lunes, 5 de agosto de 2013

Los siete días de Rodríguez Saá (02 08 13)

HACIA 30 AÑOS DE DEMOCRACIA – Viernes 2 de agosto de 2013

por J. Emilio Graglia y N. G. Specchia




Frente a la renuncia del presidente Fernando de la Rúa, dada la anticipada dimisión del vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez, la primera magistratura del país quedó vacante, circunstancia que –en virtud de la Ley de Acefalía–  facultó al presidente provisional del Senado (a la sazón, el senador por la provincia de Misiones, Ramón Puerta) a ejercer el Poder Ejecutivo. Siguiendo el proceso constitucional, el senador Puerta convocó dentro de las 48 horas a la Asamblea Legislativa para que se abocara a elegir al funcionario público que habría de desempeñar el cargo hasta la elección de un nuevo Presidente.
En vísperas de la Navidad de 2001, el 23 de diciembre, y luego de 12 horas de intenso debate, los representantes del pueblo, titulares del poder político, reunidos en Asamblea, resolvieron –por iniciativa del Partido Justicialista– la conformación de un gobierno provisorio y la posterior convocatoria a elecciones mediante el sistema electoral de lemas (esto último, para resolver en las votaciones generales la puja interna del propio Partido Justicialista). Fijaron la fecha de las elecciones el 3 de marzo de 2002, con ballotage previsto para fines de ese mismo mes, el 30 de marzo.

La elección del presidente provisional por parte de la Asamblea Legislativa recayó en el entonces gobernador de la provincia de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, quién debía ejercer la titularidad del Poder Ejecutivo hasta el 5 de abril del año siguiente, cuando entregaría el gobierno al Presidente que hubiera resultado electo en los comicios del 3 de marzo. Este período exiguo se reveló, aún así, demasiado largo para el nuevo primer mandatario, quien sólo permaneció en el poder siete días. Pero este resultado no estaba en sus planes, como se revela en su Discurso de Investidura, que tuvo la impronta de un gobierno de largo plazo, tanto por las enérgicas medidas explicitadas en el plan del gobierno de emergencia, como por la euforia parlamentaria con que fue recibido.
Entre estas medidas, una de las más polémicas fue la declaración del “default” financiero por la suspensión del pago de la deuda externa. “No podemos obviar con crudeza que algunos dicen que la llamada deuda externa, al menos parcialmente, es el más grande negociado económico que haya vivido la historia argentina”, dijo. Asimismo, el Presidente recién nombrado por la Asamblea anunció la entrada en circulación de una nueva moneda no convertible, llamada “Argentino”, con la cual financiaría planes de vivienda, otorgaría más de 100.000 subsidios, y aumentaría las remuneraciones de jubilados y empleados estatales.

A pesar de las recurrentes críticas al régimen monetario imperante, el Presidente ratificó la convertibilidad de la moneda que había puesto en marcha el presidente Menem y había mantenido De la Rúa, ambas con la gestión del ministro Domingo Cavallo a cargo de las políticas económicas. En su Discurso de Investidura Presidencial, Adolfo Rodríguez Saá sostuvo al respecto: “En la actual crisis económico-social que vive el país, son falsas las opciones de dolarización o devaluación que presentan a la convertibilidad como el mal de la sociedad argentina. (…) Una devaluación significaría disminuir el salario de los trabajadores en la misma proporción, sumado a la posibilidad cierta de un descontrolado incremento de precios, afectando el consumo de sectores asalariados o con ingresos fijos”. De esa manera, la convertibilidad seguiría vigente.

Otra renuncia anticipada

Rodríguez Saá había sido elegido Presidente por tres meses pero hacía anuncios de mediano y largo plazo. Además del default de la deuda externa, la puesta en circulación de una nueva moneda no convertible y la continuidad de la convertibilidad, otro ambicioso punto de su plan de gobierno, que hacía dudar de los alcances provisionales de su gestión presidencial, fue la creación de un millón de puestos de trabajo.
Además, para ajustar los gastos del Estado, anunció un plan de austeridad que incluía rebajas de sueldos de los funcionarios, eliminación de ministerios y venta del parque automotor y de aviones. En un anuncio no exento de demagogia, el Presidente dijo que nadie podría ganar más que el titular del Poder Ejecutivo, cuya remuneración sería fijada en $ 3.000 (tres mil pesos) por todo concepto. Como se fuera una decisión estratégica dijo a la Asamblea Legislativa: “en la emergencia gravísima que vive el país, también pondremos en venta, y nos animaremos a hacerlo, el parque aeronáutico de la Presidencia de la Nación”.

Sus escasos días de gobierno estuvieron atravesados por intensas negociaciones con los sectores sociales en pugna. Aunque logró reunificar la Central General de Trabajadores (CGT), no pudo negociar con la Unión Industrial Argentina (UIA), ni con un sector considerable del propio Partido Justicialista que lo había aupado a la primera magistratura.

Los empresarios reunidos en la UIA estaban disconformes con la decisión de no devaluar la moneda. Los peronistas, por su parte, eran contrarios a la pretensión de Adolfo Rodríguez Saá de continuar en el cargo hasta completar el mandato de Fernando de la Rúa, en diciembre de 2003. Luego de un frustrado encuentro con los gobernadores para definir un nuevo gabinete, después de aceptar la renuncia de algunos ministros sospechados de corrupción y tras analizar un nuevo plan económico, el Presidente provisional perdió el respaldo original de los líderes justicialistas. Lo cual, sumado a las protestas populares, aceleró su alejamiento de la primera magistratura interina.
En su carta de renuncia a la Presidencia de la Nación, Adolfo Rodríguez Saá sostuvo: “He puesto mis mejores esfuerzos de argentino para cumplir con el mandato que se me otorgara. (...) Algunos gobernadores que no comprenden la gravedad del momento me han quitado el apoyo. No me queda otro camino que renunciar de forma indeclinable al cargo de presidente de la Nación Argentina”.

Mientras tanto, el presidente provisorio del Senado, Ramón Puerta, había renunciado antes que Rodríguez Saá. Por lo tanto, siguiendo la Ley de Acefalía, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, a cargo interinamente del Poder Ejecutivo Nacional, convocó una vez más –a pocos días de haberse reunido- a los diputados y senadores a que se reunieran en Asamblea y se abocaran a la designación de un nuevo Presidente provisional. La nominación recaería entonces en el ex vicepresidente de la Nación y ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, electo senador por su provincia dos meses antes.

Fue la expresión de la mayor crisis política que vivió Argentina en estas tres décadas de democracia: Rodríguez Saá había sido elegido el 23 de diciembre, con mandato hasta el 30 de marzo, pero se fue siete días después de su elección. De esa manera, fue el primer Presidente de origen justicialista que renunció a la primera magistratura. Luego vino Eduardo Duhalde, quien tampoco pudo concluir su mandato. Pero de esa gestión nos ocuparemos en el siguiente artículo.



@JEmilioGraglia  /  @nspecchia