mes de junio el tema de la marihuana reglamentada públicamente tomó estado parlamentario y comenzó a ser discutida en el Congreso.

El proyecto de ley que legaliza la venta y consumo de las hojas de “cannabis sativa” fue mutando en ese debatido camino hasta el Parlamento, pero precisamente esa metodología participativa y abierta puede ser la herramienta para la obtención de consensos en el pleno de los Diputados. Si así fuera, el proyecto podría estar para Septiembre en el Senado de Montevideo–donde la gobernante coalición de izquierdas dispone de una holgada mayoría- de donde saldría convertido en ley.

El borrador final que ha llegado a la instancia parlamentaria uruguaya autoriza al Estado a asumir el control y la regulación de las actividades de importación, exportación, plantación, cultivo, cosecha, producción, adquisición, almacenamiento, comercialización y distribución del cannabis o sus derivados. Aunque, en las largas discusiones a que se ha sometido en los últimos meses, ha sido atemperado en sus alcances, especialmente en aspectos de seguridad pública. Se le introdujeron sanciones a conductores que manejen bajo los efectos de la marihuana (en iguales términos que los que contempla la ley a quienes conduzcan alcoholizados); también se introdujeron prohibiciones de publicidad que incite al consumo de cannabis; como la inclusión en las currículas escolares de programas de educación que traten los problemas derivados del consumo de drogas.

Aunque a estas alturas ya salga sobrando, Pepe Mujica y sus voceros en el tema (como el diputado del Frente Amplio, Julio Bango, uno de los redactores del proyecto de ley) insisten en que no se pretende promover ningún tipo de drogas, sino regularlas, controlarlas desde el Estado, y que esa alternativa terminará reduciendo el consumo abusivo, el descontrol, y el ascendente peso de las mafias del narcotráfico, cuyo combate –al estar el consumo y la comercialización completamente fuera de toda norma- es cada vez más difícil y frustrante desde las políticas públicas.

Inclusive, en una actitud que fue considerada como un astuto “guiño” hacia la derecha por parte de un Presidente que sabe de las artimañas del poder, Mujica sostuvo que “se opone”, tanto al consumo de marihuana como a la práctica del aborto, pero que prefiere legalizar ambas para que no crezcan en las sombras, donde causan más daño que a la luz del día, con el control del Estado. Si con estas posturas Pepe Mujica logra también seducir a los sectores menos conservadores de la oposición del Partido Nacional, el Parlamento podría aprobar la despenalización antes de que comience la campaña electoral del año que viene, cuando se determinará su continuidad al frente del Ejecutivo oriental o se elegirá a su sucesor. En este último caso, si el Frente Amplio logra retener la presidencia, es probable que lo haga de la mano de Tabaré Vázquez, y el carismático ex presidente es un médico clínico que ha rechazado abiertamente la despenalización del porro que promueve Pepe Mujica.

El Partido Nacional, por su parte, anunció que si se aprueba el proyecto, comenzará a recolectar firmas (necesitan 52.000, el 2 por ciento del padrón electoral) para convocar a un referéndum revocatorio.  

El Tío Sam arma porritos

La iniciativa de Pepe Mujica, en todo caso, no viene descolgada. También en los Estados Unidos el debate en torno a la marihuana ha perdido el tinte criminal para ser abordado desde otras perspectivas. Hasta la campaña electoral que llevó a Bill Clinton a la presidencia, preguntar al candidato si alguna vez en su vida había fumado un porro era una aproximación estigmatizante.

Ahora, en cambio ya son 20 los Estados de la Unión en los que se permite el uso terapéutico de la marihuana (especialmente en los tratamientos de cáncer y en los cuidados paliativos), mientras que en Illinois y Nueva York –dos de los más ricos y poderosos- comenzó a discutirse el tema: si avanza en ambos, los distritos permisivos con el cannabis estarán a tres de la mitad del total de los Estados Unidos.

Mientras el gobierno de Barack Obama mira con simpatía el desarrollo de la discusión y no interviene activamente, se está gestando en el Norte un cambio rotundo de paradigma respecto de la hierba.

El eco regional

El proyecto de despenalización uruguayo tiene probabilidades de ser aprobado en el corto plazo. Pero inclusive poniendo esta posibilidad entre paréntesis, o teniendo en cuenta que futuras gestiones presidenciales pueden dar una marcha atrás, es innegable que el debate generado por Mujica ha conseguido instalar el tema a nivel de América latina, y ese sí que parece un camino sin retorno.

En la última reunión de la Organización de Estados Americanos – OEA, en Antigua, Guatemala, se presentó un documento muy elaborado y que constituirá una rodilla de quiebre en el tratamiento regional. Titulado “El problema de las drogas en las Américas”, tiene la firma de un abanico numeroso de expertos de todos los países miembros de la OEA, lo que permite asumirlo como un informe consensual a nivel científico y técnico.
Aunque no pasa lo mismo a nivel político. Mujica capitanéa el sector que promueve la despenalización, pero sus colegas del arco de gobiernos progresistas no la tienen tan clara.

Pepe logró poner de su lado a Costa Rica y a Guatemala, y –sorprendentemente, o no tanto- también al gobierno colombiano de Juan Manuel Santos. Venezuela, en cambio, pareció no tener una posición tomada, y el silencio brasileño de Dilma Rousseff –cercada en la política doméstica por sus alianzas con los sectores evangélicos- fue atronador. Argentina no aportó, y Evo Morales y Rafael Correa acompañaron a Pepe Mujica, pero apenas declarativamente.

La Cuba de Raúl Castro y la Nicaragua de Daniel Ortega, en cambio, rechazaron abiertamente la propuesta de despenalización y se mantuvieron estrictas en la ortodoxia tradicional de combatir al “narco” con policía y represión. Pero por primera vez en la Asamblea de la organización esta postura fue minoritaria.
La cuña que introduce Pepe Mujica me parece –además de innovadora y, lo repito, revolucionaria- en un todo acorde con la legislación internacional en materia de derechos humanos: aplicar sanciones penales por el consumo o la tenencia de drogas “blandas” para uso personal, sea por razones terapéuticas o recreativas, implica cercenar la autonomía y el derecho a la privacidad.

Y no constituye un método exitoso para luchar contra el narcotráfico, como a estas alturas resulta más que evidente. Parecería, por el contrario, que insistir en la criminalización es un buen camino para proteger al “narco” y a sus pingües negocios.


@nspecchia